El lunes pasado, en Barcelona, pudimos ver en Betevé el primer debate electoral de nuestra ciudad en directo. Ya sé que antes se han organizado en streaming por otros medios, pero los horarios de emisión no son los más compatibles con las agendas, por lo menos en mi caso. Cierto es que se pueden recuperar más tarde, pero no es lo mismo. Pasa como los partidos en diferido. Gustos y costumbres.
Por la dramática de la puesta en escena del día 15, llamaba la atención, según mi opinión, la existencia de dos bloques. Uno de cuatro, el integrado por los candidatos con posibilidades de ganar y/o formar el cartapacio municipal, y otro de tres, tan marginales que apenas cuentan para las encuestas, incluso algunos ni eso. Pero es una de las otras injusticias del régimen electoral y de su encorsetamiento mediático en los medios públicos. Este otro minigrupo, destinado en principio a la irrelevancia, también merece algún comentario, en esencia, por sus manifiestos deméritos.
Empecemos. El debate, muy bien producido y conducido con criterio por Eva Arderius, fue todo lo interesante que puede ser un debate electoral, máxime si es a siete. Del grupo de los grandes, para así decirlo, se formaron dos grupitos. El que hizo propuestas en positivo, con cierto optimismo y con datos no sesgados, es decir, el integrado por Colau y Maragall; y el que hizo propuestas en negativo, integrado por Trias y Collboni.
El primer subgrupo estuvo, para mí, bastante mejor. De todos modos, como todo el mundo los oyó, cada uno formulará sus consideraciones en función del carisma y de las posibilidades de cada uno de acierto en el futuro gobierno de Barcelona. Ninguno de los dos, sin embargo, hizo prácticamente mención a la metropolitaneidad ni a la lacra de la violencia de género. Como casi ninguna atención mereció —centrados en el turismo como fuente de riqueza o de plaga— la I+D+i, auténtico motor de futuro multimodal de Barcelona, con un espléndido presente que hay que potenciar sin desfallecer.
Casi ninguna atención mereció —centrados en el turismo como fuente de riqueza o de plaga— la I+D+i, auténtico motor de futuro multimodal de Barcelona, con un espléndido presente que hay que potenciar sin desfallecer
En el segundo subgrupo, a resaltar tenemos la extrema negatividad de Trias (todo está mal, no saben gobernar, porque no reconocen la realidad), curiosa posición de quien expresamente esconde el partido que representa y le apoya... y del cual utiliza los créditos electorales. Además, recordó varias veces su etapa de alcalde, de la cual olvidó que entonces fue la primera vez desde 1977 que la corrupción entró en el Ayuntamiento de Barcelona. Collboni, por su parte, en especial durante su primera mitad de intervenciones, olvidó que hasta enero era miembro del equipo municipal, ni más ni menos que como número 2 y que su partido sigue formando coalición con los comuns. Curiosos olvidos. Eso y alguna clavada en blanco de la cual todos sus contrincantes y comentaristas sacarán frutos, no siempre positivos.
Volviendo al minigrupo de los irrelevantes, PP, Cs y Valents, o sea, Sirera, Grau i Parera. De entrada y salvo los ya previamente convencidos, no parece que ganaran ni un solo voto. Entre otras cosas, porque, a diferencia del grupo mayoritario, dijeron más mentiras o medias verdades, como puso de relieve Verificat live tanto a través de este diario como de Twitter, que el resto de candidatos, mucho más ceñidos a la realidad.
Ningún mensaje en positivo, todo en negativo, con argumentos o expresiones más que discutibles y que no son precisamente de las que hacen amigos. Grau dijo que Barcelona era una pocilga, para referirse a la suciedad. Parera que la delincuencia subía en Barcelona —lo cual es manifiestamente falso— y Sirera se quejó del tráfico que perjudica a taxistas y repartidores y de la calle València, donde invita a pasar la noche a Colau. Tráfico, madre de todos los males de la movilidad —pero no de la contaminación—, que dificulta, según Grau, la asistencia a tiempo de las ambulancias, sin dar ningún dato de retrasos ni, gracias a Dios, de ninguna desgracia. Además, volvamos a Sirera, mencionó que en Barcelona había ratas "así de grandes", separando ostensiblemente las manos, como hacen los pescadores rememorando sus gestas. Por su parte, Parera debe considerar que comunista es un término suficientemente denigrante, adecuado para sustituir cualquier argumento racional, cuando dos veces se lo espetó a Colau.
Los tres, eso sí, proclamaron rebajas fiscales, pero sin mencionar impuestos o tasas afectados ni, obviamente, el importe ni, en consecuencia, la fuente alternativa de financiación. Grau cuadró el círculo: menos impuestos y más servicios. O sea, el milagro de los panes y los peces. Política, pues, para creyentes. Nada, por parte del minigrupo, respecto a una solución estructural de los jóvenes. Esperanza, pues, de que pueda mejorar poco por parte de estos candidatos.
Sirera, el más sólido de los tres —lo cual no es decir mucho—, incurrió repetidamente en un erróneo malentendido: equiparar la Barcelona ciudad con el Madrid comunidad, es decir, poniendo a Ayuso como ejemplo, como ejemplo vano, por otra parte. Ni una sola vez citó a Almeida ni a ninguno de sus hitos, si es que los tiene. Parera se despidió dirigiéndose, entre otros, a las, según ella, 5.000 víctimas de delitos desde el lunes hasta el día de las elecciones para que la votaran. Lluvia sobre el mar, dado que no se sabe los nombres.
En general, un debate interesante en que cada candidato dio de sí lo que cuanto a contenido y talante se esperaba.