Y sin necesidad de recurrir a las puertas giratorias, oigan. Ahí lo tienen. Un presidente de Gobierno en ejercicio ligado, mediante contrato mercantil, a un grupo empresarial, un gigante editorial con intereses en distintos sectores estratégicos, para más señas. ¡Lo nunca visto!
Lo de menos son los memes que circulan por la red sobre el tiempo libre del que dispone Pedro Sánchez para escribir sus memorias. Tampoco importa demasiado que, cuando aún no se ha apagado el eco de la polémica sobre el presunto plagio de su tesis doctoral, el presidente dé pábulo a que se especule sobre si tiene o no un negro que le haga los trabajos editoriales que luego él firma.
Esto no va de libros, ni de amanuenses, ni de tiempo libre, ni de capacidades para escribir lo vivido. Esto son negocios. La polémica trasciende la brocha gorda y el chascarrillo porque tiene que ver con la confusión entre lo público y lo privado, con el tráfico de influencias y con un debate, que trasciende lo ético, sobre si un presidente en ejercicio puede recibir una prestación económica de una empresa privada.
Rotundamente, no. Está escrito en la ley de incompatibilidades, la misma que invocó Pedro Sánchez en 2014 nada más llegar a la secretaría general del PSOE para que ningún diputado del Grupo Socialista cobrara ni un sólo euro que no fuera del Parlamento. Las excepciones de la norma aquí no cuentan. Si hoy es la editorial Planeta, mañana puede ser una entidad financiera. ¿Dónde se ha visto semejante despropósito?
El mismo grupo que consiguió de Zapatero la supresión de la publicidad en RTVE tiene en nómina ahora al presidente del Gobierno
La Moncloa ha dicho, según cuenta el Independiente, que Sánchez no tiene intención de renunciar a las remuneraciones que le corresponden por la publicación y la venta de su libro, Manual de Resistencia, y que se acogerá a las excepciones establecidas en la ley que regula el ejercicio de los altos cargos de la Administración del Estado para percibir esos ingresos. Con dos… Confiemos en que alguien obligue al portavoz autorizado a corregir el desatino, que el presidente haga público el dinero que va a recibir de la editorial y anuncie su intención de donar los beneficios a una ONG.
De lo contrario, el escándalo será mayúsculo. Y no sólo por la más que probable incompatibilidad en que pueda incurrir Sánchez a la hora de tomar decisiones que afecten a la editorial con la que suscribió el contrato, que es Planeta, el primer grupo editorial y de comunicación español, líder en una amplia oferta al servicio de la cultura, la formación, la información y el entretenimiento audiovisual.
¡Con Planeta hemos topado! El mismo grupo que consiguió de Zapatero la supresión de la publicidad en RTVE y de cuya influencia en gobiernos populares y socialistas daba buena cuenta la omnipresente “enmienda Lara” ―en alusión al apellido de su fundador― en todas las normas tramitadas por el Congreso, tiene en nómina ahora al presidente del Gobierno. Para resistencia, la que tiene este país en pasar por alto según qué cosas y algunos medios de comunicación, en acallarlas.