Durante esta semana he vivido con cierta intensidad esa pequeña parte minúscula que afecta en parte a mi contexto vital, que en realidad no es más que una tontería que a la mayoría de la gente le importa un bledo. Pero resulta entretenido porque levanta pasiones. Como si estuviéramos faltos de ellas. Me refiero a todo este revuelo que se ha formado sobre los "bulos", la "desinformación", todo ello en un contexto de absoluto caos humanitario en el fragor del shock colectivo que está suponiendo todo lo que tiene que ver con la gota fría en València.
Se trata del pifostio que han montado desde el colectivo "woke", montando una campaña delirante para inventarse una guerra contra el enemigo Iker Jiménez y todo lo que le rodea, o sea, yo también. Por eso lo he vivido con cierta intensidad. Pero he de reconocer que no es la primera vez que lo "sufro". Y quizás por eso, y porque ya me voy conociendo al "ganado woke", me resbala. Pero no puedo dejarlo pasar porque no me afecte. El asunto merece una columna. Y reflexión.
Como cada domingo, mi querido lector, yo le comparto algunas reflexiones, análisis sobre cuestiones de actualidad. Impresiones personales, y argumentos ante cuestiones que me inquietan y creo le pueden también interesar. Puede aportar para un debate social y público y procuro ser honesta, documentarme adecuadamente y ofrecer algunas ideas y datos. Obviamente, usted podrá estar o no de acuerdo, y en el ejercicio de su reflexión, disfrutará más o menos compartiendo mis líneas.
Abordo información porque me dedico a la investigación de actualidad, a la información. Y, además, dirijo una sección de opinión donde me siento sinceramente orgullosa de facilitar el espacio donde personas que quieren participar en la opinión pública presentan sus escritos desde la absoluta libertad. Por eso es frecuente que, a veces, haya quien me pregunte por qué tenemos publicados artículos tan dispares sobre un mismo asunto en un mismo medio de comunicación. Y me hace gracia que eso sorprenda, pues significa que estamos tristemente acostumbrados a que los medios de comunicación se conviertan en escaparates de líneas argumentales claras. Un marco mental bien delimitado. Un baúl donde poder asomarse sabiendo que no encontrará sorpresas ni quiebros explosivos.
Hay quienes viven convencidos de que el que piensa diferente, el que piensa "mal", merece ser señalado. Es un comportamiento gregario que viene fomentado por inseguridad, por la practicidad que da la violencia, por la pereza que da tener que enfrentarse a la realidad
Y eso implica que muchos tengan que informar, también dentro de los márgenes que marcan esos "contextos" que son las líneas editoriales. El ancho del carril y la dirección del camino vendrá determinado, y de él no podrá salirse. La tensión y el poder es un tira y afloja, pues de un lado se ofrece financiación —elemento sustancial de todo medio de comunicación— y del otro, el poder hacer cierta crítica o cierta promoción.
Orgullosa del espacio de opinión plural, tengo muy asumida la enorme necesidad de abrir las puertas a distintas opiniones. Y tratar siempre de ensanchar los márgenes. No es sencillo. He descubierto que muy poca gente está dispuesta a ser más flexible en su pensamiento. La cerrazón, negarse a abrirse a escuchar. Casi imposible llegar a pensar por un momento de manera diferente.
¿Qué tiene de malo permitir que se expongan distintos puntos de vista? Es más: ¿qué tiene de malo permitir que se expongan puntos de vista? Hay quien se comporta como si solamente hubiera una manera correcta de pensar. Trascendiendo los criterios legalmente establecidos, vigentes para todos, hay quienes viven convencidos de que el que piensa diferente, el que piensa "mal", merece ser señalado. Es un comportamiento gregario que viene fomentado por inseguridad, por la practicidad que da la violencia, por la pereza que da tener que enfrentarse a la realidad. Mejor inventarla. Mejor ponerlo todo patas arriba para que ya nadie sepa ni siquiera lo que es.
La verdad es verdad cuando yo la diga. Y me la verifico yo si hace falta a través de empresas de verificación que nos hemos inventado. Y lo que yo diga será lo cierto. Los que "piensen mal" dirán mentiras. Es el modus operandi del progresismo woke. Una oleada de totalitarismo, disfrazada con piel de progreso, que está resultando ser absolutamente fascista en sus comportamientos.
Disfrazados de modernos, no son más que una recua de gregarios y trepas que, a base de endogamia y parasitismo, han ido instalándose en el poder a través de las instituciones y medios de comunicación para instalar un feminismo antimujeres, para defender una prensa libre y verdadera, pero solo si es la suya, para señalar como violadores en potencia a todos los hombres, criminales climáticos a los que tienen que contaminar para poder ir a trabajar, para decirnos a los padres que no pintamos una mierda en un proceso como un cambio de sexo por voluntad de nuestros hijos menores. Los que han venido a sexualizarlo todo, a imponer moralinas por ley, y a cancelar a todo el que piense diferente son los que nos van a explicar a todos quién dice la verdad y quién miente. Es, sinceramente, acojonante.
Procuro mantener un punto de vista ventilado y no olvidarme que todo esto, en realidad, es "importante" en la medida en que tiene que ver en un contexto sociopolítico, y a quienes nos parece importante este tipo de cosas, nos puede preocupar. Nos interesa la política, el debate y participar activamente en el debate social. Pero no deja de ser una batalla por un lado intelectual, si se quiere también ético-moral, con tintes políticos y por supuesto económicos.
