La orquesta volvió a desafinar. Demasiada gente, demasiado ruido y escasa coordinación. Ni los miembros de la escolanía que dirige Pedro Sánchez se mueven al unísono al ritmo de la música ni sus corazones (en este caso palabras) laten a la vez, que es lo que suele dar armonía a todo grupo coral. Lo habitual desde que llegó el nuevo PSOE ha sido la disonancia y la estridencia.
Empezó la secretaria de Cohesión Social, Núria Parlon, con aquello de que si el Gobierno intervenía la autonomía de Catalunya, el PSOE pediría ayuda a la comunidad internacional y siguió la portavoz parlamentaria, Margarita Robles, con que la Ejecutiva había acordado no apoyar llegado el caso la aplicación del 155 de la Constitución. Ni lo uno ni lo otro estuvieron nunca en el ánimo ni en el debate de los nuevos inquilinos de Ferraz. Gajes de la primera semana de andadura en un equipo tan abultado como dispar.
A punto de cumplir un mes en sus funciones, la nueva dirección federal sigue sin orden ni concierto. Las declaraciones del secretario de Organización, José Luis Ábalos, sobre la necesidad de aplicar quita a la deuda de Catalunya con el Estado son otro ejemplo, ya que Ferraz se ha apresurado a aclarar que la propuesta era tan sólo una opinión personal, como si el número tres de la ejecutiva, en comparecencia pública y en la sede del partido, no pudiera distinguir entre su visión particular y la del socialismo al que representa.
Lo habitual desde que llegó el nuevo PSOE ha sido la disonancia y la estridencia
En estas llegó Óscar Puente para añadir ruido al ruido. Nada más y nada menos que el portavoz de la dirección se declaraba cansado, aburrido y hastiado del debate catalán en el mismo instante en que Sánchez hacía de Catalunya su prioridad y defendía la urgencia de aportar soluciones políticas.
Para nación, añadía, “Castilla, la madre de todas naciones españolas, aunque nosotros seamos más modestos”, que es una forma muy peculiar de decir que los catalanes son todos unos impúdicos. Ahora se explica por qué a Puente no se le convocó a la reunión conjunta de las ejecutivas del PSOE y el PSC en Barcelona.
Lo peor no es la disonancia o la falta de armonización en un equipo novel, sino que al propio director de orquesta pretendan cambiarle la partitura en mitad del concierto
Con todo, lo peor no es la disonancia o la falta de armonización en un equipo novel, sino que al propio director de orquesta pretendan cambiarle la partitura en mitad del concierto como pretendía el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, al hilo de su acuerdo con Podemos para soslayar la consulta a la militancia que los nuevos estatutos contemplan para este tipo de alianzas y decisiones estratégicas.
Primero fue cuestión de lenguaje. Después, de desconfianza. Habiendo buscado una salida salomónica —información, debate y pronunciamiento de la asambleas locales— ya que el artículo 53 que establece las consultas como obligatorias carece aún de reglamento, a punto estuvo de liarse parda cuando Ferraz se percató de que los castellanomanchegos estaban dispuestos a jugársela y sólo enviar una carta informativa a las asambleas con los detalles del acuerdo presupuestario.
Si decimos consultas, hacemos consultas, se plantó Pedro Sánchez habiendo ya pasado por alto, para no provocar un enfrentamiento, que la ausencia de reglamento no exime del cumplimiento del mencionado artículo de los Estatutos. Al final, habrá debate, pero con pronunciamiento vinculante de las asambleas. Habrá votación porque basta con que lo pida un militante para que así sea. Pero, todo tras una escenificación pública del desacuerdo y la confirmación de que ni el secretario general está dispuesto a incumplir su compromiso de empoderar a las bases ni algunos líderes territoriales se han percatado aún que el de Sánchez es otro PSOE. ¿Desafina o no desafina esta orquesta?