El aniversario del 9N ha recuperado para la palestra al president Artur Mas. Él era el president entonces y, como tal, el principal artífice de aquella consulta que lo erigió en el altar del soberanismo. El 9N fue un exitazo, lo hizo crecer un palmo y lo cargó de una autoridad que con anterioridad ni tenía ni se le reconocía. Desde aquel mismo día —ahora, sí— ejerció de líder independentista. Transversal. La instantánea que le regaló el líder de la CUP, David Fernández, lo entronizó. A la vez que dejaba a los republicanos en una posición incómoda.

El 9N catapultó a Mas no solo como líder del mundo convergente y espacios limítrofes —después del revés de 2012— también con bastante predicamento para formular a continuación una Opa hostil (a los republicanos), con él como indiscutible director de orquesta con pecado de falsa modestia incorporado "puedo ser el primero o el último...".

No es menos cierto —para ser justos— que Mas, por el 9N, ha pagado y sigue pagando un precio importante, judicial y patrimonial. Y menos mal que, como recuerda en la entrevista que le ha hecho Marta Lasalas, el Institut Català de Finances (ICF) resolvió avalar "con el conseller Jaume Giró al frente como conseller de Economía" y detener así una posible expropiación de bienes que no solo afectaba a Mas. También a muchos otros. Giró representa en buena medida este espíritu que predica —no siempre con el ejemplo— el president Mas. Ser independentista no está reñido con aprovechar cada coyuntura para sacar todo el jugo posible. Como aquellos avales, negociados hábilmente por Giró (Govern Aragonès) con el mismo Salvador Illa que finalmente también los bendijo.

Para ser rigurosos, el "pas al costat" in extremis del president Mas en enero de 2016 no es consecuencia directa del 9N sino de un triunfo electoral insuficiente que lo puso en manos de la CUP. La fórmula electoral que Mas impuso, a toda costa, tenía que triunfar como la Coca-Cola. Pero Junts pel Si, a la hora de la verdad —cuando se cuentan los votos en las urnas— se quedó corto.

Las elecciones dieron paso a cuatro meses agotadores de una negociación extenuante que no iba a ningún sitio y que se hizo llegar al límite, como un viacrucis, al dead line electoral. La decisión era volver a hacer elecciones —con el temor de CDC de quedar tras Esquerra Republicana— o bien 'el paso al lado' de Artur Mas. Hacer Govern con otro candidato convergente y mañana Dios dirá.

Hay un compromiso público del mismo Salvador Illa y de Pedro Sánchez a favor de un nuevo sistema de financiación. Y esta es la cuestión a explotar con toda la energía, con toda la determinación

Tanto da ahora el verdadero motivo que lo llevó a renunciar a repetir elecciones. Lo trascendente es lo que explica en la entrevista que le ha hecho Lasalas —muy recomendable de leer— cuando el president Mas hace un llamamiento sin subterfugios a empujar por la 'financiación singular' o como sea que se quiera decir. En este punto, Mas es diáfano. Junts per Catalunya, dice Mas, tiene que hacer suya la mejora de la financiación que se ha pactado. Se llame como se llame, se disfrace como se disfrace, si permite salir de las reglas del régimen común de financiación. Aunque represente volver al punto de partida de aquel 'Pacto fiscal' de 2012 que Mariano Rajoy rechazó sin miramientos y que justificó la convocatoria electoral anticipada.

El president se muestra escéptico con el resultado final. ¡Y quién no después de tantos golpes de cabeza contra la pared! Pero también admite y remarca que la coyuntura política ofrece una ventana de oportunidad que sería inaudito desperdiciar. Lo dice una y otra vez. Alude a la debilidad del PSOE, pero también a un marco que se define por la importancia y el peso determinante de la periferia. Si en algún momento tiene sentido implementar la pluralidad de un Estado plurinacional, es precisamente ahora. Mas lo expresa así: "(si el PSOE) necesita todos estos aliados cada día para salir adelante y no solo ve una piedra en el zapato, circunstancial, sino que ve la posibilidad de construir otro tipo de Estado plurinacional, plurilingüístico, pluricultural, es decir, la España real en definitiva, si ve eso y lo lidera, yo estoy seguro de que estas alianzas pueden ser alianzas mucho más permanentes".

Por pequeña que sea la rendija, existe. Quizás más de lo que parece y todo. Y esta no es una cuestión que tenga nada que ver con la controvertida opinión que se pueda tener sobre la investidura de Salvador Illa. Aunque es la consecuencia de ella. El contenido del pacto de la actual investidura es insólito. Cuatro días antes habría sido impensable, como lo era la amnistía que ciertamente no ha resultado una cuestión ni pacífica ni sencilla. O antes la derogación de la sedición.

Hay un compromiso público del mismo Salvador Illa y de Pedro Sánchez a favor de un nuevo sistema de financiación. Y esta es la cuestión a explotar con toda la energía, con toda la determinación. Cerrarse en banda en nombre de un maximalismo que no casa con la actual coyuntura arruinaría toda posibilidad de cambiar un sistema de financiación que ata de pies y manos Catalunya y priva a su sociedad de unos recursos que necesita.