El encontronazo de Javier Milei con el Gobierno ha servido de arranque oficial de la cita europea. En el primer fin de semana previo a la campaña, el gran acto de VOX, más que el disparadero de Santiago Abascal ha sido el de todos. Marine Le Pen, Viktor Orbán, el guiño de Giorgia Meloni y el plato fuerte de Milei han enviado un calambrazo ultra de Madrid a Bruselas. Pedro Sánchez, desde Barcelona, consiguió el campo magnético necesario para colocarse otra vez como el partido que mejor confronta con VOX. No es que Abascal le regale la partida al PSOE, es que el PP desiste por incomparecencia.

En esta partida al PP no le sirve la campaña contra Sánchez, sino una respuesta al discurso de la tercera fuerza nacional que no han conseguido doblegar en Catalunya o el País Vasco. Donde hubo un delirium de predicadores ultras, el PP guardó silencio con la llegada de Milei, o ante sus proclamas bárbaras contra la justicia social, el 'socialismo y muerte' o el propio acto de Vistalegre.

Hasta la CEOE ha tenido que salir a corregir su posado y su mutis tras el encuentro del sábado. Tras el papelón de la foto de los quince CEO sin mujeres empresarias, evitaron posicionarse a la salida de la embajada, pronunciando el contraste con sus homólogos alemanes que alertan del “peligro" de que acaben "con lo construido”, en palabras de Roland Busch de Siemens AG. Antonio Garamendi —tan locuaz contra la amnistía— ha sabido remediar el error y ha salido a dar explicaciones. A contrapié ha rectificado el PP por los ataques de Milei contra la mujer de Sánchez, después de que la hemeroteca trajera aquella intervención de José Luis Rodríguez Zapatero defendiendo a Aznar frente a Hugo Chávez.

Pedro Sánchez ha visto una oportunidad, mientras el PP no termina de reaccionar. El conflicto diplomático con Argentina lo ha llevado a corregir las declaraciones en 24 horas, pasando del "Begoña Gómez no es un asunto de Estado" a reivindicar la institución de la presidencia, base de las relaciones con Iberoamérica.

Para responder a VOX, el PP lo tenía fácil. Pasa por reivindicar la bandera del liberalismo político, raíz de la derecha convencional europea, en la línea de Donald Tusk. Enfrentarse a la radicalidad libertaria, sinónimo de la demolición del Estado de bienestar. Seguir los editoriales del The Economist, la cabecera del establishment, con portadas que van del “Europa en peligro mortal” a la última bajo el título “¿Está América libre de dictadores?”. El semanal anglosajón lleva semanas alertando del síntoma del retroceso en derechos y valores democráticos europeos que se juegan en las urnas el 6 de junio.

En la obsesión por abatir a Sánchez, Feijóo deja escapar oportunidades para reforzar su liderazgo en unas europeas donde la delegación española —y en particular el Grupo Popular—, puede ser la segunda delegación con más peso. La guerra cultural contra la ultraderecha, que debería ser fácil para el PP, tiene congelado al partido por temor a necesitar sus escaños como hubiera ocurrido el 23 de julio.  

Con la oposición a la amnistía desfondada tras el 12-M, el PP confía en seguir tirando de Begoña Gómez. La justicia no se ha movido, más allá de permitir a VOX como acusación, tras admitir la denuncia del sindicato ultra Manos Limpias. Una pinza idéntica al caso de Mónica Oltra, donde —como en el caso Neurona— el tiki-taka de diligencias del juez con los satélites de VOX acabó en nada.

La comparecencia de Pedro Sánchez esta semana, la primera desde que puso en duda su continuidad, tiene dos hitos de interés. Las explicaciones sobre las actividades de su mujer y la fecha en la que irá al Consejo de Ministros el reconocimiento del Estado palestino. La sesión de control no es propicia para demasiadas preguntas. Y el PP ya ha dicho que extenderá la comisión Koldo las veces que haga falta. La traducción es que seguirá activa para cuando encuentre el momento que más desgaste a Sánchez y llamar a comparecer a ambos. 

Confiar todo al ‘caso Koldo’ y a Begoña Gómez deja al PP en zona de riesgo electoral o, al menos, de crecimiento. Los ciclos cambian a una velocidad eléctrica y ahora es el momento PSOE con el PP liderando en las encuestas. Si los socialistas consiguen quedar a menos de cinco escaños de distancia, ya será mucho. Y garantizará a Pedro Sánchez el clima y el oxígeno para las negociaciones más difíciles, la posibilidad o no de presupuestos.