Los grandes foros económicos y sociales mundiales representan visiones importantes para construir un mundo más justo. Lo explicaba hace años en Girona la profesora Maria Dolors Oller en un acto sobre el nuevo orden mundial y las religiones. Oller es doctora en Derecho y profesora de Derecho Público, y desde su trabajo en Justícia i Pau es una de las voces más autorizadas para hablar de cómo va nuestro mundo y de qué papel puede jugar en este la espiritualidad. Su propuesta para construir la convivencia radica en hacer entender que las religiones no pueden resolver por sí mismas los problemas mundiales: ecología, injusticia... pero sí que defiende que pueden conseguir aquello que solamente con planteamientos políticos, económicos y sociales no se puede obtener, que es una transformación, un cambio en las relaciones humanas.
Si hay una masa crítica, un grueso de personas y entidades que ven que hace falta una nueva conciencia colectiva, el materialismo puede dar lugar también a la espiritualidad, y la competitividad se puede convertir en cooperación. Oller es muy pertinente cuando recuerda que si bien las tradiciones religiosas se expresan por medio de la sabiduría, el amor, la compasión... no son inmunes a la locura, al pecado y a la maldad. Instituciones religiosas han dado apoyo a sistemas de exclusión y no han sido paradigmas de bondad. Pero estas desviaciones no pueden ofuscar la realidad de la mayoría de entidades religiosas que trabajan para formar a personas implicadas que quieren cambiar positivamente el mundo. Coincido con una visión que no pase por alto el hecho religioso y su concreción en diferentes tradiciones religiosas: la religión se concreta culturalmente, y no es lo mismo el nivel de piedad y su expresión en Banyoles que en Jerez de la Frontera. Defender la diversidad cultural comporta también defender la libertad de creer (y de no creer). La convivencia y la cohesión social, la equidad, la diversidad... solo se podrán conseguir si se garantiza esta premisa. El mundo está hecho de personas creyentes, y de muchas personas no creyentes.
Las religiones pueden ser útiles en la gobernanza global, educando en actitudes éticas y promoviendo la democracia. No es una evidencia, y en muchas de sus estructuras se encuentran con impedimentos. Un mundo para todos es un mundo en el que los individuos cuidan de la casa común, que es la Tierra. En los grandes foros mundiales el aspecto interreligioso es cada vez más presente. En los seminarios de relaciones internacionales el hecho religioso aparece. En la resolución de conflictos el factor religioso se tiene en cuenta. En la promoción de la diversidad no se puede pasar por alto la espiritualidad. Las religiones no han venido a molestar. Existen y configuran la vida de millones de personas. Su ausencia también es una realidad. Ateos y creyentes lo tienen que tener en cuenta y respetarse. En el cuidado del ambiente se pueden encontrar, y no es una acción solo de algunos grupos minoritarios. La espiritualidad está presente en cumbres del clima y en encuentros mundiales de alto nivel político. Y no se juntan para rezar, sino para mejorar el mundo conjuntamente.