Cuando despierte, ella ya no seguirá ahí. Le pasará lo mismo que al dinosaurio en el cuento más breve de cuantos cuentos breves se hayan escrito. Con menos éxito de crítica y público que el cosechado por Monterroso, eso sí, porque su caso es de los que producen idéntico rechazo en propios como en extraños.
Al liderazgo más sobrevalorado y efímero de la reciente historia de nuestra democracia le faltan días para abandonar el Palacio de San Telmo y pasar a la oposición, ya que el pacto de las tres derechas está cerrado a falta de los últimos flecos. Aunque esa alianza es justo la que no quería Ciudadanos por miedo a ser retratado junto a Vox y que la imagen le achique el espacio de centro, ha podido más la tentación de cambio tras 36 años ininterrumpidos de gobierno socialista en Andalucía que no que a Rivera lo puedan acusar en España y en Europa de blanquear a la ultraderecha.
Quien pensara que el acuerdo no llegaría es que está tan miope como Susana Díaz o forma parte de la pléyade de aduladores que le susurran al oído las posibilidades de futuro que aún tiene, a pesar de sus reiterados fracasos y su falta de visión política. Y eso que cada vez son menos. No hay nada como perder el poder para que empiecen a salir de bajo las piedras una legión de negacionistas de Díaz y de su doctrina de la “máxima autoridad” y el “ordeno y mando”.
En la política, como en la vida, uno recoge lo que siembra, y la presidenta de Andalucía en funciones ha sumado en su corta trayectoria más detractores que partidarios. Por su soberbia, por su arrogancia, por su impostura, por su forma de ejercer el poder o por haber sido la responsable de haber perdido el poder en el mayor bastión electoral del PSOE, no hay quien dé ya un euro por su carrera política ni en la interna ni en la externa.
Si lo que busca es erigirse de nuevo en la mayor crítica entre los críticos de la política de Sánchez en Catalunya, no encontrará quien la siga, a pesar de que haya habido ya otros barones que han cuestionado la relación del presidente con los independentistas por miedo a una sangría en las próximas elecciones municipales y autonómicas.
Díaz ha aprovechado el día de Navidad para emitir señales de que ha vuelto para plantar cara a Pedro Sánchez, acallar a quienes le exigen que dimita y echar más gasolina al ya inflamado debate sobre las cuestiones nacionales. La Constitución tiene desde hoy, además de sus siete padres, una madrastra que clama por el 155 como si el tan demonizado artículo la fuera a devolver a San Telmo o a convencer a sus correligionarios de que ella vuelve a ser el faro que guíe al socialismo. Pues eso: que cuando despierte, ella ya no seguirá ahí. Lo decidieron los andaluces y, mucho antes, los socialistas. Y parece que es la única que no se ha enterado aún de ello.