Ella que tanto criticó a Sánchez por flirtear con Iglesias; ella tan reacia a las protestas callejeras; ella que tantas veces se erigió en garante de la estabilidad institucional; ella que prometió un “traspaso ejemplar”; ella que tanto clamó contra el 15-M... Ella, que no fue capaz de llenar las urnas, se ha propuesto ahora llenar las calles y rodear el Parlamento cuando no se ha constituido siquiera el nuevo gobierno.
El cambio no ha empezado aún en Andalucía, pero los primeros efectos ya se han notado en Susana Díaz. Claro, no es lo mismo estar en el gobierno que en la oposición. No es lo mismo hacer política con un presupuesto de 35.000 millones de euros que con los fondos de una organización venida a menos tras la pérdida del poder. Y no es lo mismo presidir la comunidad autónoma más poblada de España que ser una secretaria general más de un partido político.
Ahora es el momento de la verdad. Y ahora es cuando tendrá que demostrar si este es su triste final o, por el contrario, le queda recorrido como auguran sus ya escasos entusiastas. Los mismos, por cierto, que pronosticaron que arrasaría en las primarias frente a Sánchez y lideraría de forma brillante el PSOE y se quedaron con las ganas.
Lo suyo, en realidad, es el miedo a la alternancia, el desasosiego por la supervivencia personal, el pavor a perder poder institucional u orgánico. El pánico, en definitiva, a dejar de ser y no ser nada
De momento ha fletado autobuses y enviado a sus huestes a gritar a la calle. Pero lo suyo, aunque lo disfrace, no es el clamor contra la obsesión de la ultraderecha por recortar derechos ni por hacer de las mujeres el blanco de sus políticas machistas. Lo suyo, en realidad, es el miedo a la alternancia, el desasosiego por la supervivencia personal, el pavor a perder poder institucional u orgánico. El pánico, en definitiva, a dejar de ser y no ser nada.
Por eso le ha montado a Moreno Bonilla una manifestación de protestas a la puerta del Parlamento antes de que fuera investido y ha enviado a militantes, cuadros y consejeros en funciones a sostener la pancarta. ¿Imaginan lo que hubiera dicho ella si Sánchez hubiera ido a las puertas del Congreso a manifestarse el día que fue investido por última vez Rajoy presidente del Gobierno?
Que el PSOE pierda el poder, tras 36 años de gobierno, forma parte de la democracia y de un sistema parlamentario en el que es presidente no quien más votos tiene, sino quien más apoyos recaba. Tan legítimo es que Moreno Bonilla sume con Ciudadanos y Vox como que lo hiciera el PSOE con los naranjas hace cuatro años y hace ocho, con IU. Otra cosa es lo que, a partir de ahora, ese three party tenga intención de hacer o deshacer y si, el bloque de derechas en su conjunto está dispuesto a asumir como propias algunas de las posiciones pre democráticas que adornan el ideario del partido de Santiago Abascal. Pero eso es una cosa y otra distinta creer que el poder le pertenece a uno por derecho divino y porque lo ha ejercido con mano de hierro desde el primer hasta el último día. La democracia es democracia gobierne o no Susana Díaz.