"Las palabras más simples, las realidades más tangibles, terminan por perder su sentido y por significar todo lo contrario"
Romand Rolland

No sé si se han hecho ya con el kit de supervivencia para 72 horas. Les confieso que yo hace tiempo que lo tengo, no por nada, sino porque tener algo de agua, latas, linternas, velas, medicamentos, material para curas y una radio que vaya a pilas, es lo mínimo por si hay cualquier problema y, después de lo que hemos vivido, a ver quien es el guapo que está seguro de que no será necesario. Confieso que en mi caso no tiene mayor mérito, nada que vaya más allá de haber sido criada por una previsora señora de Bilbao que tenía una despensa no para uno sino para dos apocalipsis. Me falta, eso sí, lo que antes se llamaba un camping gas, y es que comer latas y cosas frías, aunque sea en una emergencia, no casa con mi sentido de lo que es alimentarse. La navaja suiza legítima la compramos allí mismo, que hasta para traerse souvenirs hay que tener un poco de ojo.

Háganse con el kit por si las moscas, excepto que sean o quieran pasar por progresistas pata negra, porque, en ese caso, lo que tienen que hacer es mosquearse. ¿A qué viene alarmarnos de esa manera? No tiene sentido, puesto que, en realidad, no vamos a rearmarnos, sino a prepararnos para el 2030. Prepara 2030 en vez de Rearma Europa y así los que mordían por la agenda 2030 pueden seguir dándonos la matraca con sus conspiranoias. ¿Estará al tanto Soros de lo del rearme? El caso es que sí, que en los próximos cinco años vamos a prepararnos para una eventual invasión rusa de territorio de la Unión Europea, sobre la que los servicios de inteligencia alemanes y daneses ya tienen datos. Macron ha llegado a decir que serán Moldavia y Rumanía el próximo lugar por el que Rusia rompa la legislación internacional y las fronteras. Eso si Trump no se lanza a conseguir "de un modo u otro" la isla.

No vamos a rearmarnos, no se asusten, sobre todo si son progresistas obedientes. Solo vamos a incrementar nuestras capacidades defensivas a toda leche

No vamos a rearmarnos, no se asusten, sobre todo si son progresistas obedientes. Solo vamos a incrementar nuestras capacidades defensivas a toda leche, vamos a reactivar la industria militar europea, vamos a limar nuestras dependencias exteriores más acuciantes, vamos a reindustrializarnos, a buscar tierras raras debajo de las piedras —que retruécano más ocurrente— y todo ello organizado desde Europa para que el paisanaje no pueda salir con pejigueras ecologistas o medioambientales, que no está el horno para bollos. Verán que un cambio de marco de tal magnitud y a tal velocidad no está al alcance de todos los espíritus, así que los líderes se encargarán de maquillarlo y, si es preciso, de mentirnos. De eso no se le puede acusar a Pedro Sánchez, que ya nos avisó de que entrará en modo neoorweliano por nuestro bien. El que avisa es avisador, lo que, por una vez, le honra.

Varios países europeos estudian ya apropiarse de la estructura de la OTAN, vaciada de Estados Unidos, como fórmula de integración de las capacidades de defensa plenamente europeas. Lo cual es muy interesante y lo sería también para España, que no puede permitirse el lujo ni de arrastrar los pies con el rearme ni de quedarse fuera de estas nuevas estructuras de poder europeo. Excepto que sea un progresista avant la lettre,  en cuyo caso lo que debe hacer es quedarse fuera del marco, decir a nuestros socios que para estas zambras no nos metimos en la UE y transformarse en neonacionalista español, autárquico y autosuficiente. Como si se pudiera. Y esto a día de hoy vale para todo nacionalismo.

Mientras todo esto se sustancia a ritmo de vértigo, un progresista disciplinado debe alterar otros muchos marcos mentales con disciplina y rigor. Por ejemplo, ¿quién diría que ahora pedir el secuestro previo de publicaciones era lo más de lo más? Cosas veredes, que dijo Sancho. Así que ahora no se te ocurra pronunciarte contra la censura previa, contra el secuestro o a favor de la libertad de creación que se aúna a la de expresión, porque te dan un vapuleo y te dejan tieso por poco empático, por no pensar como una madre, por no unirte al linchamiento. ¡Quién nos iba a decir que íbamos a sacar los rosarios de nuestros ovarios para meternos el Código Civil o el Penal llegado el caso! Todo esto lo apoya la ministra del ramo feminista, por las narices, que ha dicho que ve muy bien que un libro no vea la luz. Viva la censura previa si es con mucha sororidad.

Incluso si con el manual del buen progresista en la mano ha logrado sortear todo lo anterior y la emergencia de Groenlandia —¿qué haríamos en caso de ataque a Groenlandia?, ¿qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?—, le quedará el salto con pértiga de asumir que es un progreso sin límites que el Gobierno nos diga que va a incumplir la Constitución para no hacer perder el tiempo a nuestros representantes. Entiendo que un seguidor del César en las Galias pudiera asumir tal aserto, pero ¿qué digo?, los próceres romanos le tenían más respeto al Senado. El Gobierno actual, que obtiene su legitimidad del respaldo parlamentario, no quiere molestar al parlamento con la ley de leyes porque no tiene posibilidad de sacarla adelante, o sea, no tiene el respaldo parlamentario. Si eres un buen progresista, de los de prietas las filas, tienes que tragarte y defender que donde la Constitución dice "deberá presentar" —en un futuro simple del indicativo que expresa una obligación— se lee en realidad "presentará si le viene bien" (o presentará a su conveniencia o presentará a su antojo o presentará si a bien lo tienen las gónadas del presidente). Este salto sería divertido de no ser tan grave. Divertido porque pusieron a caldo a Rajoy por incumplir el plazo de presentación marcado, aunque sí los presentó. Grave porque cuando empiezas a leer lo que pone la Constitución más claro que el agua y decides que no importa que los tuyos se lo salten —¡al menos no gobierna la derecha, carajo—- has iniciado el camino de la demolición. Ese artículo es igual de importante que cualquier otro. Saltada la molestia de uno será más fácil saltar la de los que vengan. Saltado una vez el Congreso, saltarlo otras será cuestión de vaselina.

Ser progresista ahora mismo es una complicación mental. De tanto retorcerte los principios, puedes acabar en el sitio exacto en el que no querías estar. Si en vez de progresista eres comunista, estás exactamente donde estabas hace cuarenta años, pero dándole la vuelta a todo. Así que sí, para no ser acusado de heterodoxo, tienes que girar los principios a la velocidad de la cabeza de la niña del exorcista, como ya aprendiste a hacer con los saharauis y con tantas cosas, tener doble o triple personalidad, desdoblarte ante tu conciencia. Y, sobre todo, tienes que asumir que nada significa nada: ni las palabras ni los principios ni las instituciones ni los compromisos internacionales. Nada es nada. ¡Pero al menos no manda la derecha, carajo!