Entre una verdad no probada y una mentira apenas suele haber distancia. Pero siempre hay alguien dispuesto a creer en la falacia en contra de las evidencias. Igual es que el embuste conforta y la verdad inquieta, igual es que es más sencillo creer en patrañas que entender la realidad o igual es que todo es cuestión de buscar rédito para escalar en el tablero electoral. Pero ni el uso del catalán ha sido jamás un problema en Catalunya ni el origen de la actual crisis de convivencia está en el supuesto adoctrinamiento de educación pública catalana, como sostienen los de Rivera.
El empeño de Ciudadanos por relacionar el auge del independentismo con las escuelas es un ejercicio tan falaz como el de la engañifa del derecho a decidir o el nirvana que dibujaron Junqueras y Puigdemont sobre la independencia. Pero da igual. Siempre hay alguien dispuesto a escuchar. ¿No fue Goebbels quien dijo aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en realidad? Tan eficaz fue su labor que incluso hoy quedan dementes que aún defienden las “verdades” del Tercer Reich.
¿Acaso no es un émulo de aquella teoría del ministro alemán de la Propaganda el discurso de Ciudadanos sobre la educación en Catalunya? Si no lo es, se parece mucho. Porque ahora, igual que entonces, basta con manipular las mentes de las personas para que acepten lo inaceptable y secunden el interés de unos cuantos. Y esto va por ambos bandos, también por los que sostienen que España no es una democracia y que en nuestras cárceles hay presos políticos.
El empeño de Ciudadanos por relacionar el auge del independentismo con las escuelas es un ejercicio tan falaz como el de la engañifa del derecho a decidir
Hay demasiada gente inquieta por saber cómo y por qué hemos llegado hasta aquí que quiere respuestas sencillas y rápidas con las que calmar su ansiedad. Ya si eso lo de analizar el momento actual con la mirada puesta en el retrovisor que lo hagan otros. E ídem lo de preguntarse por qué se ha triplicado en 10 años el número de independentistas.
No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que el diputado Gabriel Rufián es una 'caricatura' de una realidad obviada a menudo por la derecha, incapaz de reconocer los errores cometidos y de admitir que un amplio sector de la población catalana hace tiempo que inició la desconexión sin que casi nadie reparara en ello. Algunos no hablan catalán, no sintonizan TV3, nadie les lavó el cerebro, no son hijos de la inmersión lingüística y probablemente nunca hubieran votado a Junqueras, pero seguro que en un perfecto castellano son capaces de verbalizar que están hasta el pico de la boina de la situación y que, ahora, son más independentistas que nadie.
Aún así, periodistas, políticos, profesionales cualificados y personas de toda clase y condición han aceptado como verdad absoluta que todo empezó en la escuela, con la cesión a la Generalitat de las competencias en Educación y que esto se arregla con una buena recentralización, con multas millonarias, con la destitución de todo el Govern, con la entrada en prisión de Puigdemont y con unas nuevas elecciones. Tan sencillo como irreal.
La formación de Albert Rivera sólo quiere obtener rédito electoral ante la mayor crisis política e institucional que ha vivido España
En el actual independentismo catalán se junta el nacionalismo identitario, el “España nos roba”, el “España no nos quiere” y el "España va mal". Y una parte del PP, aunque tarde, ha empezado a entenderlo. Ciudadanos, no. Albert Rivera ha convertido a Rajoy en un “moderado”. ¡Manda huevos!, que diría aquél. Ahora es el PP el que quiere un pacto de estado social y político por la educación del que participen todas las formaciones políticas constitucionalistas y la comunidad educativa y Ciudadanos, quien presenta una moción sobre el adoctrinamiento ideológico en los centros educativos que no apoya más que UPN.
La formación de Albert Rivera no busca la estabilidad del sistema educativo ni tiene voluntad de solucionar los problemas que denuncia, sólo quiere obtener rédito electoral ante la mayor crisis política e institucional que ha vivido España, sin importarle lo más mínimo las consecuencias de una crisis de convivencia en Catalunya que no provocó ni la lengua ni la educación, sino la irresponsabilidad de unos gobernantes más preocupados de sí mismos que del interés general. Así empezó todo en Catalunya y así fue como el PP se convirtió en una fuerza política residual en aquella Comunidad.
Pues nada, que Ciudadanos no ha entendido nada porque sigue empeñado en hurgar en los odios, los miedos y las inseguridades para construir “su” verdad y repetirla hasta la saciedad con intención de incorporarla al ámbito de pensamiento general. Por eso alguien debiera preguntar a su líder: Quo vadis, Rivera?