En septiembre del año 2013 un grupo de amigos fundó la asociación Moment Zero. Viendo la aceleración que estaba tomando la política catalana creímos oportuno crear un espacio de relación generacional dentro del catalanismo para facilitar los acuerdos. Consistía en unas comidas, que organizamos conjuntamente con El Punt Avui, en el Born Centre Cultural —antes del mandato de Ada Colau se llamaba así—, donde personas relevantes de la sociedad catalana nos pronunciaban una conferencia sobre su ámbito.
El 23 de enero de 2014, el invitado fue el padre abad de Montserrat, Josep M. Soler. Como os podéis imaginar fue una intervención con una gran repercusión mediática y quizás, eso no lo puedo afirmar, no exenta de presiones de todo tipo. Comiendo, el padre abad nos preguntó si había algún otro objetivo en aquellos encuentros más allá del contenido que aportaban los conferenciantes. Le dijimos que sí. Que, de hecho, buscábamos conferenciantes de primer nivel para que fuera atractivo, porque nos queríamos asegurar que los grupos que invitábamos —gente de treinta y cuarenta años de diferentes partidos, sindicatos, entidades del tercer sector, mundo de la empresa, etc. — vinieran, hablaran e intentaran fijar los mínimos comunes para el nuevo estado catalán. "Que no nos encontremos con que si alguna vez llega el momento esté todo por discutir..." dijimos. Él respondió: "Muy interesante. Si conseguís esto, habréis tenido un gran éxito. Que tengáis suerte". Las comidas se hicieron, también las amistades y un libro.
Lo que no se alcanzó fue la independencia. El momento cero deseado. Once años después de esa conversación, sabiendo cómo ha ido todo el procés de independencia y con el PSC gobernando en solitario la Generalitat, ha llegado un nuevo momento cero. No el que nos esperábamos en 2013 cuando fundamos la asociación, que eran las bases de un nuevo estado catalán, sino las bases del nuevo independentismo. Hay mucha gente pensando. Nada coordinadamente, como es habitual, pero generando buen discurso. Y en el esfuerzo de encontrar los mínimos comunes compartidos del nuevo independentismo, encontramos muchas más similitudes con el catalanismo de los años setenta de lo que pueda parecer de entrada: lengua, inmigración, escuela, financiación, cambio generacional.
Se creyó que lo mejor para ampliar la base era impulsar el independentismo en castellano
Lengua: destaca el esfuerzo que está haciendo la sociedad civil por darle el impulso necesario. Como en los setenta. La encuesta de usos lingüísticos publicada la semana pasada ha encendido muchas alarmas; la campaña "Català per a tothom" es la primera respuesta. El procés no reivindicó la identidad como un elemento positivo al que cualquier individuo se puede apuntar si lo desea. Se creyó que lo mejor para ampliar la base era impulsar el independentismo en castellano. Error a corregir.
Inmigración: debate muy vinculado a la lengua, tal como lo fue durante los años sesenta y setenta. Pero ahora no es una inmigración básicamente proveniente de España, sino de todo el mundo. Integrar a la población que llega para que se sume al proyecto catalán es clave. Sobre este punto, siempre ha habido quien ha querido sacar provecho político, no es nuevo de ahora. Se hizo con el "charneguismo", reivindicado todavía de vez en cuando, y ahora se quiere hacer con el islamismo. "La propuesta étnica es perdedora", dice Jordi Pujol.
Escuela: sigue siendo la gran oportunidad y, por lo tanto, sigue siendo el gran reto. Lo fue en los setenta y lo será ahora. Si en algún espacio existe la oportunidad real de hacer la inmersión lingüística y también la inmersión ciudadana es aquí. Ahora hay más recursos, pero las prioridades son menos claras. Es evidente que a la escuela no se le puede pedir de todo; tan evidente como que algo sí debe podérsele pedir. A la escuela y a los maestros. Es uno de los mínimos comunes por definir.
Financiación: la narración de una asfixia premeditada, por decirlo tal y como lo definió Ramon Trias-Fargas en su libro en los años ochenta. El libro fue reeditado en el año 2011 porque la asfixia era vigente. En 2025 lo sigue siendo.
Cambio generacional: aunque no estoy de acuerdo en cómo se plantea en la mayoría de los casos, cito este elemento porque está muy presente en el debate que se está produciendo. Es un debate que tampoco era ajeno al pensamiento nacionalista de durante el franquismo. Basta con releer Dels turons a l’altra banda del riu y ver la dureza de un Pujol joven hacia los que los han precedido. Pero hace una buena receta: "los jóvenes están obligados a hacerse cargo de los pecados de los mayores. Y a establecer con ellos un relevo eficaz". Los principales partidos del independentismo de momento no han tomado este camino. Hay que respetarlo. Como también hay que entender que no son los únicos actores dentro de esto nuevo que nacerá. Estos cinco puntos, todos, son claves para redefinir el futuro.
El número de votantes no es tan importante como pasar bien el testigo a un nuevo momento. Y por todo lo que se mueve —partidos incluidos— la determinación para hacerlo está. De la Guerra Civil y el franquismo a la recuperación de las instituciones y el régimen del 78. De la soberanización del catalanismo, el 9-N y el 1-O al 155 y la represión. Cada vez hemos llegado más lejos. El Estado cada vez ha podido llegar menos. Pero siempre ha puesto en riesgo los básicos. Que sirva de aprendizaje. No hay orden, pero estamos en un nuevo momento, empecemos a vivir esto nuevo que nacerá.