No han aprendido nada. ETA ha muerto. No hay armas, no hay atentados, no hay víctimas, ni funerales de Estado… Pero ellos vuelven a las andadas y utilizan la memoria de los muertos contra los vivos con tal de sacar rédito. Todo por una pancarta. Miguel Ángel Blanco se revolvería en su tumba si escuchara a los suyos llamar mezquinos y cobardes a quienes han preferido sumarse al recuerdo del concejal de Ermua que lucir su rostro en la fachada del Ayuntamiento.
No es que Manuela Carmena haya estado fina en la gestión de la polémica. Nada le hubiera costado aceptar la petición del Movimiento contra la Intolerancia. Aunque sin duda no hay víctimas de primera y de segunda, el asesinato del Miguel Ángel Blanco supuso un antes y un después en la lucha contra ETA y en el repudio y la reacción unánime de una España que dijo ¡basta! y dejó de mirar hacia otro lado ante la barbarie asesina.
A estas alturas nadie duda, tampoco la alcaldesa de Madrid, de la enorme huella emocional que aquel crimen atroz de julio de 1997 dejó grabada para siempre en la memoria colectiva. Las manos blancas, las lágrimas en los ojos, el silencio atronador, la consternación y la por primera vez compartida indignación de toda la sociedad vasca.
En política no vale todo, mucho menos aprovechar el desacierto para regresar a los años más negros de la política española cuando los muertos de unos eran más muertos que los de otros
Pero una cosa es la torpeza o el error rectificado sobe la marcha de Carmena, que para quienes no lo sepan también estuvo amenazada por ETA, y otra que los populares conviertan el yerro en una supuesta cercanía de la alcaldesa con los verdugos, en una indignidad moral o en una cobardía. En política no vale todo. Mucho menos aprovechar el desacierto para regresar a los años más negros de la política española cuando los muertos de unos eran más muertos que los de otros, el PP patrimonializaba el dolor, hablaba en nombre de todas las víctimas y acusaba a sus adversarios, fueran del color que fueran, de ser amigos de los asesinos.
¿De qué mezquindad hablan? ¿Acaso no recuerdan como tronaron las palabras de Rajoy cuando siendo jefe de la oposición acusó a Zapatero en sede parlamentaria de traicionar la memoria de los muertos por intentar lo mismo que intentaron todos los presidentes de Gobierno? No se recuerda mayor ejercicio de ruindad en el Congreso ni palabras más gruesas, habiendo encima firmado un pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que comprometía a dejar fuera de la refriega política la lucha contra ETA. Acuerdo, por cierto, que impulsó el propio Zapatero y que el mismo Rajoy calificó de ocurrencia y de “conejo sacado de la chistera”.
Así que aunque yerre Carmena y Ahora Madrid no se haya enterado que con los asesinados por ETA no valen medias tintas, lecciones sobre este asunto el PP puede dar las justas. Este país ya había pasado la página de la equidistancia ante la barbarie y también la del intento de patrimonializar el dolor de las víctimas como si cada una de ellas no tuviera rostro o pensamiento propio. Así que dejen en paz ya a los muertos, que ni son sólo suyos ni merecen que nadie intente sacar rédito con ellos.