Hace ya ocho años que Jesús Eguiguren escribió que el problema vasco no tenía solución, pero sí remedio. Corría el 2008. ETA aún mataba. Aquel año la banda terrorista asesinó a 4 personas y atacó 17 veces a diferentes objetivos. Y los ingredientes de la receta del histórico socialista vasco eran paz, autogobierno y Constitución en la proporción necesaria para que cada uno no se anulara entre sí. La paz sería posible con una suerte de pacto de no agresión, de no anulación y de no negación de las partes, y el “arreglo” la palabra clave para salir del túnel.
Es obvio que no hay comparación posible entre Euskadi y Catalunya, pero las palabras de Eguiguren resuenan hoy en los oídos de algunos socialistas con motivo del inminente choque de trenes entre la Generalitat y el Gobierno a cuenta del 1-O y la ley de desconexión.
Ya lo dijo Ortega en el 32 desde la tribuna del Congreso de los Diputados durante el debate del proyecto de Estatut que había presentado entonces la Generalitat de Francesc Macià:
“¿Qué diríamos de quien nos obligase sin remisión a resolver de golpe el problema de la cuadratura del círculo? El problema catalán no se puede resolver, sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los españoles”.
Rajoy tendrá que moverse, salir de su inacción y encontrar fórmulas que den con el encaje no sólo político-jurídico, sino también emocional, de Catalunya con el resto de España
Es el mismo objetivo que persigue Pedro Sánchez con su propuesta de crear una comisión parlamentaria que avance en el modelo territorial: no la solución, pero sí el arreglo para el problema catalán después del 1-O. Porque pase lo que pase, no habrá Gobierno que pueda permanecer de brazos cruzados ni mantener cerradas las vías de interlocución y negociación.
Rajoy tendrá que moverse, salir de su inacción y encontrar fórmulas que den con el encaje no sólo político-jurídico, sino también emocional, de Catalunya con el resto de España. Y el independentismo, igual. El PSOE ha abierto una pista de despegue por la que, de momento, están dispuestos a transitar no sólo Ciudadanos y Podemos, sino también el PP, que hasta ahora no ofrecía más salida que el “no” y los tribunales de Justicia.
Si, como dicen, las encuestas internas que maneja la Generalitat no son tan favorables a la desconexión como creían los de Puigdemont, al PDeCAT o lo que quede de él y a ERC no les quedará otra que la conllevanza y el arreglo. Y en este contexto, algunas miradas están puestas ya sobre el PNV y el resultado final de la ponencia sobre el Autogobierno vasco abierta desde marzo en el Parlamento de Vitoria. Si allí hay un acuerdo sobre reconocimiento simbólico pero explícito de la identidad y cierta bilateralidad, Euskadi podría ayudar a allanar el camino catalán.
Pero todo esto será en el mejor de los escenarios. El peor, en el que algunos parecen empeñados, no traerá más que convulsión, desgarro y dolor, además de la peor crisis institucional de los últimos 40 años.