Algo que caracteriza a Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll y líder de Aliança Catalana, es que no se acobarda. Nunca lo hace. Como los grupos de la oposición en el Ayuntamiento, que tienen la mayoría, no le han aprobado los presupuestos, ha decidido someterse a una cuestión de confianza. Es la forma que tienen muchos alcaldes —de grandes ciudades, como Barcelona, ​​de ciudades medianas o de pueblos pequeños— para sacar adelante las cuentas cuando les faltan votos. Orriols es perfectamente consciente de que, si las cosas van mal, ella puede acabar, no solo perdiendo los presupuestos —que ascienden a 15,3 millones—, sino que, con ellos, la alcaldía también puede irse al traste.

 

El movimiento de Orriols, con un discurso antiinmigración muy duro, es un desafío a la oposición —formada por Junts, ERC, PSC, CUP y Som-hi Ripoll—, a quien ha invitado explícitamente a ponerse de acuerdo, echarla y formar conjuntamente un nuevo gobierno municipal. Como se recordará, una operación de este tipo ya fracasó después de las elecciones municipales, celebradas en el 2023, cuando los grupos de la oposición, en gran parte a raíz del desacuerdo sobre quién tenía que ocupar la alcaldía, fueron incapaces de zurcir un pacto para evitar que Orriols se convirtiera en alcaldesa. Aliança Catalana se impuso en las últimas elecciones municipales en Ripoll y obtuvo seis concejales, mientras que el conjunto de la oposición suma once. Ahora, Aliança Catalana reta a los partidos de la oposición a volver a probarlo. Tendrán treinta días de margen. Si no lo consiguen, Orriols continuará siendo alcaldesa y los presupuestos recibirán luz verde.

 

Los cordones sanitarios para tratar de aislar a los radicales no siempre funcionan

 

Como se sabe, en 2024, Sílvia Orriols, aunque había dicho que no lo haría, se presentó a las elecciones al Parlament de Catalunya. Consiguió dos diputados, uno por Girona y uno por Lleida. Habrían podido ser algunos más. Este factor, es decir, el hecho de que Orriols actúe también en el terreno nacional, donde, además, se ha convertido en una figura conocida y, por algunos, temida, hace, sin duda, que la situación se complique. Ya no es algo solo de Ripoll, una población de unos diez mil habitantes. Hace tiempo que no lo es. ¿Por qué se complica? Pues porque desde las respectivas cúpulas políticas de Barcelona se intenta dictar a la gente de Ripoll de Junts, de ERC, del PSC, etcétera... cómo deben actuar con Orriols y Aliança Catalana. Todo el mundo quiere opinar: unos y otros. Todo el mundo quiere intervenir: los de aquí y los de allá; los de allá y los de aquí. Si un entendimiento local ya es lo suficientemente complicado, imagínense cuando hay tantas voces y tantos intereses contrapuestos —y tantas malas relaciones políticas y personales— en juego.

 

De hecho, Orriols confía justamente en esto: en que los partidos de la oposición no sean capaces tampoco esta vez de cerrar un pacto. Si lo fueran, piensa ella, de todas formas el gobierno se convertiría inevitablemente en “un guirigay ingobernable” —así lo ha dicho— de tal magnitud que en las municipales de 2027 el triunfo de Alianza podría revelarse apoteósico. Esto es lo que calcula Orriols. Quien, además, podría, entonces, dedicarse en cuerpo y alma a hacer crecer su partido en toda Catalunya con el afán de multiplicar, tanto como pueda, sus dos diputados actuales.

 

Recortándose en el horizonte, la cuestión de fondo: ¿cómo actuar ante opciones que tienen discursos radicales y extremistas, y que, además, van al alza gracias a un discurso simple y populista? Es una cuestión, por supuesto, relevante, muy relevante, en Ripoll y, tal y como están las cosas, en todo el planeta. La pregunta da para mucho y es evidente que no se puede responder adecuadamente ni con cuatro palabras ni deprisa. Me atrevo, sin embargo, a lanzar un par de ideas de forma muy sintética, para que a quien le apetezca piense en ello. La primera: los cordones sanitarios para tratar de aislar a los radicales no siempre funcionan. A veces sí, pero a veces no. A veces pueden ser contraproducentes, hasta el punto de beneficiar a aquel a quien se intenta marginar. Ha ocurrido en Ripoll y en muchísimos otros casos. Y la segunda: no hay que caer en la equivocación de rehuir el debate, la confrontación de ideas, con los extremistas como Orriols. Porque cuando en la sociedad laten determinadas inquietudes, si la gente razonable evita abordarlas, quedan a merced de los demás, que a menudo sacan un rendimiento político y electoral extraordinario.