La Constitución española, en su artículo 56.3, confiere inviolabilidad al rey. Impunidad ante las leyes, sean estas penales, civiles o administrativas. Esto se ha interpretado como que este no tiene ninguna responsabilidad por actos delictivos. Sean delitos cometidos en el ámbito público o en el ámbito privado, el rey no podrá ser detenido o juzgado. Hace un tiempo la mesa del Congreso de los Diputados rechazó una propuesta para limitar esa inviolabilidad excluyendo los actos privados. Esta forma de verse impune, según lo que se va conociendo, parece que imprimió a Juan Carlos I una manera de comportarse muy alejada de la ejemplaridad que su cargo exigía y también de la moralidad. Calidad si no obligatoria, deseable.

Estas últimas semanas han vuelto a aparecer informaciones que le comprometen con acciones presuntamente delictivas y alejadas de la ejemplaridad en el campo económico y familiar: una fundación en Abu Dabi y fotos con presuntas amantes. Según lo publicado por varios medios, la fundación en Abu Dabi podría servir para dejar la herencia a sus descendientes sin que nadie tenga que pagar tributos a Hacienda. Esto ya lo hacen los plebeyos. El origen de la fortuna es desconocido. En cuanto a sus amantes, podríamos decir que ya se arreglarán. De hecho, es un secreto a voces reconocido por todos desde hace un montón de años. España no es el único país donde esto incluso tiene cierto reconocimiento por parte de alguna gente. Lo llamativo del caso de las amantes es que ahora han salido algunas fotografías y eso se ha interpretado por parte del monarca como una traición. Porque, por lo visto, esta inviolabilidad implicaba también el silencio de todos y de los medios de comunicación. Es decir, no solo interpretó un artículo de la Constitución que quería imponer al monarca un comportamiento ejemplar como un salvoconducto para actuar como un delincuente, sino que además se exigió el silencio cómplice de todos. Políticos, empresarios, jueces y medios de comunicación. Y así lo hicieron. Hacer pasar gato por liebre. Ocultar la verdad. Ser cómplices de la putrefacción de la primera institución del Estado durante año. Desde 1978.

Supongo que algún día sabremos cuál fue su papel real en un episodio clave de la transición española: el golpe de Estado de 1981. ¿Y si también es mentira?

Si en el ámbito moral, en su comportamiento personal, en el ámbito económico y en el ámbito tributario todo está lleno de situaciones oscuras tapadas por el silencio de todos, nada hace prever un comportamiento ejemplar a nivel institucional o político. Sabemos que tenía amantes. Sabemos que ha tenido que irse de España por posibles delitos financieros. Supongo que algún día sabremos cuál fue su papel real en un episodio clave de la Transición española: el golpe de Estado de 1981. ¿Y si también es mentira? Es decir, ¿y si lo que nos han contado que pasó no es lo que realmente pasó? Sería el golpe de gracia definitivo a un régimen del 78 que se tambalea más de lo que parece. Quizás todo aquello sirvió para que una o dos generaciones pactaran estabilidad. Pero esto no es aceptable por los de ahora. La Corona tiene un problema que es un grave problema para el Estado. Puesto que es quien garantiza su unidad y quien de algún modo vela por el cumplimiento de la Constitución. Y esto puede caer.

Hasta ahora solo se ha modificado la Constitución española para garantizar la continuidad de la Corona a favor de la princesa, que no era un chico. Pero con los vientos que soplan, podría ocurrir que para salvar el Estado deba modificarse la Corona. Veremos en qué sentido. En todo caso, esto significa tocar la Constitución, tan intocable que parece. Y cuando se abra ese melón, veremos qué pasa. Al independentismo le recomendaría estar pendiente de lo que se ha visto que es un eslabón débil del régimen del 78.