Creo que una de las debilidades de ERC —que seguramente explica el pecado de ingenuidad que acaba de cometer— radica en el doble complejo que sufre desde el final de la dictadura: por una parte, un enorme complejo de superioridad con respecto a los otros partidos, que nunca se han preocupado de esconder, tal vez por el peso histórico. Al mismo tiempo, sin embargo, como si fuera una especie de estrambótico oxímoron freudiano, también ha sufrido, desde la Transición, un notable complejo de inferioridad con respecto al catalanismo mayoritario, que, con la figura de Pujol, se aglutinó en torno a Convergència. La obsesión de los republicanos por ganar y neutralizar al hermano mayor del catalanismo era tan enfermiza que marcó todas las decisiones del partido durante décadas, y seguramente también fue el responsable de muchos de sus errores. Recuerdo perfectamente, en los años en que era diputada, la dialéctica encendida que había entre las filas de Àngel Colom, siempre favorables a acuerdos con todo el mundo soberanista, y las del Puigcercós de la época, obsesionados para marcar el perfil izquierdoso por encima del eje nacional, y frontalmente contrarios a dar oxígeno a CDC. De hecho, así acabaron las cosas...

En ERC siempre se ha respirado este complejo de heredero nervioso que urgía tener las llaves de la masía, pero nunca se moría el padre. Y debió ser este impulso primario el que los llevó, solo ganar por la mínima a su competidor directo, a una euforia que derivó en sonora y pública prepotencia. Desde el primer minuto ERC se comportó como si hubiera ganado por mayoría absoluta, y trató a los aliados de Junts con público menosprecio. Recordemos las declaraciones sobreactuadas y altivas del mismo Oriol Junqueras, o el hecho significativo de iniciar los contactos para formar gobierno con la CUP y no con Junts. Y a partir de la investidura, el presidente Aragonès —y el global de ERC— mostró un explícito comportamiento de superioridad que finalmente ha derivado en el gesto histriónico de destituir al vicepresidente Puigneró, causa directa de la ruptura del Govern.

Desde las últimas elecciones, ERC ha vivido el sueño dorado de ser amado por los diarios y los micrófonos más poderosos, mientras recibía golpecitos en la espalda de los prohombres de la corte española

ERC estaba convencida de que había hecho finalmente el sorpasso en el espacio que tradicionalmente había dominado Convergència y que ahora lideraba, desde una mirada independentista y rupturista, el presidente Puigdemont. Por fin ganaban los eternos rivales —los primeros de la lista, en rivalidad— y tocaban el cielo. Además, las encuestas les bendecían, toda la corte mediática del régimen, en permanente estado de guardia ante las huestes de Puigdemont —que es el verdadero peligro para el Estado—, se dedicaban a hacer la pelota a ERC, convertidos en los indepes buenos, ordenados, razonables y, si hacía falta, dóciles. Desde las últimas elecciones, ERC ha vivido el sueño dorado de ser amado por los diarios y los micrófonos más poderosos, mientras recibía golpecitos a espaldas de los prohombres de la corte española. En algún momento, Rufián y compañía han vivido el espejismo de ser un Pujol 2.0, recibidos, escuchados, cepillados; solo que, a diferencia del real, permanentemente menospreciados.

Es así como se ha gestado un estado de autoestima sobredimensionado que hace creer a ERC que pueden navegar por aguas parlamentarias sin tener ni aliados, ni ninguna mayoría. Al fin y al cabo, para hacer el sorpasso definitivo a Junts no era bueno que algunos de los consellers más notables del Govern fueran de Junts, mientras los consellers de ERC se sumergían en un pantano de mediocridad. Por eso la prepotencia al inicio de la investidura, por eso el menosprecio permanente durante estos dieciséis meses, y por eso la arrogancia en la crisis final. ERC estaba convencida de que habían sido llamados a la casa del padre y que era su momento de gloria, de manera que podía lanzar lastre juntista por la borda. Pero leyeron mal los indicios, fueron incapaces de analizar dónde se metían y, sobre todo, no se dieron cuenta de que todos aquellos que los habían utilizado para criticar y aniquilar a Junts los dejarían en la estacada cuando ya no fueran útiles.

Y este es el momento en que estamos. Tal como escribía José Antich, ERC no recordó que en el Govern también hace frío cuando el poder es precario y las alianzas han desaparecido. Ahora que la coalición ya no existe y que el Govern es tan vulnerable, que, probablemente, tiene los días contados, todos los poderes fácticos que han reído las gracias a ERC, lo han elogiado en los micrófonos y lo han bendecido en las encuestas, se pasarán en masa a las filas socialistas. El Upper Diagonal ha llegado a la convicción de que ahora toca una larga época socialista para calmar las aguas y hacer desaparecer el virus independentista, de manera que no le seguirán la corriente al gobierno precario de Aragonès. Además, no olvidemos que, para entronizar a Salvador Illa en el poder, ERC ha pasado de ser un aliado —mientras limaba la fuerza de Junts—, a ser un fastidio, no en balde sus límites electorales se tocan. Y mientras todo eso pasa, Esquerra se verá obligada a comerse con patatas los presupuestos de Madrid gratis y sin amore, talmente como hizo con los anteriores. No habrá concesiones de ningún tipo, porque a los socialistas no les interesa que a ERC le vaya bien, ni tenga ningún éxito. Sin embargo, eso sí, saldrán muy sonrientes en la foto. Y como que, por arte de no se sabe qué —¿serán los flecos del indulto?—, ERC se ve incapaz de no votar todo lo que le pide/exige el PSOE, la fiesta será completa. Tanto como considerable la bofetada.

Pobre Esquerra, tan feliz que se sentía con el Upper Diagonal riéndole las gracias...