Tanta bandera y aquí lo que de verdad le gusta a Mariano Rajoy son los escudos para parapetarse tras ellos y que le hagan, como corresponde a toda protección, de arma defensiva. Lo ha hecho con los jueces, con los fiscales, con la política, con la Guardia Civil y, ahora, con Felipe VI para que el monarca se dirigiera a la nación, no como jefe de Estado, sino de gobierno.
La intervención del Rey no estuvo planteada para arbitrar ni moderar en una situación de flagrante inestabilidad de las instituciones, sino para asumir como propio el diagnóstico, por otra parte, impecable, que escuchamos cada día a los miembros del Gobierno y a los dirigentes del PP: defensa de la Constitución, del Estatuto de Catalunya, de la legalidad, del estado de derecho y de la integridad territorial.
Si Felipe VI hubiera querido asumir el papel de moderador, tal y como le asigna el artículo 56.1 de la Constitución, se hubiera referido a los heridos del 1-O —sin entrar en la guerra de cifras—, hubiera pronunciado la palabra diálogo y hubiera llamado al entendimiento, después de que se restableciera la legalidad en Catalunya.
La situación de desobediencia civil a la que la Generalitat ha empujado a los catalanes pedía a gritos un discurso de jefe de Estado, mucho más tras las imágenes de acoso a la Policía y la Guardia Civil que toda España vio el lunes por la noche.
El Estado no existe en una parte del territorio y, en lugar de gobernar, Rajoy envía a Felipe VI para que le ponga en pista el artículo 155 de la Constitución Española
El Gobierno de España se ha revelado incapaz de hacer cumplir la ley en Catalunya. El Estado no existe en una parte del territorio y, en lugar de gobernar, que viene a ser lo mismo que tomar de decisiones, Rajoy envía a Felipe VI para que le ponga en pista el artículo 155 de la Constitución Española. Y todo, cuentan en Moncloa, porque no tiene claro el apoyo del PSOE.
Los socialistas no gobiernan, pero el presidente se ha empeñado en hacerles partícipes de su fracaso en Catalunya. No les necesita para aplicar el 155, pero los quiere a su lado. Tiene la mayoría absoluta que necesita en el Senado para tomar la única decisión política que le permite, sin mediar jueces, ni fiscales, ni policías, restablecer la legalidad en Catalunya, pero no se atreve a hacerlo sin el apoyo del PSOE como no se atrevió tampoco a actuar el día que el Parlament aprobó los pasados 6 y 7 de septiembre sin las mínimas garantías democráticas y saltándose sus propias normas estatutarias las leyes de referéndum y transitoriedad.
Y mientras, España se desgarra. Y mientras, el Estado no puede garantizar la seguridad de guardias civiles y policías. Y mientras, pasa el tiempo. Y mientras, el independentismo prepara la declaración unilateral de independencia. Y mientras, nuestro país se convierte en la vergüenza de Europa y en preocupación de todos los socios europeos. Y mientras, otros buscan mediadores. Y mientras, la derecha ataca a los socialistas por pedir responsabilidades políticas por el desastre del 1-O. Y mientras, Rajoy sigue en La Moncloa, incapaz de gobernar y escondido tras el resto de instituciones del Estado. Gobierne, presidente. Y si no sabe hacerlo, échese a un lado y no moleste para que otros puedan lograr lo que usted no está dispuesto.