No es lo mismo un “buen hombre” que un “hombre bueno”. La diferencia está en que el primero suele ser alguien ingenuo, dócil y que a menudo inspira lástima mientras que el segundo es alguien honesto, comprometido y defensor de algunas causas que sabe de antemano perdidas. José Antonio Griñán es un hombre bueno, además de discreto, tímido, inteligente, de principios inquebrantables y profundas convicciones. Un socialista de los que apenas asoman ya por la escena pública y que a estas alturas de su vida no aspira más que a ser un buen ciudadano y una buena persona.
La Justicia le ha sentado en el banquillo junto a una veintena de exresponsables de la Junta de Andalucía para juzgar su responsabilidad en el caso de los ERE. Pese a lo que escuchen o lean —y estos días podrán oír y leer muchas mentiras— lo que se dilucida no es un asunto de financiación ilegal del PSOE, ni el mayor caso de corrupción política que se ha dado en España, ni el desvío de más de 800 millones de euros de las arcas públicas a los bolsillos de los “amiguetes”…
Una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad por muy grande que sea el cuerpo tipográfico que se emplee para escribirla. Y por mucho paralelismo que intente establecer la derecha política y mediática entre este caso y el de la Gürtel no existe ninguno. Ni Griñán, ni Chaves metieron jamás la mano en la caja, ni desviaron un euro a la financiación de campañas electorales, ni blanquearon capitales, ni se enriquecieron a costa del erario público… Ninguno de ellos tiene dinero en paraísos fiscales, por no tenerlo no lo tienen ni en sus exiguas cuentas corrientes, cuyo saldo fue público durante años.
Repartieron ayudas a empresas en crisis con un procedimiento dudoso, pero aprobado, por cierto, en el Parlamento andaluz con el voto favorable del PP, que nada tuvo que objetar al respecto cuando se impulsó. El delito no fue el sistema, sino la utilización que algunos hicieron de él.
¿Se desvió fraudulentamente dinero público? Sí. ¿Es de recibo? En absoluto. ¿Tuvieron responsabilidades en ello Chaves y Griñán? Política, desde luego, por no vigilar. Ya pagaron por ello. Se fueron, o mejor dicho los marcharon. Antes incluso de ninguna imputación, Griñán abandonó la Presidencia de la Junta, y después el escaño.
Griñán ha callado mucho y ha sufrido más porque pocos como él en la vida pública tienen un sentido de la responsabilidad y de la honorabilidad como lo ha tenido él a lo largo de su dilatada carrera
No pudo soportar la presión del señalamiento público porque es un hombre honesto que jamás ha hecho fortuna con la política, que no tuvo casa en propiedad hasta pasados los 40 años, que no cambiaba de coche hasta que se le caía a pedazos y que ha soportado en silencio y sin un mal gesto ni una palabra más alta que otra la indignidad de propios y extraños.
Han sido siete eternos años en los que ha sufrido, ha llorado, ha escrito para sí mismo y ha callado. Sólo quienes le conocen saben del dolor acumulado. Lo escribió hace dos años su hijo mayor en su muro de Facebook: Quien calla, sufre. Y Griñán ha callado mucho y ha sufrido más porque pocos como él en la vida pública tienen un sentido de la responsabilidad y de la honorabilidad como lo ha tenido él a lo largo de su dilatada carrera, a la que, por mil Alayas que existan, nadie podrá poner una sola tacha.
Es difícil encontrar a alguien en política más íntegro. Los habrá iguales, pero no más que Pepe Griñán. Quienes metieron la mano en la caja fueron unos cuantos bandidos de la Consejería de Empleo que están identificados, pero no dependían jerárquicamente de él. Toda la acusación sobre el expresidente de la Junta se sustenta sobre la base de no haber modificado un procedimiento que él no aprobó, que estaba en vigor cuando llegó y que el propio interventor de la administración autonómica calificó de inadecuado, pero no ilegal.
Así que no, igual que los ERE no son comparables a la Gürtel, Griñán no es ni parecido a Ignacio González, a Francisco Granados y a cuantos en el PP se forraron y expoliaron las arcas públicas de los organismos por los que pasaron. Y quien pretenda equipararlos, miente a sabiendas de que miente.
Su esposa, Mariate Caravaca, ha escrito estar orgullosa de él, de su “honestidad” y su “decencia” horas antes de que comenzara en la Audiencia de Sevilla el juicio por la pieza política de los ERE. Sólo ella y muy pocos más saben del calvario personal por el que ha pasado en los últimos años, y quienes sí y quienes no han estado a su lado. No han sido tantos, y entre ellos no están si quiera aquellos que le deben todo lo que hoy son en política. Y aún así él calla porque es decente, honesto y buena persona.