"No tendrás cojones de hacerlo", me dijo Pep Guardiola cuando le comuniqué que quería que fuera el próximo entrenador del Barça. La frase, muy conocida, marcaría el inicio de una de las etapas más esplendorosas que ha disfrutado el barcelonismo hasta la fecha, aunque estoy convencido de que vendrán más, muchas más, Fermí.
El delicioso cabrito enfangado en la cuchara y el parmentier de bogavante se convertían en testigos de excepción de ese momento, en un escenario ideal, el Drolma de Fermí Puig, de su inseparable maitre Alfred Romagosa [hay que decir Álfred, acentuando la á, en inglés] y de la querida y eficiente Montse Arranz. El Drolma, allí donde fuimos felices, allí donde celebramos tantas comidas oficiales de directivas previas a las grandes ocasiones, la Champions, los Clásicos. Fermí, discreto por naturaleza y humilde de corazón, ocultaba el orgullo de que los sabores y los aromas de sus creaciones culinarias fueran alabados por locales y visitantes. Porque si hay melodías que estarán para siempre asociadas al Barça que tocó la gloria, también hay una cocina, la de Fermí, que nos hacía más deliciosa la espera del camino hacia la victoria.
Pienso que no es casual que un país, Catalunya, donde la gastronomía y el Barça han desatado la admiración de todo el mundo, Fermí fuera un nexo de unión. Sus dos pasiones —con permiso del amor por su familia— eran casi indisociables. Fermí era un sabio de los fogones y del Barça, sencillamente porque lo sabía todo, de nuestra cocina y de nuestro club. Cuando saboreábamos los canelones de asado con bechamel de trufa, nos decía que el asado tiene que hacerse incluso los días que miramos el Barça por televisión, porque para los partidos siempre hay ideas buenas para cocinar.
Afable en la conversación y fiel con sus pensamientos, fue lo bastante generoso como para trasladar su sabiduría a la gente, por medio de los libros, en la radio, pero, sobre todo, en las largas charlas de sobremesa que solían girar en torno a la figura de Johan Cruyff, el jugador, el entrenador, la persona que más admiró de todo el universo barcelonista. Para el recuerdo eterno, las comidas inolvidables que compartimos en la trastienda de una pescadería de Gràcia, con amigos como Johan, Pep, Manel Estiarte, Txiki, Joan Patsy, Albert Perrín, Jaume Roures, Xavier Sala-i-Martín, Juli Soler o Ferran Adrià. ¡Qué auténtico Dream Team y cuánto disfruté y aprendí de todos ellos! De alguno de esos inolvidables encuentros queda en el recuerdo una fotografía que Fermí mostraba, con orgullo, en el reservado —su santuario barcelonista— del restaurante de la calle Balmes. Fermí explicaba que esa era la "imagen de la alegría y la libertad".
Fermí era un sabio de los fogones y del Barça, sencillamente porque lo sabía todo, de nuestra cocina y de nuestro club
Insobornable de pensamiento y de corazón, Fermí Puig era un hombre de paz, que siempre trató de construir puentes en aquel intenso debate que ponía en conflicto la llamada cocina tradicional con la nueva gastronomía. Fue amigo del añorado Santi Santamaria y de Ferran Adrià —compañero de mili del Fermí, quien recomendó al recordado Juli Soler para que contratara a Ferran para hacer del Bulli el mejor restaurante del mundo— así como de Carme Ruscalleda o de Carles Gaig y de todos ellos siempre admiró y exaltó sus virtudes, porque decía que la buena cocina no entiende de antiguo o de nuevo, sino que solo responde al buen gusto, a la pasión y al esfuerzo. Tres preceptos que Fermí aplicó en su vida y en los fogones para convertir en eternos los platos de siempre, "los de la abuela", preparados y servidos con amor y con ciencia, gracias a su intuición, su cultura gastronómica y su aprendizaje permanente.
Lloraremos la ausencia de Fermí, pero celebramos su amistad. Te agradezco que el Drolma haya sido parte de nuestras vidas, de los mejores años de nuestras vidas. Allí trajimos los seis títulos que el Barça alzó en 2009 y allí festejamos, con alegría y libertad, ser el mejor club del mundo.
Fermí, muy pronto el Barça celebrará los 125 años de su historia. Y lo haremos como a ti más te habría gustado, recordando nuestras raíces y nuestro estilo de juego, recordando, como dice el Manifiesto de los 125 años que ha elaborado David Carabén, que queremos celebrar que hemos sido fieles a nuestras esencias, no por un afán de originalidad, sino porque ha sido, precisamente, cuando hemos insistido en aquello que nos distinguía del resto de clubs del mundo cuando hemos vivido la mejor etapa de nuestra historia. Hemos sido los mejores, hemos ganado más títulos y hemos generado admiración en todas partes, cuando nos hemos mantenido fieles y hemos apostado fuerte y sin complejos por nuestra manera única de ser y hacer.
Que ha sido tu manera de ser y de hacer, Fermí.
Gracias por todo. Te quiero.
Visca el Barça!