La derrota de los antiguos roquistas del PDeCAT ha vuelto a generar en los diarios los típicos lamentos hipócritas sobre la supuesta debilidad del independentismo. Mientras que el Estado se ve arrastrado a una situación cada vez más incómoda, los columnistas y los políticos del viejo autonomismo no paran de confundir su pérdida de influencia y la reducción de su margen de maniobra con la relación de fuerzas entre Catalunya y España.
Tiene gracia que los mismos sectores que habían previsto jubilar a Marta Pascal como una independentista mediocre, ahora tengan que promover grandes alabanzas de la joven política caída para poder salvar un poco los muebles. El hecho de que Twitter vaya lleno de bromas sobre la silla de ruedas del nuevo presidente del PDeCAT, David Bonvehí, es uno de las señales que hace pensar que la política institucional cada vez está más desconectada de los bares y de las peluquerías.
La gente siempre prefiere dar el beneficio de la duda y es así que se aceptó el 9-N y la gestión cínica y delirante del 1-O i del 21D. Pero las excusas cada vez son más rocambolescas y pronto serán los mismos independentistas los que arrancarán cruces y lacitos amarillos al lado de los fachas. El processisme ha perdido el control del país y Mad Horse Puigdemont ha pasado a ser el mal menor de los señores de Barcelona, como antes lo había sido Jordi Pujol y después lo fue Artur Mas.
La situación es más grave e inestable de lo que se osa reconocer en los diarios e incluso en los despachos. Si Puigdemont estuviera bien aconsejado, instalaría la sede de su gobierno en Perpiñán, aprovechando la retirada de las euroórdenes españolas y que en Catalunya Norte hay 130 alcaldes que han pedido la libertad de los presos políticos independentistas.
Otra cosa que puede hacer es forzar elecciones en España, aprovechando que Pablo Casado ha ganado las primarias al PP y ha salido a la plaza como un toro de San Fermín. La victoria del delfín de Aznar ante Sáenz de Santamaría y sus aliados de Barcelona hace pensar en aquello que Francesc Pujols escribió sobre el catalanismo de primeros de siglo: "Cambó cogía España por la cabeza, con corona y todo, para dominarla, como el torero que coge el toro por la cornamenta, pero la península Ibérica se defendía a patadas."
Presionar al Estado para que reconozca su derrota o acepte otro referéndum de autodeterminación es una batalla perdida que sólo aumentará el caos en todo España y se acabará de cargar al PSOE de Pedro Sánchez. Todo lo que les queda a los españoles para parar la independencia es la idea de Tabàrnia de Pablo Casado y estas misas victimistas que organiza el procesismo.
Liquidat Rajoy, el único político español que queda de pie con ideas propias es Pablo Iglesias. El régimen está carcomido y la victoria abrumadora que la idea de las primarias ha tenido en la consulta de la ANC acabará de llevarse aguas abajo los políticos que busquen excusas para desescalar el conflicto.
Sería bueno que las primarias den dirigentes que crean en la independencia i comprendan la eficacia de los hechos consumados. En resumen que tengan claro por que fue posible el referéndum del 1 de octubre. Todo esto antes que la situación internacional se complique en demasía y que la Generalitat hinche más de la cuenta el protagonismo de los fascistas que corren por el Principado.