La Inquisición y la caza de brujas no han desaparecido, simplemente han cambiado de cara. Donde antes se torturaba o se mataba, ahora se persigue, se encarcela o se estigmatiza en una democracia cada vez más enferma y a punto de descender a la calificación internacional de imperfecta. La divergencia política se castiga. La diferencia es que a unos se les señala, a otros se les veta y a otros se les persigue en los tribunales. Empezó con la ley mordaza y la persecución fiscal de los adversarios y ya vamos por la censura. En España hay una extensa lista negra de imputados por expresar sus opiniones a través de la creación artística, musical, literaria o humorística.
Y todo con un Gobierno que ha dado buena muestra de que maneja los hilos de la policía, la fiscalía o la Agencia Tributaria para desacreditar a sus adversarios, acallar disidencias, cobrarse venganzas e imponer su ideología.
En esto de la libertad de expresión y artística se empieza por retirar una obra y se acaba imponiendo la censura. En realidad lo que ha hecho el presidente de Ifema, Clemente González Soler, no es más que eso: un ejercicio intolerable de censura en un país en el que en la misma semana se ha condenado a tres años de cárcel a un rapero de escasa catadura moral y pésimo gusto por la letra de sus canciones, se ha secuestrado un libro sobre los narcos gallegos y se ha vetado una obra de arte en Arco porque define como presos políticos a Junqueras y los Jordis.
Mal vamos y peor iremos si callamos ante semejante alarde que una parte de la oposición, además, aplaude. Cuando se ponen límites a la libertad de expresión ya se sabe quién gana, los enemigos de la democracia. Y en esta España nuestra van ganando quienes detestan la crítica y a quienes no opinan como ellos.
Cuando se ponen límites a la libertad de expresión ya se sabe quién gana, los enemigos de la democracia
José Miguel Arenas, más conocido como Valtonyc, ha sido condenado a tres años y medio de cárcel por delitos de calumnias e injurias graves a la Corona, enaltecimiento del terrorismo y amenazas por el contenido de sus canciones. Y seguro que sus execrables canciones han tenido, tras la decisión judicial, más publicidad y difusión que la que el execrable mallorquín hubiera soñado en su más que dudosa carrera artística. Ha pasado con el libro del periodista Nacho Carretero, cuyo secuestro judicial le ha situado en cuestión de horas a la cabeza en la lista de los más vendidos de Amazon. Y ocurrirá seguro lo mismo con la obra de Sierra. De momento, ya acapara todos los titulares de prensa. Y seguro que la primera galería que exponga la obra retirada por Ifema colgará desde el primer día el cartel de “entradas agotadas”.
Hay decenas de casos en la historia. Uno de ellos, la quema de libros en la Alemania nazi que tuvo como objetivo condenar al ostracismo a títulos y autores por antialemanes. Ardieron entonces 25.000 libros de cerca de un centenar de escritores, entre ellos Bertolt Brecht,, Albert Einstein, Sigmund Freud, Franz Kafka, Stefan Zweig y Ernest Hemingway. El resultado es de sobra conocido.
Pero más allá de la promoción gratuita de libros o autores prohibidos como la que logró también la Iglesia en su día con Erasmo de Rotterdam, Balzac, Sartre, o el de Tormes, el fondo está en el respeto a la libertad de expresión. O se está con ella o contra ella con todas las consecuencias. El resto son zarandajas, además de una persecución política en toda regla. Lo dicho: mal vamos.