Un programa electoral demasiado amplio, una campaña intensa, demasiados actos, un exceso de comunicación… La culpa es de todo y de todos, menos de él y de su mentor, José María Aznar. También de Vox por presentarse a las elecciones y de Ciudadanos por quererle robar el espacio electoral. Y si alguien ha de pagar los platos rotos, que sea Javier Maroto. Al vicesecretario de organización se le aparta de la coordinación de la próxima campaña electoral, se imprime un nuevo lema que incluya la palabra centro, y asunto resuelto.
Pablo Casado ha echado balones fuera tras haber llevado al PP al peor resultado de su historia, pero dice que ha tomado nota, que se le fue un pelín la mano a la derecha de la derecha, pero que no hay problema, que ahora en 20 días vuelve al centro y recupera. Fin de la autocrítica.
El problema, en su opinión, es que Abascal y Rivera se equivocaron de estrategia al hacer del PP, y no de Pedro Sánchez, el centro de sus críticas. Ahí queda eso. Así es como pretende salvar el presidente del PP la profunda herida que ha abierto en su partido tras el estropicio del domingo y el tsunami que muchos temen si tras municipales y autonómicas sigue la hemorragia electoral. Recuperar tres millones y medio de votos en tres semanas es una labor hercúlea, mucho más con dos competidores pisándole los talones en el mismo bloque.
España es mucho más que una mapa, es un país de ciudadanos mayoritariamente moderados, que no quieren retroceder en derechos, que no viven en la exaltación permanente
Haga lo que haga, si el PP pierde la Comunidad de Madrid, Casado estará sentenciado y muerto. El Gobierno de la Puerta del Sol es la joya de la corona de la derecha y no es que haya presentado, precisamente, a la candidata más idónea. Dejémoslo ahí, de momento. Los barones han firmado una tregua hasta el 25 de mayo porque afrontar la inexorable catarsis organizativa e ideológica antes de la próxima cita electoral sería un suicidio para todos, pero en especial para los candidatos que se presentan a las próximas elecciones.
Feijóo, Moreno Bonilla y algún otro ya han subrayado los errores y demandado con urgencia que el partido ensanche el espacio político que Casado abandonó para competir sólo con Vox. Fio su suerte a la suma de las derechas, y perdió. Había demasiado en juego porque él mismo abrió de par en par las puertas de un hipotético gobierno a un partido xenófobo, racista, machista y neofraquista. España es mucho más que una mapa, es un país de ciudadanos mayoritariamente moderados, que no quieren retroceder en derechos, que no viven en la exaltación permanente, que presienten el diálogo al bloqueo, y que, sobre todo, son mucho más responsables que quienes les representan o aspiran a hacerlo. Y Casado sigue sin enterarse de ello. Y la cabeza de Maroto y un nuevo lema se antojan insuficientes para las dimensiones del destrozo ocasionado, no tanto en el PP, sino en la convivencia del país cuya bandera los de Génova exhiben orgullosos en sus chalecos y en sus pulseras.