Un ministro que condecora con la medalla al mérito policial a una Virgen, compara el aborto con ETA, recibe en su despacho a un imputado del caso Bankia, sostiene que una Cataluña independiente “sería pasto del terrorismo” y rechaza el matrimonio gay porque “no garantiza la pervivencia de la especie” es, cuando menos, peculiar.
Si además utiliza su cargo y las Fuerzas de Seguridad del Estado para perseguir a los adversarios políticos, su “particularidad” se convierte en un problema para la democracia y el Estado de Derecho. Por mucho menos, cayeron otros. Pero hablamos de Jorge Fernández Díaz, un personaje de misa y confesión diaria, que debe pedir perdón con frecuencia por todos y cada uno de sus pecados y que además tiene bula con el presidente del Gobierno.
El titular de Interior en funciones pertenece al círculo más íntimo de Mariano Rajoy, tiene buenos y “beatíficos” amigos en varios medios de comunicación que se encargan de blanquear -cuando no ocultar- sus tropelías y viaja a menudo al Vaticano en busca de la bendición papal.
Pese a todo, ha sido reprobado en el Parlamento con los votos de todos los partidos, salvo los del PP. Y aún se jacta de que que la Fiscalía del Tribunal Supremo no haya visto ningún elemento delictivo en su censurable actuación porque dice que le merece más respeto que lo que decidan sus señorías.
La declaración dice mucho sobre la concepción que Fernández Díaz tiene de una democracia y del uso arbitrario del poder que ha ejercido el Gobierno del PP en los últimos cuatro años. Porque para el ministro, lo importante no es que él creara una policía política, cuando menos, para espiar al adversario, sino que un medio de comunicación difundiera las grabaciones de su “hazaña”.
No lo ve así ningún grupo parlamentario de cuanto están representados en el Congreso. Y tampoco muchos de los diputados del PP que, por disciplina de voto, se han visto obligados a votar contra la sonora reprobación. En la derecha también hay, aunque no lo digan en público, quienes se avergüenzan de una hoja de servicios como la acreditada por Fernández Díaz. No es el caso de Rajoy, claro, principal valedor del ministro. La duda está en si, para el mandamás de los populares, Fernández Díaz es sólo un ministro “tocado” o también está “hundido” y, por consiguiente, inhabilitado para cargo público.
En la continuidad o no de Fernández Díaz en el Gobierno veremos la disposición de Rajoy a gobernar desde el acuerdo, el diálogo y el entendimiento con otras fuerzas políticas
El presidente del Gobierno en funciones, que en una semana será investido de nuevo, tendrá la ocasión de demostrar si en esta nueva legislatura está dispuesto o no a gobernar de modo distinto a como lo ha hecho con una holgada mayoría absoluta. En la continuidad o no de Fernández Díaz en el Gobierno veremos la disposición de Rajoy a gobernar desde el acuerdo, el diálogo y el entendimiento con otras fuerzas políticas. Si preguntara entre sus socios naturales o coyunturales del arco parlamentario, no obtendría la venia de ninguno.
Y no parece que estrenar mandato con un ministro reprobado por la vergonzante utilización de las instituciones públicas en beneficio propio y contra los adversarios sea lo más recomendable para la necesaria regeneración de nuestra malsana democracia.
Pronto saldremos de dudas. Pero no pongan demasiada esperanza porque en el PP se barruntan que el presidente, poco dado a los cambios, reestructurará su gabinete más por adición que por sustracción. Vamos que se limitará tan sólo a llenar las vacantes de algunas carteras hoy sin ministro -como Sanidad y Fomento- que a prescindir de algunos de los titulares de Departamento. Mal comienzo.