Muerte y dolor. Son parte de la vida, más bien obstáculos inexorables de la misma. Un destino inevitable de todo horizonte vital. La gran familia socialista pasa por ello estos días con el repentino fallecimiento de Carme Chacón, de tan sólo 46 años. Allí estaban todos. Los que la querían, los que la apreciaron, los que la conllevaron y los que sólo la conocían. Los más cercanos, los íntimos y los más distanciados. Los que la respetaban y los que la ignoraban. Es lo que tiene España, que hay que marcharse para que hablen bien de uno. Y de ella, en la hora del adiós, hablaron bien todos.
Por la calle Ferraz, convertida en improvisada capilla ardiente, vimos la aflicción sincera en el rostro de Zapatero, el silencio de Alfonso Guerra, las lágrimas y los ojos hundidos de Susana Díaz, la seriedad de Pedro Sánchez, la corrección de Patxi López y el verdadero calvario por el que pasa su gran y verdadero amigo, José María Barreda.
Sí, unidos en el duelo, en esa oportunidad que a veces sirve para reconstruir lazos rotos y a veces para enseñarnos sólo a cultivar un sano recuerdo, pero fueron incapaces de estar juntos.
Pese al dolor compartido y pese a la unión de la despedida, fue imposible una verdadera imagen de familia
La familia socialista pasa por momentos oscuros, y la repentina marcha de la primera ministra de Defensa de España ha venido a añadir negritud al tránsito político por el que atraviesan unas siglas centenarias. Pese al dolor compartido y pese a la unión de la despedida, fue imposible una verdadera imagen de familia, la que hubieran transmitido en un mismo encuadre de cámara quienes hoy aspiran a la secretaría general del PSOE por la que antaño también compitió Chacón. Fue imposible la sincronía.
Y eso que no era necesaria la impostura, tan sólo un acto de valor y reconocimiento conjunto de la desolación por la pérdida de uno de los suyos. Si Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien la exministra de Defensa y Vivienda tuvo serias diferencias en los últimos años, fue capaz de recordar su figura, sin aspavientos y con palabras medidas (“La muerte siempre es un asunto horrendo, pero cuando quien muere tiene 46 años hay un punto de injusticia que lo convierte en algo más horrendo aún”), por qué no ellos juntos y al unísono.
Hace años, probablemente desde aquel congreso de Sevilla que Chacón perdió por 22 votos frente a Rubalcaba, que el socialismo necesita de un gesto de unidad que le reconcilie consigo mismo. La capilla ardiente de Carme Chacón fue además de una ocasión perdida, el mejor homenaje que los aspirantes a las primarias socialistas podrían haber rendido a la memoria de la exministra y de tantos y tantos socialistas que aguardan el apaciguamiento de un partido que hace tiempo decidió arrancarse los ojos y hasta las vísceras.
Que la tierra le sea leve… Y allá donde esté a ver si es capaz de pasar revista a las tropas socialistas y enviar su último “Capitán, manden firmes”.