Hay una grieta dentro del PP que a Alberto Núñez Feijóo le cuesta cada vez más tapar e Isabel Díaz Ayuso señala y agranda con éxito. En la contraposición de dos modelos, el de un PP clásico que negocia con PNV y Junts pierde ante el PP-VOX, sellado con la alianza orgánica de gobiernos de coalición tras las autonómicas de 2023 desmantelados por Abascal, no por Feijóo. En ese choque, PP-Feijóo versus PP-Ayuso, la presidenta madrileña consigue con éxito imponer una línea neotrumpista y Feijóo, queriendo pescar de ambos espectros, se desdibuja y resulta incomprensible para una parte importante de votantes del PP.
La dificultad de Feijóo para marcar la línea nacional venía de antes y se ha destapado con fuerza tras el volantazo del decreto ómnibus. El último síntoma de una cascada de decisiones de la dirección nacional que no terminan de entenderse incluso por los barones autonómicos. Pasar del no al sí en el ómnibus sin saber explicarlo ha tenido un coste. Lo rechazaron cuando eran determinantes, anuncian el sí cuando su voto es irrelevante. El problema es que el salto en la posición de voto se colocó en un tuit y no salió ningún portavoz a dar las razones. Y cuando lo hicieron, votando sí al palacete recuperado del PNV y a las medidas antidesahucios, los hundió en la contradicción.
Por el camino se han llevado por delante la relación con el PNV, y con Junts han pasado de “estar orgullosos” de los pactos a acusar al PSOE de “bailar una sardana en Waterloo” con la imagen creada por IA de un Sánchez arrodillado ante Puigdemont. Sacar adelante el ómnibus es lo más acertado para la posición de gobierno del PP. Ocurre que la obsesión por dejar sin oxígeno parlamentario a Pedro Sánchez e intentar poner fin a la legislatura les hace cometer demasiados errores y hace incomprensible que un día voten lo contrario del anterior.
La presidenta madrileña consigue con éxito imponer una línea neotrumpista y Feijóo, queriendo pescar de ambos espectros, se desdibuja y resulta incomprensible para una parte importante de votantes del PP
Es muy difícil saber si Feijóo se aproxima al centro liberal o a la derecha dura. No tener una idea clara de la posición del PP, no saber justificar qué se vota, por qué Carlos Mazón fracasó en la gestión de la DANA o no ser claro en los temas que marcan la agenda nacional y global, genera inseguridad. No se sabe qué opina Feijóo de cuál debe ser la posición de España respecto a Donald Trump, cómo actuarían si están en contra de los aranceles y Estados Unidos los mantiene, qué opina del desmantelamiento del marco europeo que pretende Elon Musk y ni siquiera han reaccionado cuando el dueño de X hace campaña por Alternativa por Alemania. No se sabe cuáles serían sus socios preferentes en unas generales y tampoco ha armado un liderazgo de voces que expliquen la posición del PP en política exterior, energía, el pacto verde, las políticas reaccionarias de la extrema derecha o la mal llamada guerra cultural.
En esta última también gana VOX cuando arrastra al PP a una crítica tímida cada vez que los de Abascal se salen del tablero. Claman contra Sánchez, pero guardan silencio cuando VOX pide prohibir el aborto, ensalzan a Franco en el Congreso o se alinean con Viktor Orbán en Bruselas. Es fácil prever que el encuentro internacional ultra organizado para este fin de semana en Madrid también contará con el silencio de Feijóo. Y aunque las derechas convencionales sufren en toda Europa y se recolocan como pueden, el PP no puede esperar a que otros se tomen posiciones por ellos.
En esta indefinición gana Ayuso, con un liderazgo eléctrico y populista que sintoniza con la oleada ultra manteniendo la marca PP. En su línea polarizante y combativa, coloca a Sánchez en una diana que tapa a Feijóo. La oleada de ultraderecha es diversa en su composición pero clave en la configuración de las fuerzas políticas en los países democráticos. Cuanto más evita Feijóo posicionarse, más se escucha a Aznar y a Ayuso, en perfecta sintonía de mensajes. En todas las encuestas privadas, el PP suma holgadamente con VOX. Sánchez empeora sus resultados, pero Feijóo también. Y lo hace con un VOX que consolida su electorado por encima del 12% con el viento a favor. A este paso, no está claro quién puede ser la muleta de quién. Confiado en que el antisanchismo lo hará todo, Feijóo se desdibuja y alimenta una corriente cada vez menos interna y más explícita.