El título me lo apropio del comienzo de la Trilogía federal de Miquel Caminal i Badia que nos dejó en mayo del 2014. Y lo hago con la recomendación de releer a los maestros del pensamiento político que, a falta de cultura democrática vivida e incorporada a la sociedad y por la sociedad desde hace décadas, nos enseñen de nuevo a distinguir el humo de las fórmulas alteradas. Es urgente que conozcamos y retengamos las reflexiones de quien nos ayuda a entender y a entendernos, como Miquel Caminal. Solamente así podremos descubrir qué hay de magia en propuestas que quieren parecer juiciosas pero que no van más allá de la aceptación de las propias limitaciones. Solamente así podremos rehusar que nos construyan un horizonte —que podría y tendría que estar entero— pero que se queda en una restricción a la medida de los miopes. Hay que reencontrarse con los hombres y las mujeres sabias que nos hagan darnos cuenta de la bajada histórica consentida... y que la noria donde nos instalan con tanto juicio da vueltas en la absurdidad y ya no nos mueve hacia un estadio de más libertad y más conciencia.
Miquel Caminal escribió en Trilogía federal, tres cartas de un federalista catalán unas duras afirmaciones, en 2013, que vuelven a ser un retrato muy esmerado de lo que pasa en el 2023: "Actualmente, el catalanismo navega a la desunión, y a los dirigentes del procés independentista dominante les falta sentido de la responsabilidad del momento histórico que se está viviendo. Han promovido una acción política sin matices ni estrategia, a caballo entre una legítima y lógica movilización popular ante la discriminación y humillación de la identidad y derechos de la sociedad catalana. Pero esta desorientación y división interna del catalanismo no tiene que ocultar la cuestión de fondo: el autoritarismo que caracteriza un nacionalismo español, que lejos de abrir vías de diálogo, se mueve entre el autismo, el insulto y la amenaza."
Y es precisamente este autoritarismo que sobrepasó el 1-O del 2017 su propio autismo, y convirtió insultos y amenazas en violencia y represión que todavía dura, lo que da credibilidad —por más que a algunos les cueste asumirlo— a la afirmación de que el federalismo es un programa definitivamente utópico cuando se quiere aplicar a un Estado que, siéndolo, se niega como plurinacional por la gloria ahora de un Borbón, y antes, de un dictador. Así, la razón y la lógica, en clave de no sometimiento, nos llevan a un independentismo que Miquel Caminal quería (y no era ni es el único) tan científico como irremediable.
Si falta sentido de responsabilidad del momento histórico, si se propone desde las más altas instancias reanudar el diálogo más infértil, y si cada dirigente en condiciones de un cierto mando se guía por sus propias manías, no es extraño que la opinión pública se aleje del discurso oficial de los representantes
Por todo lo anterior, me ha parecido muy madura la puntualización que hace Jordi Muñoz, el actual director del Centro de Estudios de Opinión, de la encuesta política que se publicó hace no demasiados días. Como se puede leer en esta entrevista.
"El desgaste en el apoyo a la independencia está, pero no es muy grande. Tengo la sensación de que en la opinión pública el cambio ha sido menos fuerte que en el discurso político". La distancia se acentúa si se tiene presente que en la encuesta gana apoyo la propuesta federalista en partidos como ERC, oficialmente independentista. Pero si falta sentido de responsabilidad del momento histórico, si se propone desde las más altas instancias reanudar el diálogo más infértil, y si cada dirigente en condiciones de un cierto mando se guía por sus propias manías (véase las propuestas del alcaldable Xavier Trias por Barcelona que parece menospreciar a Junts hasta hacerlo invisible), no es extraño que la opinión pública (la de la gente), se aleje del discurso oficial de los representantes y community mánager de los partidos políticos. Seguramente este es uno de los motivos por los cuales Catalunya, también en palabras de Jordi Muñoz, es uno de los países con "niveles más altos de desafección política".
Y si lo reitero es porque lamento que cuando la desafección política era menor se pusieron vallas para separar a ciudadanía y a políticos. Y porque los activistas se han echado de los escaños, como también se ha hecho con los académicos críticos. Y ahora, cuando se buscan obstinadamente las unidades bajo el signo de los unicornios y la desmemoria más próxima, se ignora la visión apasionada y académica de Miquel Caminal que solamente podía ya entender —al contrario de lo que había defendido el resto de su vida— que la unidad de casi todo el catalanismo se conseguirá "en torno a la única opción defendible por exclusión de todas las otras: la independencia."