Hablaron de Catalunya, claro. Del independentismo, desde luego. Y de Torra, por supuesto. Pero también de ella, de Laura Luelmo. Su cadáver aún caliente viajó hasta el hemiciclo, y no sólo para que sus señorías condenaran su brutal asesinato, sino para revolcarlo por el lodazal de la política. Ni eso ya respetan.
En un ejercicio de indignidad como no se recuerda, alguien se olvidó ―y todos lo permitimos― de culpar solo a los asesinos de los asesinatos de las mujeres porque a algunos les es más rentable electoralmente situar el foco en las responsabilidades políticas y echar mano del “populismo punitivo” como si éste pudiera evitar que a las mujeres les arranquen la vida de cuajo.
Que lo haga Santiago Abascal para exigir la cadena perpetua y culpar al bipartidismo de crear un espacio de impunidad para los criminales, a estas alturas ya no sorprende, pero que Pablo Casado aproveche la sesión de control al Gobierno para reprochar a Pedro Sánchez que su partido recurriera al Constitucional la prisión permanente revisable da idea de hasta dónde puede llegar el PP en su incendiario discurso para taponar la hemorragia que le ha provocado la irrupción de Vox en el mapa político.
Ya todo vale en esta ceremonia de la confusión y de verdades a medias en que se ha convertido la política, donde las vísceras se anteponen a la responsabilidad, no digamos ya al dolor y al duelo. Qué más da que la PPR siga vigente; que, a pesar de ello, Laura Luelmo fuera brutalmente asesinada o que este Gobierno no tenga intención de derogarla hasta que no se pronuncie el Constitucional. Siempre habrá un político sin escrúpulos, un “experto” periodista o una víctima mediática que sostenga lo contrario y al mismo tiempo invoque la Constitución para defender lo que la sacrosanta ley de leyes no dice ni en su letra ni en su espíritu.
Esto de convertir los asesinatos en gasolina contra el adversario político es innoble, lo presenten como lo presenten
Si ellos ―los políticos― son capaces de sostener que con un endurecimiento de las penas no habría asesinatos machistas, nosotros ―los periodistas― ya estamos para resolver los crímenes mucho antes de que la Guardia Civil y los forenses obtengan conclusiones de las primeras pesquisas. Si este es el país que queremos, sigamos por esa senda, que algún día nos preguntaremos ―quizá demasiado tarde― hasta dónde y por qué fuimos capaces de llegar tan lejos.
Las matan, nos matan… Y todos contribuimos, por acción u omisión, a que este país no se practique una política decente que atienda a razones jurídicas, escuche la voz de los expertos y, sobre todo, aguarde al pronunciamiento aún pendiente del Tribunal Constitucional sobre la PPR. Se puede estar a favor o en contra de ella ―¡sólo faltaría!―, pero esto de convertir los asesinatos en gasolina contra el adversario político es innoble, lo presenten como lo presenten. Tanto como sostener que los crímenes se producen por la laxitud del Código Penal siendo éste de los más severos de Europa con los delitos de sangre.
P.D. Ya si eso otro día hablamos del papel de algunas víctimas, del respeto y la comprensión que merecen, de la ayuda que a veces no se les presta y del empeño, también, de algunos partidos en convertirlas en referentes indiscutibles de la política o en voces cualificadas de cualquier reforma legislativa. Pero de momento, nos conformaríamos con que no hagan partidismo en su nombre. No en el de Laura Luelmo ni en el de las casi un millar de asesinadas por violencia machista desde que existen estadísticas.