Después de magullar y pervertir nociones como el derecho a decidir o el referéndum del 1-O, el procesismo camina incansable hacia su próxima víctima: la autodeterminación. Esta es la gran lección del encuentro entre Pedro Sánchez y Joaquim Torra, una reunión de la que el president salió encantado, con una contradicción que podría entender incluso un niño: por una parte, el 131 dijo que la autodeterminación se cumplió el 1-O gracias al sacrificio de los ciudadanos, lo cual es muy cierto, pero por otra parte afirmó que viajaba a Madrid para debatir con el presidente español precisamente de este derecho, la autodeterminación, que como indica su prefijo es algo que no se debate, sólo se aplica. La cosa, por lo tanto, es la mar de sencilla: o el gobierno Torra se ve lo bastante fuerte para aplicar el mandato (ecs) del 1-O, o el president tendría que convocar elecciones para comprobar si su retorno al autonomismo cuenta con la aprobación de los ciudadanos.
A base de pervertir palabras y conceptos, es normal que los electores acaben con la mosca en la nariz y sin entender muy bien cómo va todo. De hecho, en vez de eixamplar (ensanchar) la base, los líderes indepes ya hace días que se dedican a enximplar-la (atontarla, Abel Cutillas™), pues sólo así podrán seguir marcándole goles con la habitual y atlética impunidad. Afortunadamente, los conciudadanos independentistas cada vez compran menos motos y saben que el gobierno español no tiene ningún tipo de incentivo para negociar, por el simple hecho de que ha conseguido que la Generalitat vuelva al camino del autonomismo y que sea la misma clase política catalana quien renuncie a los instrumentos con los cuales la autodeterminación del 1-O los había empoderado para declarar efectivamente la independencia. Aparte de este hecho, ahora innegable, Sánchez lo tiene todo a favor, porque Rajoy le ahorró el trabajo sucio (hostiar a la abuela y activar a los jueces para encerrar a los presos políticos) y ahora cualquier avance en el deshielo con la Generalitat podrá impostar magnanimidad.
En vez de eixamplar la base, los líderes indepes ya hace días que se dedican a enximplar-la, pues sólo así podrán seguir marcándole goles con la habitual y atlética impunidad
Sorprende ver y escuchar como, de comparar Rajoy con un carcelero sádico, los propagandistas del procés ahora alaban a Sánchez como si fuera un Obama que les ha caído del cielo, olvidando que el presidente español tiene la misma agenda que su predecesor por lo que se refiere no sólo a la autodeterminación sino también al referéndum pactado: a saber, nada de nada. Todo eso es bien sabido por Torra y la esquerrovergència, aunque se mantenga una retórica ardida y se prometa que la República llegará pasado mañana. La realidad, contrariamente, es que pronto se empezará a hablar del rescate de algunas competencias estatutarias, y el peix vivirá tranquilo en el cove. Afortunadamente, los CDR han dicho que no piensan tragarse esta enésima tomadura de pelo, y la ANC haría bien de condicionar la cesión del dinero de la caja de resistencia para las fianzas de los presos políticos a que sus partidos se avengan a participar en el proceso de primarias municipales que el independentismo necesita como agua de mayo. Con estos partidos, ya lo veis, poco haremos.
Hace tiempo os escribí que la esquerrovergència autonomista, después de bajar la cabeza, acabaría hablando el mismo lenguaje que Ciudadanos. Primero fue Oriol Junqueras hablando de "nacionalismo excluyente", y hace muy poco ha sido Joan Tardà, quien ha dicho ―y no es broma― que comparte tantísimas cosas con sus vecinos del partido de Albert Rivera. Todo eso, querido lector, sólo hará que degenerar y se verá que la mayor parte de la clase política catalana solamente aguanta al pie del cañón por la nómina. Y con esta gente que no puede renunciar a la paguita, hijos míos, ¿cómo queréis que lleguemos más allá de la esquina? Enximplar la base. Ya lo decía el maestro Bauçà: la estulticia es un convenio colectivo y altamente voluntarista.