En el mundo de la política, los gestos pueden ser tan poderosos como las palabras. Reflejan los valores, las creencias y las prioridades de los protagonistas de una acción. Cuando dos partidos llegan a un acuerdo, siempre hay un momento estelar, que acostumbra a ser al final, cuando los representantes de las dos partes se sientan de frente y estampan la firma en un papel. Del acuerdo entre Junts y el PSOE no existe una fotografía para la historia de este tipo, sino solo el trazo de las firmas de Jordi Turull (Junts) y de Santos Cerdán (PSOE). Tampoco hubo una comparecencia conjunta para explicar el contenido del acuerdo. Cada partido convocó a la prensa por separado, aunque estuvieran a trescientos metros de distancia en dos locales adyacentes. No hubo ni fotografías, ni sonrisas de complicidad, ni carantoñas. En el caso de ERC, en cambio, el ministro Félix Bolaños viajó a Barcelona y se fotografió con Oriol Junqueras en el hotel The Hoxton del Poblenou con un bolígrafo cogido de la mano y unos papeles encima de la mesa. No soy experto en comunicación política, pero estoy seguro de que ni a Toni Aira ni a Patricia Centeno les habrá pasado por alto este detalle. Es una metáfora.
¿En qué consiste la metáfora? Pues es la representación simbólica de lo que se puede leer en las cuatro páginas del acuerdo político al cual han llegado Junts y el PSOE. Ninguno de los dos partidos considera al otro un aliado: “El PSOE y Junts reconocen las profundas discrepancias y son conscientes de la complejidad y de los obstáculos del proceso que se disponen a emprender”. Un proceso no es alianza, es otra cosa. Un acuerdo de gobernabilidad, por ejemplo. “Hacer de la necesidad, virtud”, tal como predijo el president Puigdemont que quizás haría el PSOE en la conferencia del 5 de septiembre. Pedro Sánchez confirmó aquella predicción en la reunión del 28 de octubre del comité federal socialista que dio luz verde a negociar la amnistía con el independentismo. Todos los acuerdos de paz arrancan del mismo modo, con la asunción por parte de una de las partes que debe hacer lo posible por convertir una situación impuesta en favorable. Lo resumen así: “tengo que poner buena cara ante lo que estoy obligado a aceptar por necesidad”. El PSOE ha decidido pactar con Junts porque Pedro Sánchez necesita los siete votos de los independentistas. Junts no se considera uno más de los aliados del PSOE y lo remarca. Los siete votos tienen un precio político que no pasa por la promesa de más competencias. Es por eso que me parece absurda la competición que alimenta Esquerra sobre quien ha conseguido más cosas en las respectivas negociaciones. No se trata de esto, porque la principal discrepancia entre los dos partidos es sobre la naturaleza y el enfoque del pacto que han firmado cada uno con el PSOE.
Hoy, apoyar la investidura de Sánchez es un factor de desestabilización y abre una profunda fractura en España
Esquerra defiende desde tiempo atrás que para resolver el conflicto es obligado reforzar la izquierda española, PSOE y Sumar, y, una vez consolidada, iniciar un proceso endógeno de reforma del estado. Junts no comparte este diagnóstico de ninguna manera. Ya no lo compartía en 2018, cuando Puigdemont se opuso a la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy, que Junts votó finalmente por la presión de Xuclà i Campuzano. Las razones de entonces son las mismas razones que ahora le sirven para lo contrario e investir a Pedro Sánchez. Entonces, apoyar la moción de censura comportaba apoyar la estabilidad y liquidar un gobierno muy débil para reforzar al PSOE y dar estabilidad al estado. Hoy, en cambio, apoyar la investidura de Sánchez es un factor de desestabilización y abre una profunda fractura en España, como se puede ver en las violentas manifestaciones de Madrid y en la reacción de los poderes fácticos españoles. La prensa, también la más progresista, arremete contra el acuerdo con todas sus fuerzas. Lanzar una moneda al aire y apostar por nuevas elecciones que pudieran comportar una mayoría PP-VOX era muy arriesgado. Además, esto habría ayudado a la estabilización y la vuelta al orden de la política española, que habría tenido como consecuencia debilitar todavía más el independentismo. La fuerte división de los partidos españoles debilita al estado y el independentismo tiene que aprovechar esta circunstancia para arrancar derechos que no tendría que haber perdido jamás. ¿Qué partido español y cuándo había reconocido hasta hoy que las reivindicaciones y demandas de los catalanes tienen “un profundo recorrido histórico y que han adoptado diferentes formas desde que los Decretos de Nueva Planta abolieron las constituciones e instituciones seculares de Cataluña”? Quien no sepa leer la trascendencia de este reconocimiento es que no sabe en qué mundo vive. Alguien dirá que todo esto es pura retórica y que en el acuerdo con Esquerra ya se insinuaba. Pero insinuar no es afirmar. A partir de ahora el PSOE no podrá ir por el mundo diciendo que aquí no ocurre nada. Que todo es consecuencia del “delirio” independentista. El conflicto arranca de la Nueva Planta. No es poca cosa. Esto mismo servirá para reforzar la oficialización del catalán en la UE.