El progresismo woke es una oleada de totalitarismo, disfrazada con piel de progreso, que está resultando ser absolutamente fascista en sus comportamientos
Que una periodista en activo, con programas en una cadena privada, monte una empresa que se dedique a "verificar" las noticias de todos los demás "compañeros de profesión" es verdaderamente alucinante. Y que algunos traguen, es más tremendo todavía. La creación de este "ministerio de la verdad", tiene líneas de financiación muy interesantes. Algunas acaban en la OTAN. Curioso verificador que recibe fondos de instituciones que tienen, evidentemente, una marcada "línea editorial". No hay que ser malpensado para orillar la idea de que más bien sean un mero aparato de censura y señalamiento del disidente. Y la evidencia nos dice que, claramente, lo es.
La cuestión está, además de la gravedad que esto supone para la sociedad, porque supone una intoxicación burda de los sanos debates públicos, que nos podemos estar encontrando con una injerencia externa. Tema nada menor, que tiene guasa cuando esa maquinaria nos acusa a algunos de ser "hijos de Putin", no siendo cierto. Obviamente, el discurso "otanista" pasa por cancelar al disidente, al no alineado, al no untado. Pasa en partidos políticos, pasa en redacciones y en cadenas de televisión. Y como suele ser habitual, estas campañas están muy mal hechas. Son burdas, pero van con ellas.
Lo de los programas de Conspiranoicos es delirante. Lo más increíble es que no les dé vergüenza. A veces me pregunto si no querrán precisamente hacernos promoción chanante a los que salimos, semana tras semana, en su aburrida diana. Eso sí, van sobrados de arrogancia, sentando a cuatro mamertos que buscan citar a algún filósofo para dárselas de leídos. Es tragicómico observar esa caterva de personas embebidas de sí mismas que, sin el más mínimo pudor, se pasan el día censurando a los demás con técnicas de la más baja estofa. Un bullying que, aunque cada vez menos, les da beneficios. Pero como decía, lo hacen mal. Suele pasarle a quien se mueve por esa senda. Y terminan cayendo en un charco de absoluta bilis creado por ellos mismos.
Eso es lo que ha pasado esta semana de manera bochornosa cuando tratan de montar cazas de brujas, que acaban volviéndose en contra como un bumerán. Se han dedicado a acusar a una persona de otra cadena de haber lanzado un bulo sobre el número de muertos —que finalmente ha sido cero— del aparcamiento del centro comercial de Bonaire en València. Un comentario hecho por Iker Jiménez días después de que la Sexta diera información sobre cadáveres como noticia en varias ocasiones. Y que medios como El Diario.es, también. Una cuestión, además, comprensible porque hemos oído por todas partes a personas que estaban aterradas y daban por hecho que aquello sería un desastre. Milagrosamente, no lo ha sido. Pero a nadie se le podía ocurrir ver calles de poblaciones valencianas como las estamos viendo. Y, sin embargo, sucede.
Se ha montado un pifostio descomunal por tratar de apedrear a Iker Jiménez, y de paso, a los que salimos en su programa. A mí me han querido quemar en la hoguera semanal por decir públicamente que los ríos deben limpiarse para evitar catástrofes. Obviamente, los márgenes del wokismo transitan por la vía ecolojeta, que aplaude los macroproyectos energéticos y destroza nuestros campos. A estos les molesta que les diga que hay que limpiar montes, mantener el aire limpio y cuidar del campo. Son más de imponernos filetes de mentira y comer insectos.
En España se está jodiendo la libertad de expresión porque si se comenta la verdad, igual la gente se da cuenta de que nos hemos convertido en una sucursal norteamericana capaz de vender sus propias tierras a los fondos de inversión extranjeros
Son, en definitiva, las medidas que se imponen bajo eslóganes falsos, con el objetivo final de que algunos se llenen los bolsillos. De manera constante. Y si para ello hay que meter el agua a cotizar en bolsa, se mete. O las semillas. Cosa que antes nunca jamás se hizo porque parecía haber algunos límites.
Este wokismo no es más que un sistema atroz que viene a hacer lo que han hecho los anteriores, pero de manera voraz. Las mujeres hemos pasado a ser seres gestantes, y el feminismo se parapeta en la azotea para protegerse de los potenciales violadores. Considerar que el clima climático no debería suponer la excusa para imponernos diferentes cuestiones, tampoco se puede decir. Como no se puede decir nada relativo a Ucrania si es contrario al dictado de la OTAN (EE. UU.), o sobre la covid-19 y su origen porque también les salpica.
En España se está jodiendo la libertad de expresión porque si se comenta la verdad, igual la gente se da cuenta de que nos hemos convertido en una sucursal norteamericana capaz de vender sus propias tierras a los fondos de inversión extranjeros dejando jodidos a los agricultores. Es capaz de destrozar su libertad de prensa por vender las acciones a esos fondos de inversión extranjeros. Aquí no se puede informar ni opinar contra los intereses de las grandes farmacéuticas, de las grandes armamentísticas, del terror y del miedo constante y, después, se abandona a la población cuando realmente necesita ayuda del Estado y de las instituciones.
Porque esa es la batalla en este momento. No se puede criticar ni cuestionar la atroz situación de València. No se puede plantear ni cuestionar lo que falló para semejante barbaridad. El problema es que en esta ocasión, lo de València lo estamos viendo todos. Todos tenemos amigos, familiares, y nos llega la información de manera directa. Ya no vale con etiquetar de "bulo" lo que no convenga. Es más, habrá quien se monte el verificador del "contrabulo", que buena falta le hace a la Sexta y a todos los que palmean.