Pedro Sánchez no fue siempre Pedro Sánchez. Bueno, lo que no fue siempre es presidente del Gobierno. En realidad, acumula más años de no serlo que de serlo, aunque en mes y medio haya asumido el papel con la soltura y la prestancia de alguien que llevara lustros en La Moncloa. Por algo se decía en su propio partido de él que no había nacido para secretario general del PSOE, sino sólo para jefe de Gobierno.
El asunto es que fue una cosa antes que otra. Y el problema, que el pasado siempre llama a la puerta. En su caso lo ha hecho nada más aterrizar en el cargo: que si la exigencia de hacer públicos los nombres de la amnistía fiscal; que si la urgencia de aprobar un nuevo modelo de financiación autonómica; que si el aumento el gasto público; que si la derogación de la reforma laboral; que si la ley mordaza; que si la monarquía…
¡Cáspita! ¿La monarquía? Sí, el presidente del Gobierno también tenía una opinión en el pasado sobre la Jefatura del Estado, que no coincide con la de ahora. De aquello no hace tanto.
Corría el año 2014 y Pedro Sánchez era entonces un diputado desconocido. Juan Carlos I había tomado en enero la decisión de abdicar. En marzo se lo comunicó al presidente del Gobierno, y tres días después al jefe de la oposición. Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba mantuvieron no obstante el “secreto”, que no se haría público hasta el 2 de junio. Tan sólo ocho días después aquel anónimo parlamentario socialista llamaba a abrir una reflexión serena sobre los privilegios de la Corona.
Y el Pedro Sánchez de entonces, que tres días después anunciaría su deseo de presentarse a las primarias para la secretaría general del PSOE, se mostraba partidario de que los españoles decidieran sobre monarquía o república, si bien decía que había otras cuestiones más urgentes para un reforma constitucional.
La literalidad fue la que sigue: “Somos un partido republicano, pero somos también un partido constitucional. Lo que quiero es una monarquía renovada, ejemplar, y que se supriman prerrogativas como el principio de inviolabilidad del Rey”. Ahí quedaron grabadas sus palabras para una hemeroteca que no perdona y pone a cada cual frente a su propio espejo.
Mucha memoria histórica, mucho Valle de los Caídos, mucha exhumación de los restos de Franco… pero la monarquía no se toca
El Sánchez que hoy se pone de perfil ante el escándalo desatado tras las grabaciones a la “amiga entrañable” de Juan Carlos I y evita que la ministra de Hacienda tenga que pronunciarse en el Congreso sobre las posibles estructuras opacas al fisco creadas por el rey emérito es el mismo que cuestionaba también el proceso de aforamiento a Juan Carlos I.
Tanto fue así que su conocida posición de entonces ante la enmienda que el PP impulsó para blindar a Juan Carlos I al proyecto de ley de racionalización del sector público que modifica mínimamente la Ley Orgánica del Poder Judicial obligó al PSOE a desmarcarse por primera vez en la historia de la democracia en una votación sobre la Corona.
Eran otros tiempos, claro. El presidente de Gobierno era entonces un aspirante al liderazgo socialista, competía por la secretaría general contra Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias y peleaba por el voto de una militancia siempre más a la izquierda que sus cuadros. De ahí que discrepara en público tanto por la forma utilizada para el aforamiento como por el fondo y defendiera que salvo Felipe VI ningún otro miembro de la Familia Real debía tener un de blindaje civil y penal.
¡Cómo hemos cambiado! Mucha memoria histórica, mucho Valle de los Caídos, mucha exhumación de los restos de Franco… pero la monarquía no se toca, ni siquiera para investigar si hay o no pruebas de que el rey emérito hubiera cometido algún delito.
Pues igual que no es cuestión menor sacar los restos del dictador de Cuelgamuros, tarde o temprano Felipe VI y quienes creen que le hacen un favor echando tierra sobre el pasado del rey emérito tendrán que apreciar la necesidad que tiene la Corona de legitimarse democráticamente. Y la posición de Sánchez y su Gobierno de soslayar el escándalo sobre el presunto delito fiscal de Juan Carlos I no hace más que contribuir a que el debate llegue más pronto que tarde. Tiempo al tiempo.