Segundo problema para los españoles. Aguarden a septiembre porque el verano es tiempo de descanso, y nadie está ―salvo los muy cafeteros― demasiado atento al espectáculo diario. Pero, si esto sigue así, llegará el día en que los políticos ocupen la primera posición en el ranking. Y con esto pasa como con la corrupción, que el respetable no distingue y acaba más pronto que tarde en el “todos son iguales”, “para qué votar” o “no merecen un segundo de nuestro tiempo”. Lo mismo da que Ciudadanos vete a Vox, que Rivera vete a Sánchez o que Sánchez vete a Iglesias… En la imagen del desacuerdo, la incapacidad, el desbarre y el bloqueo aparecen todos retratados. Unos por defecto y otros por exceso, no hay un líder en esta política de pandereta que se salve del descrédito. Mejor que no tienen la suerte, porque las encuestas ya apuntan a más de un 30 por ciento de abstencionistas en el caso de repetirse las elecciones.
Con todo, el premio a la insensatez, la hipocresía y el ridículo se lo lleva Ciudadanos. El campeón de los cordones sanitarios, a diestra y siniestra, ha acabado por transigir con la foto más demandada por Abascal. La imagen de la vergüenza por la que no querían pasar ya está en todos los diarios. Cierto que es Ignacio Aguado, que no es Rivera, quien ha posado junto a Rocío Monasterio, que tampoco es Santiasgo Abascal, pero a efectos prácticos lo mismo son. Naranjas y verdes ya tienen retrato para la posteridad. Ya van unos cuantos, después del de la plaza de Colón. Juntos, en el mismo marco quienes se desprecian tanto como se necesitan.
Vox gana la partida de la imagen, obliga a que se le reconozca como interlocutor y como socio preferente
Demasiado tarde. Vox gana la partida de la imagen, obliga a que se le reconozca como interlocutor y como socio preferente, pero aún así no está por la labor de facilitar la investidura de la popular Díaz Ayuso, la principal víctima del “trilerismo” que precedió a la investidura de su colega Martínez-Almeida en el Ayuntamiento capitalino durante una negociación que no se llevaría jamás el premio a la transparencia.
Resulta que en medio de la política parvularia y estrambótica en la que están instalados naranjas y verdes, la candidata que más memes generó durante la campaña electoral ha emergido en las últimas semanas como la personalidad más sensata en el marco de la derecha madrileña. Aguado ha agrandado la figura de Ayuso como Rivera ha hecho lo ídem con Casado. De Arrimadas, conocida ya por la “montapollos”, mejor ni hablamos porque definitivamente se le ha caído la careta que algunos le pintaron para elevarla a las alturas de una política mayúscula, centrada y sin estridencias de la que no ha habido rastro desde su desembarco en la capital. Aquí, allá y acullá todo en ella suena ya impostado, hiperbólico y desquiciado. Nada que desentone con la estrategia desplegada por la dirección de su partido y de la que se han felicitado con gran entusiasmo en un informe interno por los titulares y tuits que generaron en sus visitas a Rentería y el pueblo de Josu Ternera. Ha quedado claro: nacieron para confrontar y hacerse virales. Prueba superada. ¿Algo más que aportar?