Para unos, queimada, para otros, aquelarre. Las elecciones gallegas han replicado a las autonómicas de mayo en expectativas y resultados. El PP salía a revalidar la quinta mayoría absoluta y cogió miedo a las encuestas. Los 40 escaños, aún bajando medio punto, son incontestables. En julio, la seguridad del triunfo acentuó la sensación de caída. Tras las gallegas, todo sigue como en mayo y julio. El PP triunfando en lo autonómico, el PSOE gobernando sin que el resultado tenga impacto en la hoja de ruta de La Moncloa. Estamos ante un PP con agenda territorial y sin gobierno. Y ante un PSOE cuya fortaleza electoral pasa por la articulación de mayorías y la protección social sin responder al modelo de gestión territorial. Así que la cita gallega deja un vaso lleno —el de Alfonso Rueda— y otros medio vacíos para el PP, el PSOE y Sumar.
Quién más podía perder era Feijóo y por eso es quien más gana. Tranquilidad interna, cierre de filas y por delante, una carrera electoral hasta las generales. Eufórico ante la junta directiva del PP gallego, clavó la foto fija: “El PP ganó, el PSOE se estrelló. Sumar, en la irrelevancia”. Pero en la foto dinámica, el what's next del PP, Feijóo lanza dos mensajes incompatibles. “¿Por qué ganamos?”, se pregunta retóricamente. “Porque gobernamos para todos. El PP de Rueda no es un partido contra nadie, ni obliga a pensar en contra de nadie, ni a pensar como nosotros, no clasifica en buenos y malos, no es un partido que ponga la ideología por encima del partido. Es un partido que quiere negociar con el resultado de las urnas”. Esto, que suena transversal y pacificador, colisiona con la receta del éxito mencionada a continuación: “Concentrar el voto en el PP frena al independentismo y arrincona al sanchismo”.
Independentismo y antisanchismo. Ni rastro de Vox en las palabras de Feijóo. Ni siquiera para ensalzar haber conseguido ser el único parlamento autonómico donde han quedado fuera. Aparentemente, el PP podría presumir de tener dos frenos con sus mayorías absolutas: el independentismo y Vox. El PSOE solo tiene uno: a la ultraderecha. A esta tesis le faltaría ser cierta. El PP no tiene freno en Vox. Por eso está ausente en el discurso de Feijóo. Porque no ha resuelto la receta nacional: con quién y cómo. Del “gobernar para todos” en Galicia a la España de los enemigos replicada desde Madrid. El modelo del PP autonómico es incompatible con el nacional.
A diferencia del PP, los socialistas necesitan fuertes liderazgos autonómicos con implantación, proyecto y reconocimiento social
En el escenario opuesto está el Gobierno. El PSOE puede hacer como que no ha pasado nada. Hacer como si el golpe estuviera amortiguado. Pero sí ha pasado y sí hay golpe. No es fácil reflexionar en plena derrota, sin embargo, en la ejecutiva del lunes presidida por Pedro Sánchez no hubo debate y tampoco se emplazó a tenerlo. El PSOE se ha echado a la espalda la legislatura, tirando de la resistencia y la debilidad de sus socios. Por delante, tiene todo un debate pendiente para cuando pueda coger oxígeno. Y no debería ser dentro de mucho. Antes de las siguientes generales, están las autonómicas. Algún territorio debería pretender recuperar.
Desde el año 2015, los partidos no tienen techo ni suelo. El PSC fue cuarta fuerza en 2016 y ganó las elecciones en 2019; al BNG le ahogaron las mareas y ha pasado de 6 escaños a 25. Con estas reglas, las marcas de izquierdas no pueden perder de vista el para qué sirven. Esta es la primera vez que el PSOE va a elecciones para hacer presidenta de la Xunta a otra marca que además es líder nacionalista.
Los errores de la campaña gallega se traducen en pasar de 14 a 9 diputados. Los fallos de después en la falta de reacción. A diferencia del PP, los socialistas necesitan fuertes liderazgos autonómicos con implantación, proyecto y reconocimiento social. La candidatura de Xosé Ramón Gómez Besteiro era inocua. O como reprochan desde dentro, el PSOE no puede ir así a una cita electoral. Besteiro llevaba siete años en el congelador y no consiguió entrar en campaña. Al externalizar la victoria, el BNG ha subido más de 12 puntos en feudos socialistas, ha arrasado en Vigo y ha dejado al PSOE por debajo del 15% de voto.
Sin poder autonómico La Moncloa es un cascarón vacío. Tener proyecto nacional y territorial no es mirar a Emiliano García-Page, un barón difícil de exportar fuera de Castilla-La Mancha. Una versión embrutecida de Susana Díaz con dificultades para conectar con el PSOE urbanita, plural, europeísta y periférico. Ese varón que manda a su hija a estudiar Medicina y a su hijo a hacer las prácticas y encima le hace gracia. La reflexión pendiente del PSOE es más vasta en amplitud y por supuesto en matices.
En las dos legislaturas de Pedro Sánchez, el PSOE es el partido que está absorbiendo la crisis territorial y constitucional heredada del procés. Una crisis social y política que no puede resolverse con condenas de cárcel. Pero también es un partido que puede perder identidad y peso si no ve más allá. Como en las autonómicas de mayo, el PSOE no ha hecho la reflexión de qué le está pasando en los territorios. Y como en mayo, el PP confunde lo autonómico con el proyecto nacional.