Entre los puntos que tocan los acuerdos entre PSC y ERC y los Comuns hacen referencia al problema del agua. En el documento de ERC se plantea lograr que en 2030 Catalunya pueda autoabastecerse a partir de invertir en agua regenerada, potabilización y desalinización, de modo que permita que Barcelona no dependa del trasvase del Ter para el agua de boca. Y también el compromiso inequívoco de no realizar ningún tipo de trasvase del agua del Ebro. En el documento de los Comuns se habla de la necesidad de un pacto nacional sobre el agua, de llevar a cabo las infraestructuras para garantizar los caudales ecológicos de las cuencas fluviales, y también de no trasvasar el Ebro hacia Barcelona.
Proponerse dejar que el Ter sobreviva —aliviando su servidumbre hacia la concentración metropolitana barcelonesa— va en la buena línea, y no trasvasar agua del Ebro a Barcelona también. Sirve para poner sobre la mesa una cuestión que este país no se ha tomado lo bastante en serio, que es el agua para el riego. Por la especial gravedad de sequía que se está viviendo allí, me referiré específicamente al Camp de Tarragona, una parte del país donde el sector, tanto de secano como de regadío, está en grave amenaza de desaparición: los árboles se mueren, las cosechas de cereales quedan cortas, las vides sufren para sobrevivir, los acuíferos se están quedando secos porque todo el mundo pincha el suelo hasta centenares de metros. Un drama que queda lejos de la Catalunya húmeda y la Catalunya metropolitana.
Específicamente para las zonas de regadío del sur del país se están estudiando (tarde) salidas múltiples, con algunas actuaciones ya iniciadas, como la previsión de que dentro de un año ya se pueda regar en la zona del pantano de Guiamets. A Margalef se podría hacer llegar agua del canal Garriga-sur, y quizás más adelante a los pantanos de Siurana-Riudecanyes. También se estudia la regeneración del agua de la depuradora de Reus. Sin embargo, no se oye hablar de una actuación que consistiría en aprovechar una infraestructura que ya funciona, como es el minitrasvase del Ebro, una actuación de gran relevancia que se remonta a los años 80.
En el Camp de Tarragona, el sector —tanto de secano como de regadío— está en grave amenaza de desaparición, un drama que queda lejos de la Catalunya húmeda y la Catalunya metropolitana
Consistió en modernizar canalizaciones de riego del río de forma que permitieron ahorrar agua, y al mismo tiempo cobrar un canon anual por el mantenimiento de las canalizaciones Los grandes beneficiarios de la obra fueron las industrias del Camp de Tarragona y una amplia lista de municipios, entre los cuales, principalmente, los turísticos de la Costa Daurada. Ahora sería cuestión de hablar menos de turismo y más del campo, que es un sector estratégico.
La concesión vigente de agua que prevé el minitrasvase es de 3,78 m³/s. Traducido en volumen de agua anual, si se utilizara toda la concesión, serían 119,2 h³ (hectómetros cúbicos). Para situarnos, equivale a un poco más que toda la capacidad del pantano de la Baells-Cercs. La concesión media es de 3 m³/s, que equivaldría a 94 hm³ al año, y la concesión mínima, de 2,63 (83 hm³ anuales). ¿Cuánta de esta concesión se aprovecha y cuánta no se aprovecha en la práctica?
Según el Consorcio de Aguas de Tarragona (CAT), la experiencia indica que el máximo histórico del volumen trasvasado se registró en el año 2007, con 79,9 hm³, lo que equivale a 2,53 m³/s. De hecho, el volumen de agua trasvasado a lo largo de los últimos 20 años es relativamente estable, se mueve casi siempre entre los 70 y los 80 hm³ anuales. Así, con respecto a la concesión media (3 m³/s), en el año de máximo trasvase se dejó de aprovechar el 16% de la concesión, prácticamente 0,5 m³/segundo. Traducido en cifras anuales, son casi 25 hm³, es decir, por ejemplo, cinco veces la capacidad del pantano de Riudecanyes, o dos veces el sistema Riudecanyes-Siurana.
Uno se pregunta si la Generalitat no debería aprovechar la concesión vigente y hacer llegar esta agua al campo del sur, aunque solo fuera para asegurarle un cierto riego de apoyo. El coste político sería bajo, el Ebro no se resentiría nada (entraría dentro de la concesión vigente), el coste de hacer un brazo que llevara el agua del CAT (cerca de la costa) a Riudecanyes, por ejemplo, sería asequible.
Lo que sea, pero el tema es urgente abordarlo si no se quiere tener pronto una zona predesértica en el sur de Catalunya.