Estuvo el miércoles en Barcelona Pedro Sánchez para reunirse con Pere Aragonès, tras muchos meses sin hacerlo. El mismo día, la vicepresidenta Vilagrà se entrevistaba con Bolaños, y el conseller Campuzano, con su homóloga Elma Saiz. Grandes sonrisas y afectuosas palmaditas en la espalda. Al día siguiente, el jueves, continuaban las reuniones sobre la investidura. El PSOE y el PSC están desplegando todos sus recursos para escenificar, para evidenciar, el acuerdo con Esquerra Republicana. En los últimos días, el Gobierno se ha apresurado a cumplir los acuerdos con los republicanos que dormían en el cajón. Así, por ejemplo, más de 1.500 millones para Rodalies, un fondo para investigación y la gestión de las becas universitarias. Para rematarlo, el miércoles se firmó el convenio para el traspaso del Ingreso Mínimo Vital, que formaba parte del paquete de acuerdos cerrados a cambio de la investidura de Sánchez. Queda por materializar la condonación parcial de la deuda del Fondo de Liquidez Autonómico, el FLA.
Pedro Sánchez está creando un contexto, que significa también un determinado marco interpretativo, destinado a hacerle muy difícil a ERC la marcha atrás. Está propiciando una situación que prejuzga que habrá un acuerdo para investir a Salvador Illa como president de la Generalitat. Está generando la lógica que conduce directamente al acuerdo. Cuando el arco se tensa, la flecha tiene que salir. A medida que Sánchez va desplegando su estrategia, las posibilidades de Esquerra para decir que no, para desdecirse y dar un portazo se van reduciendo. Los socialistas están alineando las distintas piezas de forma que el final solo pueda ser uno: Salvador Illa president. Mientras Sánchez y el PSC trabajan para convertir en inevitable el acuerdo, el cortante conflicto interno, más escándalos como los de los carteles del alzhéimer y el muñeco de Junqueras, van debilitando más y más a ERC. Y cuanto más debilitada esté Esquerra, menos le convienen unas elecciones anticipadas, unas elecciones para las que, recordémoslo, no tiene candidato. Ambas dinámicas, por lo tanto, se complementan, se vigorizan y empujan en la misma dirección.
ERC es consciente, tiene que serlo a la fuerza, que el desenlace no será alegre ni placentero
Quizás para desgracia suya, Esquerra situó la célebre "financiación singular" en el corazón de la negociación en curso sobre la investidura (exige un nuevo modelo "estructural, permanente e irreversible"). Porque, seamos claros: el Gobierno no puede, por múltiples y poderosísimas razones, conceder a ERC lo que ERC quiere, que es que Catalunya salga del régimen general y reduzca muy sustancialmente su escandaloso déficit fiscal. Y tampoco puede dar ninguna garantía real de que esto se cumplirá.
Pensando en ello, me viene a la cabeza ese viejo chiste sobre Cuba, en el que un trabajador decía que "el gobierno hace ver que nos paga (el peso cubano hace un montón de años que es quincalla)", mientras, a su vez, los trabajadores "hacemos ver que trabajamos". Pues diría que socialistas y republicanos, republicanos y socialistas, no tienen más remedio que hacer algo parecido. Pedro Sánchez tiene que aparentar que concede algo realmente valioso en cuanto a la financiación (mucho más que la Agencia Tributaria Conjunta, que ya está en el Estatut de 2006), mientras que los republicanos tienen que acompañar y asegurar expresivamente que lo que consiguen es realmente muy grande y muy importante. Y así poder investir a Salvador Illa y pasar el apuro. Pasar el apuro, por supuesto, si los militantes de ERC (son en total unos 8.700) deciden decir amén, lo que, por otra parte, no es seguro, visto el enfado, el mal humor y el desconcierto que domina entre la parroquia republicana. La consulta se prevé para el día 1 de agosto, Día Mundial de la Alegría. Si los militantes tumbaran el pacto, la situación de ERC empeoraría, todavía, un poco más. Una vuelta más de tuerca.
En las próximas horas veremos como los socialistas, igual que la mantis religiosa hembra, siguen siendo amables y seduciendo a ERC, que aquí hace de macho (la mantis macho es siempre más pequeña que la hembra). Y como Esquerra se deja seducir —¿puede hacer otra cosa?, ¿tiene alguna alternativa?— a pesar de saber perfectamente a qué va, de qué mal tiene que morir. Porque ERC es consciente, tiene que serlo a la fuerza, que el desenlace no será alegre ni placentero, sino que ineludiblemente la hembra —Sánchez, el PSOE— le clavará un mordisco en la cabeza o bien en las patas, y la dejará gravemente lastimada.