¿Soy la única que tiene la sensación de que estamos sobrecargados de información y que pasamos demasiadas horas en las redes sociales y demasiado pocas en la realidad? Te levantas por la mañana y antes de las nueve ya te han llegado, a través de alguno de los sentidos, doscientas noticias que se contradicen entre sí. Desayunas y ya te han asaltado trescientos anuncios diciéndote que hasta ahora no eras feliz porque no tenías su producto —el mejor del mercado y de la historia de la humanidad— y que qué esperas para comprarlo, que ya llegas tarde. Prisa y más prisa. A la hora del almuerzo, ya has leído tantos pensamientos profundos en las historias de Instagram que parece que estés levitando. A media tarde, ya te han llegado doscientos anuncios electorales de políticos que te prometen el edén si los votas. Por la noche, ya te han informado diez veces que, después de estas elecciones, seguramente harán otras porque se aburren y no saben cómo gastarse el dinero. A la hora de cenar, ya has visto cuatrocientos vídeos de gente que entiende de todo, pero que no saben ni construir una frase subordinada. Y antes de ir a dormir, ya has leído no sé cuántos tuits de gente que por la mañana defendía con uñas y dientes una idea y que ahora defiende la idea contraria. Y todo esto trabajando ocho horas diarias y llevando a cabo el resto de obligaciones (ir de compras, llevar a los niños a la escuela, limpiar el hogar, cocinar, lavar la ropa…).
Tener tiempo para no hacer absolutamente nada o para quedar con los amigos un buen rato sin otro fin que pasarlo bien, está mal visto
Podéis entender, pues, que, a la hora de cerrar los ojos y dormir, nos sea absolutamente imposible hacerlo porque nuestro cerebro, que está intentando almacenar adecuadamente toda la información que le ha llegado durante el día, todavía va a 300 km/h. La consecuencia de todo esto es que la información queda esparcida sin ningún orden ni sentido dentro de nuestro inconsciente y sale cuando menos nos lo esperamos. Por ejemplo: hace dos semanas fui a comprar pan por la mañana y, en vez de pedir a la dependienta una barra de pan, le solté que era una fascista y que, la gente como ella, tendría que estar encerrada en la cárcel. ¿Vosotros sabéis por qué le dije esta tontería? ¿No? Pues yo menos todavía. No he vuelto nunca más a la panadería. ¿Cómo no vamos a estallar con todo este estrés informativo?
Para contrarrestar toda esta sobreinformación y estar tranquilos, la única solución que veo es eliminar todas las aplicaciones del móvil y utilizar el móvil durante una temporada como un simple teléfono fijo de los de antes (para recibir llamadas imprescindibles); salir a andar cerca de la naturaleza; quedar con los amigos sin móvil y charlar un rato; hacer deporte; jugar a cualquier juego con algún ser humano o animal; salir a bailar… Resumiendo: socializar en la vida real con personas reales.
Lo único que necesitamos los seres humanos para ser felices es el amor, el contacto honesto con los demás; y lo único que hacemos durante el día es hablar con personas, que muchas veces no sabemos ni quiénes son, a través de una pantalla. Interactuamos con una pantalla todo el día y la gente que tenemos alrededor hace lo mismo. Es totalmente absurdo. Quedas para tomar una cerveza con un amigo y tanto tú como el amigo o bien estáis hablando a través del móvil con otra persona que no está físicamente o bien estáis colgando una foto de la cerveza en las redes sociales y diciendo a vuestros seguidores que os lo estáis pasando muy bien con alguien con quien ni siquiera has intercambiado una frase. Parecemos imbéciles. La realidad es que, a lo largo de la historia, nunca habíamos estado tan solos, estresados y desinformados como ahora. Si no vives estresado y haces más cosas de las que puedes asumir, no eres nadie. Parece ser que tener tiempo para no hacer absolutamente nada o para quedar con los amigos un buen rato sin otro fin que pasarlo bien, está mal visto, que es mejor decir: «ya quedaremos otro día, envíame un WhatsApp, que voy de culo». ¿Creéis que de esta manera es posible disfrutar de algo y ser feliz? Yo creo que no; no vivimos nunca en el aquí y el ahora. Pero no os preocupéis, siempre nos quedarán las frases de autoayuda barata de Instagram o los viajes a los mismos destinos que todo el mundo para ir tirando.