Hablar y callar… Quien habla, disuade, persuade y a veces hasta ordena. Quien calla, otorga o espera. Pablo Casado, siempre tan locuaz y declarativo desde que es el mandamás de la derecha española, ha preferido el silencio. Dos días de mutismo en el presidente del PP equivalen a dos años de hermetismo en un Rajoy de pocas palabras cuando venían curvas.
Hay silencios que hablan más que las palabras y esconden razones poderosas. Casado ha de tener alguna de mucho peso para callar ante el escándalo del trío Villarejo-Cospedal-López del Hierro. Aún así, hay reservas que suenan a auténticos gritos contra lo que no se comparte o no se ampara. Y esa lectura ya se ha hecho en el seno de la calle Génova.
Dejar que el silencio envuelva las grabaciones difundidas sobre una conversación entre la secretaria general del partido y el excomisario Villarejo, al que Cospedal y su marido propusieron que hiciera “trabajos puntuales” ―algo que el policía aceptó a cambio de discreción y “pagos”― contribuye a agrandar la dimensión del escándalo al tiempo que aumenta las dudas sobre la voluntad de Casado de romper con un pasado corrupto.
Hay silencios que hablan más que las palabras y esconden razones poderosas
Cuando el presidente del PP era sólo un vicesecretario del partido se lamentaba ante propios y extraños de haber tenido que poner la cara para que se la partieran por actuaciones cuando menos irregulares de algunos compañeros de su partido producidas cuando él no había terminado ni siquiera la Educación Primaria. Si lo conocido ahora hubiera tenido como protagonista cualquier otro nombre de la dirigencia popular, Casado no hubiera tenido reparos en soltar lastre, en condenar sin reservas o en mostrar la puerta de salida. Pero Cospedal no es cualquiera. A ella debe el presidente del PP su victoria en las primarias frente a Sáenz de Santamaría, a ella se le atribuye la decisión de algunos incomprensibles nombramientos en la nueva dirección del partido y ella es, junto a Aznar, a quien más debe el joven líder de la derecha española.
¿Es por eso la reserva? ¿Es porque espera la publicación de nueva munición para pedirle que se vaya? En las filas del PP hacen apuestas, si bien son mayoría los que sostienen que Cospedal, la secretaria general que se enfrentó a Bárcenas, está más fuera que dentro y que Casado solo ultima los detalles para el desenlace de este turbio asunto. Cuanto más tarde en hacerlo público menor parecerá su compromiso con un nuevo PP que nada tenga que ver con compartimientos pasados.
Y más allá del final político de Cospedal, alguien algún día debería rendir cuentas en el Parlamento sobre quiénes, por qué y durante cuánto tiempo ampararon, auparon o miraron hacia otro lado mientras un personaje como Villarejo campaba a sus anchas por todos los poderes del Estado sin que nadie pusiera el grito en el cielo o frenara su indecencia. Hasta que esto no llegue son muchos los que tienen que callar y contener la respiración para no ser los siguientes en aparecer en alguna nueva y bochornosa grabación junto al expolicía. Y esto también afecta a un periodismo tan cómplice como indigno.