El líder de los socialistas en el Parlamento europeo, Gianni Pitella, está de gira por Europa, ha pasado por Madrid y se ha entrevistado con el presidente de la gestora del PSOE. Durante su parada en la calle Ferraz no ha ocultado su simpatía por el británico Jeremy Corbyn y tampoco por el francés Benoîte Hamon, dos fenómenos que espeluznan a la dirección interina que preside Javier Fernández porque, de tener una réplica en España supondría que el candidato a las primarias del PSOE con menos apoyos orgánicos, más alejado de las estructuras clásicas del partido y con un discurso más radical se impondría en la batalla por el liderazgo. No hace falta decir quién responde a tales características. Seguro que ya lo han adivinado.

Del aspirante al Elíseo ha dicho Pitella que es el ejemplo de que los militantes socialistas quieren partidos más progresistas, más agresivos y más capaces de defender a los perdedores de la globalización. Su sentencia guarda un notable parecido con las intervenciones que se escucharon el lunes en un abarrotado Círculo de Bellas Artes de Madrid durante la presentación en sociedad del proyecto político que en adelante acompañará a Pedro Sánchez.

Y como Pitella, Sánchez y los relatores de su documento estratégico -Manuel Esudero, José Feliz Tezanos, Cristina Narbona, Margarita Robles y Josep Borrell- son partidarios de alcanzar acuerdos con otras izquierdas y de desarrollar una unidad de acción que recupere en España derechos perdidos y progrese en justicia social. Sus adversarios, dicen, son el capitalismo neoliberal y el conservadurismo del PP.

El “susanismo” acabó con el ex secretario general del PSOE, pero no con su relato de víctima de una operación palaciega que puso fin a su mandato para dejar expedito el camino a un nuevo gobierno de derechas, algo que una parte de la militancia -aún sin cuantificar- ha sido incapaz de digerir en todos estos meses.

El 'susanismo' acabó con el ex secretario general del PSOE, pero no con su relato de víctima de una operación palaciega

Y, aunque Sánchez se ha lanzado a la reconquista por el liderato sin apenas apoyos orgánicos, tiene una narrativa que entusiasma no sólo a los del “no es no”, sino a todos aquellos que rechazan el colaboracionismo con la derecha política por mínimo que sea y apoyan un frente de izquierdas. En palabras del presidente de Aragón, Javier Lambán, el ex secretario general mostró el lunes en Bellas Artes una versión “absolutamente roja y radicalizada como no se la había conocido jamás”. Y añaden otros barones que la clac que le acompaña en sus actos son en su mayoría ajenos al PSOE porque no tienen carnet de militante y, por tanto, no podrán votar. Tan cierto es que Sánchez fue el candidato moderado y garante del mantenimiento del estatu quo socialista en las primarias 2014 como que en cada uno de sus multitudinarios actos públicos no todos los asistentes son afiliados.

Es probable que ambas cuestiones aumenten en lo interno las posibilidades de sus oponentes, en especial las de Susana Díaz, pero yerran seguro quienes crean que con la derrota de Sánchez se acaban los problemas del PSOE. Si algo demuestra el entusiasmo con el que es recibido el ex secretario general allá por donde pasa es que la brecha entre la dirigencia socialista y la base social es aún mayor que la fractura interna. La segunda se puede resolver tras el congreso de junio. La primera, tardará años. Y más ahora que, además de relato, Sánchez tiene, equivocada o no, una estrategia.