Son heterogéneos: populistas, ultraconservadores, nacionalistas, euroescépticos, anti-inmigración, antisemitas y hasta neonazis y violentos. Y están por toda Europa. En Grecia, en Hungría, en Polonia, en Holanda, en Francia, en Alemania, en Austria… Y aunque hay lugares donde aún son voces minoritarias, en algunos países gobiernan ya en solitario y con mayoría absoluta. En todos los sitios han logrado la agenda de la política.

En España no iban a ser menos. Ahora con Vox, nuestro país ha dejado de ser la excepción de Europa, donde la ultraderecha ha crecido de forma nítida en la última década hasta tener representación en 17 parlamentos nacionales.

Pero mucho peor que la irrupción de sus múltiples versiones en la escena pública es que todos sus referentes, desde Trump a Bolsonaro, desde Orbán a Salvini y desde Le Pen a Abascal, compartan una peligrosa obsesión por el recorte de derechos y libertades. En Europa, toda su batalla ha sido fundamentalmente contra los inmigrantes. Y en España, aunque crecieron al calor de la crisis territorial abierta por el procés, ya han asomado su peor cara contra las mujeres. Por algo su electorado, en más de un 70 por ciento, son hombres.

Así que ¡fuera caretas! Ni Catalunya, ni los inmigrantes, ni las televisiones públicas… La principal obstinación de la ultraderecha española son las mujeres y sus conquistas. Y ya han declarado formalmente la guerra: ni aborto, ni listas paritarias, ni ley contra la violencia de género.

¿Sabrán los de Abascal que este año que hemos despedido han asesinado a casi 50 mujeres?

Quedan pues avisados: estos machitos del partido de la testosterona que pasean a caballo por las tierras andaluzas quieren devolvernos a un pasado que aún intentamos superar, y lo primero que han exigido para dar apoyo al Gobierno de PP y Ciudadanos en el sur es que se supriman las medidas contra la violencia machista. Una realidad incuestionable por la que desde 2003 han sido asesinadas casi mil mujeres ―una cifra dramática que supera a las víctimas del terrorismo de ETA― y que para ellos no es otra cosa que un “mandamiento de la dictadura de género” al que se han sumado “con sumisión lanar” todos los partidos. ¡Nunca la derecha tradicional se atrevió a tanto!

¿Sabrán los de Abascal que este año que hemos despedido han asesinado a casi 50 mujeres? ¿Conocerán las medidas que se incluyeron en el último pacto contra la violencia machista suscrito por unanimidad en el último Gobierno de Rajoy? ¿Se han molestado en leer lo aprobado para la prevención, la coordinación institucional, la asistencia a las víctimas o la protección de los menores?

Si lo supieren, sabrían, por ejemplo, que los huérfanos son las víctimas invisibles de la violencia machista y que se enfrentan a un sistema que suele poner punto y final a su historia en el momento en que cada televisión emite el último total sobre el asesinato de sus madres.

Sabrían también que en sólo cinco años, los que van entre 2013 y 2018, 194 menores se quedaron huérfanos después de que sus padres asesinaran a sus madres, y que el Estado no les garantizaba una pensión de orfandad. De eso, además de sobre medidas de protección integral y prevención, va el pacto contra la violencia machista que Vox exige eliminar.

Y sabrían, sobre todo, que mayoritariamente esta sociedad, en ocasiones flotante y voluble, hay algo en lo que no está dispuesta a dar un paso atrás, y es en la defensa radical de la igualdad de derechos para las mujeres. Se llama feminismo, sí. No es otra cosa, aunque a algunos les repela el término y aún no se hayan enterado de que no es un antónimo del “machismo”.

El próximo 8-M hay un motivo más para parar.