No tan deprisa. Sólo es una toma en consideración. Y el PP la ha apoyado, no porque crea en ello, sino porque de lo contrario hubiera anotado una nueva derrota en su marcador. Y ya irían unas cuantas después del decreto de la estiba, la comisión sobre la financiación ilegal de su partido o la ley mordaza. Esta vez hablamos de televisión pública, de unos informativos de calidad, de profesionales no sometidos al dictado de la política, de democracia, de pluralismo, de libertad de información… Y de una proposición de ley que acaba de echar a andar en el Parlamento para que RTVE vuelva a ser la televisión de todos los españoles, y no del partido de gobierno.

Hace tanto tiempo que ni lo recordamos, pero en España hubo una Radiotelevisión Pública que tuvo un presidente no elegido directamente por el Ejecutivo y un director de informativos que no atendía consignas de partido ni se plegaba a presiones de dirigentes políticos. Y haberlas hubo, y muchas.

Corría el año 2006 y una ley socialista estableció que el máximo responsable de RTVE debía recibir el respaldo de al menos dos tercios del Congreso por seis años y que su mandato no coincidiría con las elecciones geniales. No es que el PSOE creyera antaño mucho más de lo que cree el PP hoy en la independencia de los medios informativos ni que renunciara a dictar eslóganes a sus directivos, simplemente es que había entonces un presidente de Gobierno llamado José Luis Rodríguez Zapatero que, a diferencia de todos los anteriores y en contra incluso de la opinión de los suyos, no sólo creía firmemente en la libertad de prensa, sino que además la defendía.

Volvió la censura, el sectarismo, la manipulación, las purgas ideológicas, las represalias contra periodistas independientes y los tratamientos sesgados de la información hasta niveles insoportables…

Fueron ocho años de prestigio y reconocimiento profesional para un medio que agonizaba, pero llegó el PP y desmontó, con un simple decreto, todo aquello para reabrir la puerta a la televisión de partido. Nunca más la independencia y la pluralidad, nunca más unos informativos profesionales y de calidad… Volvió la censura, el sectarismo, la manipulación, las purgas ideológicas, las represalias contra periodistas independientes y los tratamientos sesgados de la información hasta niveles insoportables… Eso es todo lo que el PP ha dado a la televisión pública desde que recuperó el Gobierno, y no hay ningún motivo para creer que está dispuesto al propósito de enmienda.

No mientras las competencias sobre la televisión pública las mantenga la vicepresidenta del Gobierno. En esto no hay pacto que valga por mucha absoluta que se pierda. Los tentáculos de Soraya Sáenz de Santamaría –y su equipo– alcanzan hasta el último puesto de la última sección de los informativos.

A diferencia de otros campos en los que al PP no le ha quedado más remedio que buscar acuerdos, en RTVE nada ha cambiado, pese a que la situación de la Corporación sea crítica, su credibilidad esté por los suelos y su audiencia, más baja que nunca

El voto a favor del PP en la toma en consideración de una proposición de ley del PSOE que pretende volver a la elección parlamentaria por mayoría cualificada de los órganos de administración y gobierno ni es un síntoma de rectificación ni un paso decisivo para que los ciudadanos vuelvan a sentir suya, y no de un partido, la televisión pública. Es sólo una treta para ganar tiempo y evitar nuevos titulares sobre la soledad del PP en el Parlamento.

El texto pasa ahora a la Comisión Constitucional, donde se abrirá un periodo de enmiendas que tendrá decenas de prórrogas que podrían llegar hasta el final de la Legislatura. Y entretanto el PP podrá seguir dictando escaletas, imponiendo contrataciones de periodistas ideológicamente afines y censurando informaciones.

Así que no se hagan ilusiones porque no habrá una televisión pública independiente mientras lo pueda evitar Soraya Sáenz de Santamaría, cuyo respeto por el periodismo libre es muy parecido al del presidente de los Estados Unidos. La diferencia es que a Trump le plantan cara y a Santamaría se le rinde pleitesía.