El fin de la legislatura pudo haber sido este mes. O el próximo mes. Que el PSOE la haya salvado gracias a haber cedido a la firmeza negociadora de Junts no quita, más bien obliga, que haya que situarse en la “photo finish” de la legislatura teniendo en cuenta los comportamientos actuales, la situación de la mesa de negociación en Suiza (y el seguimiento o no del espíritu de los acuerdos de Bruselas), la desconfianza creada y el relato que cada formación quiere vender a su electorado. Junts necesita ofrecer resultados, y en este sentido el acuerdo de esta semana le otorga una pátina muy grande de credibilidad: su relato es “yo no voy a regalar los votos de los míos”. El PSOE tiene otro relato, totalmente coincidente con el de ERC, que es el de "si no me votas a favor, eres del blog PP y VOX". Lo que ha sucedido esta semana ha sido que Junts ha demostrado que es capaz de jugar fuerte sus cartas para conseguir afianzar su relato. El relato segundo, el del PSOE y ERC, ha cedido o se ha resquebrajado: nadie se ha acabado creyendo que Junts quisiera acercarse al PP y menos a VOX, pero todo el mundo ha visto como Junts arriesgaba hasta límites honestamente difíciles de soportar. El resultado: aguantar hasta el final vale la pena (como ya se vio en la ley de amnistía o en la referente a los topes de los alquileres). Esto, este dato, por mucho que sea por haber troceado una ley con nombre de discoteca del Maresme, debe servir para configurar los meses que vienen y el fin de la legislatura.

 

Junts hará valer su capacidad de resistencia (y de obtención de resultados) advirtiendo, dicho sea de paso, de que España depende de ellos

 

De entrada, habrá una moción de confianza y allí el relato de todos volverá a quedar expuesto: ERC podrá aprovecharlo o desperdiciarlo para cambiar su mensaje, el PSOE exhibirá capacidad negociadora (y la contrapondrá al estilo del PP de 2017) y Junts hará valer su capacidad de resistencia (y de obtención de resultados) advirtiendo, dicho sea de paso, de que España depende de ellos. Esta es la clave del relato de los próximos años: saber si esto es cierto o no. Hay tres posibilidades: la primera, que esta negociación haya servido a Sánchez para ganar tiempo y ser el bueno de la película, de nuevo, sin tener intención de ir más allá en ninguna otra cesión. La segunda, que todo ello haya servido para reanudar las negociaciones en curso y poder cerrar la carpeta de la transferencia de las competencias integrales en inmigración, así como el catalán en Europa o la efectividad de la amnistía. Cabe decir que, en este apartado, todavía falta saber el papel de Junts en una negociación sobre la “financiación singular”, que seguro también tendrá que acabar pasando por ellos (por muchos esfuerzos que haga Illa en pluralizar su singularidad en las Españas). Y la tercera posibilidad es que la negociación sea menos por interés y más por convicción mutua, es decir, pasar a un reformismo honesto del PSOE y a la actuación como verdadera “mayoría plurinacional” (en palabras de Iván Redondo) que se enfoque a abordar de una vez el reconocimiento nacional de Catalunya. Esto sería cumplir con el espíritu de los pactos de Bruselas, y con la trascendencia que apuntaba a su justificación.

Lo que tenemos hoy es lo siguiente: la mayoría en España depende del independentismo. Las leyes en España dependen de los grupos parlamentarios catalanes, y muy en concreto de los independentistas, de los rebeldes, de los sediciosos, de los terroristas, de los derrochadores, de los ladrones, de los burgueses insolidarios, de los manipuladores de medios, de los supremacistas, de los cobardes del maletero, de los “ellos” a los que se referían los cantos de “a por ellos”. La buena noticia de la semana es que se ha hecho evidente que hay una manera de condicionar a España que, si bien tiene sus riesgos (lo de tensar demasiado la cuerda, etcétera), también abre unas grandes posibilidades, y especialmente si el PSOE acaba creyéndose de una vez que está obligado a adoptar el discurso plurinacional pero con hechos. El PSOE ya no puede combatir a la mayoría creciente de PP y VOX con discursos woke, o solo con promesas de subidas de pensiones, o atizando un miedo a la derecha que la sociedad española no tiene (y la catalana cada vez menos). Pero el PSOE tiene una última carta: creerse lo de la plurinacionalidad y actuar en consecuencia. Y Junts tiene otra carta también: condicionar este hecho, este reconocimiento nacional con todo lo que implica (lo que se llama “resolución del conflicto”), a un precio muy elevado en caso de incumplimiento. Sin olvidar una asignatura pendiente, y es la necesidad de una mayor visibilidad de la propuesta (y el relato) de Junts para gobernar Catalunya y Barcelona. Hoy en día la instantánea del momento da todo el espacio para recurrir a la grisura, el “orden” con tics autoritarios y los discursos vacíos (o verdaderamente divisores) de Salvador Illa y Jaume Collboni.

Dicho en plata: para unionistas, ya tenemos al PP (con o sin VOX). Para realizar cambios de verdad y abordar todo lo que desembocó en 2017, existe un condicionamiento parlamentario y una mayoría teóricamente “plurinacional”. Y, para gobernar Catalunya, todavía estamos pendientes de si se impone definitivamente la "normalidad" buscada por Illa o si este país, teóricamente decepcionado y adormilado, sabe preparar su reanudación con más fuerza. Yo creo que todos los que creen que nos hemos rendido, que ya hemos pasado página y que ahora nos satisfacemos con trocear una ley Ómnibus, se llevarán una sorpresa. Sean del lado que sean.