Es un acuerdo de gran trascendencia, y esta es una afirmación que queda perfectamente confirmada con el enorme estruendo que ha producido en España, especialmente entre los poderes fácticos, plenamente conscientes del cambio de paradigma que representa. Pero, al mismo tiempo, también es un acuerdo de difícil recorrido, lleno de obstáculos y trampas, cuyo éxito exigirá un enorme esfuerzo de inteligencia política y vigilancia crítica. Nada, pues, está hecho, aunque, como decía José Antich en su artículo, por primera vez se ha construido una autopista donde poder circular hacia horizontes lejanos.
De entrada, su primera virtud está en el planteamiento. Si bien nace como un acuerdo de investidura, lo trasciende desde la primera frase del preámbulo, rompiendo todas las reglas conocidas de los meros pactos políticos. Aquí no hay traspaso de favores (cuánto me das), ni falsas complicidades (nadie renuncia a su identidad ideológica), ni se intenta vender el espejismo de una aproximación ideológica, al estilo rufianesco de la unidad de las izquierdas y bla, bla, bla. El PSOE y Junts no se quieren, no confían el uno con el otro y no tienen el mismo modelo nacional, y desde esta constatación honesta, han acordado mirarse a la cara y tratar las grandes cuestiones que nos afectan. Más que un acuerdo político de vida efímera, se ha planteado como una negociación que solidificará la legislatura, a medida que se cumpla. O, como ha dicho el presidente Puigdemont, la hará estallar por los aires, si los incumplimientos se acumulan. Con un añadido de enorme importancia: el reconocimiento mutuo de la existencia de un conflicto nacional que solo puede resolverse por la vía política. El texto es, en este sentido, extraordinario, dado que lo firma el PSOE: se reconoce la destrucción de nuestros derechos a partir de 1714, hecho inexistente en la conciencia colectiva española, hasta el punto que Feijóo ha llegado a decir que el acuerdo cambia la historia de España. Además, reconoce la persecución a nuestro idioma y nuestra identidad, acepta el carácter de nación catalana, asume la existencia del conflicto, considera que la represión no es la vía para resolverlo y se conjura en encontrar una salida. Que todo eso lo diga y lo firme el PSOE significa un giro sensible en el relato clásico del socialismo, que no se puede ignorar. Y ahora no solo lo ha dicho, sino que lo ha firmado en un documento que queda para la historia.
A partir de aquí, todas las grandes cuestiones están en la agenda, desde los agravios económicos, hasta los intereses estratégicos, la defensa identitaria y lingüística o el Sant Cristo Gordo, el referéndum. Y el acuerdo conjura ambos partidos a avanzar en estos aspectos de manera sustancial y contrastable. Por ejemplo, es evidente que el PSOE tendrá que tener un comportamiento diferente al catalán del que tenía hasta ahora. Es cierto que todo eso puede quedar muy bonito en el papel, pero ser papel mojado, y justamente porque este es el peligro, también se ha acordado el escudo protector de la mesa de negociación con tres cerrojos. Por una parte, la periodicidad de los encuentros: se reunirá cada mes y se hará fuera del país, dado que quiere estar presente Puigdemont. De segundo, la tutela: lo verificarán mediadores internacionales que, según parecería, ya están acordados y son de alto nivel. Y tercero, el avance: no podrán ser mesas de debate sobre el bien y el mal, sino un recorrido de avance contrastable, sin el cual todo naufraga. Habría que añadir un cuarto: la credibilidad del mismo Puigdemont pasa porque todo eso sea cierto y se cumpla. Pronto tendremos la primera cata.
Reconoce la persecución a nuestro idioma y nuestra identidad, acepta el carácter de nación catalana, asume la existencia del conflicto, considera que la represión no es la vía para resolverlo y se conjura en encontrar una salida
Aparte del proceso de negociación, se ha pactado la amnistía y algunos flequillos relevantes con el fin de que nadie se quede fuera, desde líderes a manifestantes, jóvenes, personas de toda índole que ayudaron al procés. También aquí habrá que ver si el pacto aguanta la dureza de la realidad, dado que la guerra declarada de los jueces contra el acuerdo convertirá cada caso en un campo de minas. No será un recorrido fácil, y todavía menos en aquellas personas donde se ha aplicado de manera evidente el lawfare. También aquí la credibilidad de Junts dependerá de la fortaleza de la ley de amnistía que se presentará y de la capacidad de ejercerla. En este punto, sería bueno no especular con el retorno próximo del presidente, el hueso más duro de roer en la batalla campal entre el acuerdo y los jueces.
En conclusión, es indiscutible que se trata de un acuerdo muy ambicioso que va más allá de donde nadie había ido, y que no tiene nada que ver con las migajas que, hasta ahora, han marcado los pactos entre los socialistas y republicanos. Aquí no hay renuncias, ni compadreo progre, sino la voluntad de abrir en canal el proceso negociador de la nación catalana. Pero también es indiscutible que es un acuerdo de resolución muy compleja y que solo puede sacar frutos creíbles si Junts consigue que la negociación blinde completamente el catalán, abra el proceso de financiación por Catalunya y estructure una fórmula para poder hacer un referéndum. Y no podremos esperar cuatro años a conseguirlo, porque si desde el minuto uno no hay avances, la negociación podría mutar en un diálogo fake de los que nos tiene acostumbrados el PSOE, y entonces todo naufragaría. Sin embargo, repito, la figura de los mediadores internacionales (si son los que el tamtam asegura), resultarán unos guardianes poderosos. Tiempo al tiempo.
De momento, lo primero que llegará será la ley de amnistía, a punto de ser presentada. Será el primer test de la grandeza del acuerdo, si realmente se plantea cómo se ha asegurado. Pero mientras tanto, lo que sí que estamos viviendo es el golpismo español 2.0 en toda su esplendor. Desde que Aznar gritó a somatén, todos los poderes fácticos han sacado a pasear sus monstruos, incluidos guardias civiles que prometen derramar la sangre por España. Que en pleno siglo XXI aparezcan estos aprendices chusqueros de Tejero da una medida precisa de la oscuridad de la bestia. Jueces celadores del Santo Grial español, micrófonos irredentos, líderes salvadores de la patria, grupúsculos fascistas reavivados, empresarios que chupan del bote, sotanas del bajo palio y uniformes nostálgicos, todos en pie de guerra para defender la España negra fachada cualquier grieta que lo aleje de la caverna. Esta asonada posmoderna no hace bueno el acuerdo, ni tampoco hace confiable a Pedro Sánchez, dado que ambas afirmaciones tendrán que ser ratificadas por los hechos. Pero sí el síntoma de la ambición que el acuerdo tiene y de la importancia para el futuro de Catalunya. Si sale bien, el cambio de paradigma será histórico. Si sale mal, también será histórico el error.