Puesto que en Cataluña estamos instalados en un tipo de competición entre hooligans, el reduccionismo se ha apoderado de los tertulianos. Limitarse a decir que Junts copia ahora lo que Esquerra empezó a hacer en 2018 es no tener perspectiva histórica. El pacto de Junts con el PSOE significa un cambio en el relato sobre la naturaleza del conflicto, la legitimidad del 1-O y de la reivindicación de la autodeterminación. No es la independencia, no. Pero es un giro copernicano que solo desvirtúan los que quieren crear un partido nuevo para ocupar el poder que no tienen. Critican, pero nunca te dicen qué harían. La discrepancia entre Junts y Esquerra no era sobre si había que negociar o no con los partidos españoles, sino cómo hacerlo y cómo enfocarlo aprovechando la “confrontación inteligente”. El PSOE exigió a Esquerra que renunciara a la unilateralidad y Junqueras lo hizo públicamente antes de ser indultado. En las cuatro páginas del acuerdo con Junts esta condición no se menciona en ningún pasaje. Al contrario, el PSOE reconoce a Junts el derecho a reivindicar la autodeterminación. No se trata de acusar a nadie de nada, pero sí que hay que remarcar que son dos planteamientos antitéticos y tienen un valor muy diferente. ¿Se imaginan al régimen iraní reconociendo en un acuerdo político que los gais tienen derechos, aunque ellos los detesten, y que está dispuesto a buscar una fórmula para admitirlo? Llevémoslo al conflicto de Oriente Medio y díganme ustedes si no sería una novedad que Hamás reconociera a Israel su derecho a existir.
Junts no reconoce el marco constitucional español ni se compromete con él
Los escépticos aducen que con una declaración de principios no es suficiente y se preguntan de qué manera Junts obligará al PSOE a cumplir todo lo que se vaya acordando o bien cómo se resolverán las disfunciones que surjan en el desarrollo de los acuerdos. Ya que no se ha explicado de una manera clara la metodología de la negociación y todavía no se han dado a conocer los nombres de los mediadores internacionales que con el apoyo de un estado extranjero evaluarán mes a mes la evolución de los acuerdos, es normal que haya personas reticentes a admitir la eficacia del pacto. La debilidad más grande del pacto es que es un acuerdo marco, como casi todas las primeras declaraciones de paz, como escribió Vicent Partal. Solo cuando se sepa todo (nombres de los mediadores, estado donde se celebrarán las reuniones y alcance de la amnistía) se podrá evaluar la altura política de lo que ha pactado Carles Puigdemont. También habría que reconocer el mérito de que el catalán ya es hoy oficial en las Cortes españolas y que, estoy seguro, porque ningún estado se opone, pronto lo será en la UE. Quizás lo que ciega a un sector del independentismo es que, en el momento más débil, electoralmente hablando, del independentismo, más adelantos ha conseguido. Es una paradoja, sí. Como también lo es que el PSOE haya propiciado un ambiente “guerracivilista” que podría costarle caro, sobre todo porque el rey tiene la posición que tiene, completamente alineada con la derecha y la extrema derecha.
Que las crisis son oportunidades no tendría que ser un simple recurso dialéctico. La negociación para la investidura ha propiciado la fractura del españolismo y de la coalición del 155. Las razones por las que Pedro Sánchez ha rectificado pueden parecer oportunistas, pero el efecto de su decisión es el que es. El independentismo tiene que aprovechar esta “oportunidad” para demostrar al electorado que para defender Cataluña hay que seguir confiando con él y no convertir el PSC en el interlocutor de su propio partido. En el País Valenciano ya se pudo constatar que un presidente del PSOE no podía pretender resolver los problemas políticos y de financiación de la comunidad autónoma si lo hacía con el secretario general de su partido en Madrid. Solo había un relato y no dos y el fuerte (el estado) se impone siempre sobre el débil (la autonomía), condicionando al débil a ceñirse al marco constitucional imperante. Esta es otra de las “sorpresas” del acuerdo entre Junts y el PSOE: Junts no reconoce el marco constitucional español ni se compromete con él, cosa que, y ya me perdonarán los de Esquerra, es muy distinta a lo que pactaron con Pedro Sánchez durante lo que ellos denominan “primera fase de la negociación”. O sea, los acuerdos del 2019, donde admitían que los límites de las medidas acordadas los imponía la Constitución. Quien se equivoca y no ve las ventajas de un momento histórico, a menudo cae perjudicado. A ver qué pasa.