No saben quién es Borges ni conocen el placer de perderse en las palabras de Cortázar. Ni siquiera les suenan sus nombres. Y lo peor es que, como decía el primero, el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta imperativos. ¡Lástima que sea así! Y todo porque un ministro de apellido Wert impulsó una ley en 2015 que sacó la literatura hispanoamericana del currículo oficial obligatorio en toda España. Después, nadie se ocupó de recuperarla.
Los contenidos que estudian la mitad de los alumnos de Bachillerato se limitan a autores españoles o simplemente incluyen alguna referencia a Rubén Darío como si la cultura en castellano fuera disociable de la hispanoamericana. Sin leer a Benedetti, Monterroso, Echenique, Huidobro, García Márquez o Rulfo es imposible comprender la vida, viajar a distintos universos, perderse en un proceloso mundo de laberintos emocionales o verse a través de múltiples espejos.
No son letras, son historias y poemas que permiten ordenar el desorden o desordenar el orden. En cada libro hay una lección de vida, de amor, de amistad, de intelecto o de deseo. Y el desconocimiento de una inmensa mayoría de nuestros jóvenes de esta literatura no tiene lagunas. Saben, eso sí, todo lo que se mueve en las redes sociales, el nombre de todos los concursantes de Gran Hermano, la vida y milagros de los protagonistas de First Dates y hasta el último chisme de los concursantes de Supervivientes.
Ni un escritor, ni un poeta, ni un filósofo, ni un intelectual… Esta es la España que viene a la política
Y, luego, nos preguntamos por qué los rostros de la televisión siguen llenando las listas de los partidos políticos para las elecciones del 28-A. Los últimos en incorporarse han sido a las del PP, Miguel Abellán, un torero que ganó el concurso de Mira quién baila y a las de Vox, Rafa Lomana, un escalador y entrenador físico que llegó a finalista de las ediciones de Supervivientes.
Ni un escritor, ni un poeta, ni un filósofo ―Gabilondo es la excepción y ya llegó hace tiempo―, ni un intelectual… Esta es la España que viene a la política. Luego está la que ya tenemos, que no parece muy distinta al espectáculo que promete darnos a diario el próximo Parlamento. A Rufián le va a costar lo suyo seguir siendo la atracción mediática del Congreso.
En el fondo ellos ―los que no representan― no son tan distintos a la sociedad que entre todos hemos construido. ¿Acaso hay alguna diferencia entre el griterío, la descalificación y el insulto que habita en el Parlamento con lo que escuchamos en algunas tertulias televisivas?
Para los que sí lo leyeron, siempre quedará el recuerdo de Táctica y Estrategia, la única batalla que merece ser vivida y celebrada, que en el caso de Benedetti fue llegar a ser necesitado por la amada, y en España bien podría ser la de recuperar el conocimiento de la literatura hispanoamericana. Nunca es tarde para “quedarme en vos”, que diría el uruguayo.