"(…) Una ilusión, una sombra, una ficción

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son”

 

Pues las encuestas, para Mariano Rajoy —como la vida, para Calderón— “encuestas son”. A rastras y medicado como consecuencia de una lumbalgia, llegó el presidente del Gobierno hasta el Palacio de Marivent en un absurdo ritual con el que se pretende convencer que, aún de vacaciones, el Rey trabaja y el jefe del Ejecutivo, más. El colmo de la cursilería ha llegado a escribir en los medios más monárquicos que los Reyes no descansan, sino que cambian su lugar de residencia durante el mes de agosto y que no salen a navegar en yate, sino en barco de recreo. Allá cada cual.

 

España lleva 40 años aceptando pulpo como animal de compañía y no vamos ahora a conseguir el fin de la impostura, mucho menos reducir el número de cortesanos que cree que sin ellos se tambalearían los cimientos de la institución. Siempre hubo más juancarlistas que Don Juan Carlos y siempre habrá más felipistas que Felipe VI. Hay cosas que no cambian por muchos golpes de pecho de madurez democrática que nos demos.

 

En la crónica política al menos no hay tanto remilgo. Rajoy dice que “las encuestas son encuestas” y así lo contamos; que suelta que en el PP “estamos muy animados”, pues tal cual se transcribe la frase ante el “teclado”… Si es que el verbo marianil en un pozo sin fondo, oiga. “Un plato es un plato”, “es el alcalde el que elige a los vecinos” y Rajoy, con sus lumbares hechas polvo de tanta caminata, se declara “en plena forma” para volver a ganar las elecciones.

 

¿El CIS? Que “las encuestas, encuestas son”. ¿No lo han oído? El presidente no se ha dado por aludido, ni por el descenso en intención de voto de los populares, ni por el efecto Sánchez, ni porque la suma de las izquierdas supere a la de las derechas; ni porque sea el político peor valorado y ocupe el decimosegundo puesto.

 

Igual no era lumbago la dolencia que obligó al presidente a retrasar unas horas su audiencia con Felipe VI. Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas han hecho saltar las alarmas en la calle Génova, no solo porque el partido en el Gobierno haya caído en intención de voto y bajado del umbral del treinta por ciento, sino porque empieza a ser muy evidente que Rajoy está achicharrado y que ni con la economía creciendo y el paro bajando es capaz de remontar en las encuestas. Ya no es solo la economía, estúpido, que diría el célebre asesor de Clinton durante la exitosa campaña que en 1992 impulsó al demócrata desde su modesto sillón de gobernador de Arkansas hasta el despacho oval de la Casa Blanca.

 

La corrupción y ahora parece que también Rajoy son un problema para el partido en el Gobierno. Y Santamaría y Cía andan ya calentando la banda seguros de que el presidente no se presentará a la reelección por mucho que se declare “en forma” y diga ahora lo contrario.