Si Roy Batty, el replicante de Blade Runner, aterrizara en nuestra escena política volvería a interpretar, seguro, el monólogo final más famoso de la historia del cine para decir aquello de “he visto cosas que vosotros no creeríais”.
En la España actual no se atacan naves más allá de Orión ni los Rayos-C brillan en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser, pero hay políticos que dicen estar en contra del referéndum ilegal del 1-O y al mismo tiempo anuncian que irán a votar. Hay gobernantes que invocan la democracia y el derecho internacional pero no respetan las mínimas garantías democráticas ni los más elementales derechos de la minoría. Y hay periodistas que han pasado de ser los más mejores amigos del procés a enemigos públicos del independentismo. Y hay diarios que no permiten que la realidad les estropee un buen titular. Y hay mucho más. No nos falta de nada. Vamos sobrados de regate corto, de brocha gorda, del tacticismo y de buscar rédito con un asunto que, eso sí, todos reconocen de Estado.
Nunca la política estuvo tan igualada al periodismo. A los estadistas los jubilan por carcas y los “plumillas” acumulan trienios, porque ejercen de periodistas. Y así andamos. Con Catalunya que se quiere ir de España, con los medios de comunicación bien instalados en sus respectivas trincheras, con un gobierno que prefiere involucrar en la respuesta a todo el aparato del Estado en lugar de ejercer el diálogo y con una oposición que con la que está cayendo se dedica a forzar una proposición no de ley en el Parlamento para buscar protagonismo y que el resto quede retratado.
Vamos sobrados de regate corto, de brocha gorda, del tacticismo y de buscar rédito con un asunto que, eso sí, todos reconocen de Estado
¿Proposición no de ley? Dícese de aquel texto elevado al pleno del Congreso por un partido para poner en un aprieto al resto de formaciones políticas o para marcarse un tanto sobre algún asunto de la agenda política del que se ha quedado descolgado. En ocasiones se pueden incluso dar ambas circunstancias, pero lo que no ocurre jamás es que la iniciativa sea vinculante o tenga efecto jurídico alguno, lo que convierte a la propuesta en un brindis al sol que pasa a la historia del olvido inmediatamente después de haber sido votada.
Conviene la aclaración para que cada cual se forme opinión sobre lo que buscaba Ciudadanos con su propuesta de apoyo “al Gobierno de España, el Tribunal Constitucional, el Ministerio Fiscal y al resto de representantes del Poder Judicial y de Autoridades Públicas en la defensa de la legalidad democrática en Catalunya (…)”.
¿Alguna duda? Un fuego de artificio y cinco minutos de gloria. Aún no se han enterado de que, como en Blade Runner, todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia y de que la magnitud del problema requiere, además de una capacidad de liderazgo de la que carece Rajoy, de dirigentes políticos dispuestos a asumir riesgos, y no a minimizarlos para no perder votos. Si Rivera aspira a ser uno de ellos tendrá que explorar un camino distinto al del oportunismo.