La verdad es que grietas no faltan. En el independentismo y en el bloque pro-155. Y como dejó escrito Benedetti:
hay una sola grieta
decididamente profunda
y es la que media entre la maravilla del hombre
y los desmaravilladores
aún es posible saltar de uno a otro borde
pero cuidado
aquí estamos todos
ustedes y nosotros
para ahondarla
señoras y señores
a elegir
a elegir de qué lado
ponen el pie (…)
La Generalitat y el Gobierno aún no han elegido de qué lado de la hendidura poner el pie. Entramos en otra semana sembrada de especulación porque nada sabemos: si Puigdemont proclamará o no la DUI; si convocará o no elecciones: si serán o no al amparo de la LOREG: si irá o no al Senado…Todo depende de a quién escuche el president, si a las CUP o los moderados que quedan en el PDeCAT.
Y al otro lado, igual. Rajoy no lo quería, pero ya tiene el 155 y el apoyo que buscaba para ejecutarlo. Sin embargo, los últimos mensajes lanzados desde La Moncloa no pueden ser más contradictorios sobre en qué momento y en qué circunstancias el Gobierno paralizaría la aplicación de un precepto excepcional que ha sido desplegado de forma expansiva. ¿Sólo si Puigdemont no declara la independencia? ¿Sólo si convoca elecciones y estas son autonómicas? ¿Sólo si renuncia a la expresión constituyentes? ¿Sólo cuando se restablezca la legalidad, se disipe la incertidumbre institucional y acabe el desasosiego?
Que Puigdemont convoque elecciones, antes o después de una DUI, ya debiera ser un motivo para parar el reloj de un 155 con el que veremos cosas nunca vistas
Pregunten a quien pregunten habrá cada vez una respuesta diferente. En el PP y en el PSOE. El caso es que el bloque pro-155 empieza a padecer también las primeras grietas, y no sólo sobre la aplicación del demonizado artículo, también sobre algunos de los contenidos que incluye el acuerdo de Gobierno que tiene inflamada, desgarrada o entusiasmada —según los casos— a toda España. Actitudes hay tantas como gustos y colores. Pero en este tiempo de descuento, y después de varios ultimátums, Rajoy no quiere más vacilación. Tampoco Ciudadanos, el partido más vehemente en la defensa del artículo. El PSOE, consciente de la factura que supone corresponsabilizarse de la puesta en marcha de la intervención/liquidación del autogobierno catalán, se ha venido abajo y avisa de que si el independentismo convoca elecciones, con la etiqueta que sea, habrá que parar esta locura. El PP ha ido virando en función del día y del vicesecretario general que se pusiera ante el micrófono. Y lo mismo, los ministros. Y mientras, sigue el desgarro, la salida de empresas, y el destrozo emocional y económico.
Si en el independentismo no hubo nadie que pensara en todo ello cuando prometió la felicidad y el bienestar de la noche a la mañana, al menos tendrá que existir quien en La Moncloa sopese las consecuencias, no sólo para Catalunya, sino para toda España. Cerradas todas las puertas, aún quedan, aunque cada vez menos, algunos días para abrir alguna ventana. Ante semejante pulso al estado de derecho, no caben cesiones pero tampoco hay que buscar humillaciones.
Que Puigdemont convoque elecciones, antes o después de una DUI, ya debiera ser un motivo para parar el reloj de un 155 con el que veremos cosas nunca vistas. Y no hablamos sólo del control por parte del Estado de una televisión pública —que a eso ya estamos por desgracia acostumbrados—, sino de un país con una gravísima fractura social donde la convivencia no volverá a ser la que fue en muchos años. Quédense con aquello de que donde hay grietas, al final entra la luz, porque quizá las detectadas en el frente pro-155 —sobre todo entre populares y socialistas— pueden frenar que, a partir del sábado, en España se haga de noche y no volvamos en muchos años a ver el sol.