Este es el título de la novela de ciencia-ficción de Philip K. Dick en el que se inspira la película Blade Runner, protagonizada por Harrison Ford. Pero hoy no hablaremos de si los androides sueñan o no, sino de si duermen, o mejor dicho, si necesitan dormir o no. Este sería el punto clave y definitorio para demostrar que tienen un cerebro equivalente al de cualquier organismo animal. Si los androides durmieran por necesidad (y no por que los programaran), entonces los podríamos considerar casi humanos. Sabemos ahora que todos los organismos animales con sistema nervioso, si se estudian a fondo, tienen periodos de tiempo en que sus neuronas tienen que desconectar y hacer un reset para volver a funcionar correctamente. Incluso un "gusano" como el nematodo Caenorhabditis elegans, que sólo tiene 302 neuronas en su "cerebro", puede dormir y, de hecho, necesita hacerlo en ciertas etapas cruciales de su vida. Justo a finales de junio, se ha publicado un trabajo que explica cómo se puede medir, neurona a neurona, esta desconexión de su actividad neuronal hasta quedar en un estado de letargia, y cómo y cuándo sus neuronas despiertan. Así, los autores demuestran que estos "gusanos" se acercan uno a otro hasta hacer una especie de ovillo, donde la concentración de oxígeno baja y, entonces, un 75% de sus neuronas disminuyen su actividad neuronal hasta que los animales se duermen de forma natural. Aun así, hay neuronas que quedan vigilantes y alerta para medir el oxígeno ambiental, con el fin de despertar a las otras cuando este sube. De hecho, los autores van más allá y concluyen que dormir es una propiedad emergente de las redes neuronales, es decir, que dormir y desconectar de los sentidos y de la realidad es un fenómeno inherente e, incluso, una necesidad derivada de tener neuronas conectadas y procesando información. Resumiendo, si tenemos cerebro, hay que dormir.
Pues bien, está claro que este tema del sueño y el insomnio nos preocupa, como sociedad y como científicos. Este mes de junio pasado, se han publicado dos artículos más de investigación en revistas de primer nivel sobre la capacidad o, mejor dicho, la incapacidad de dormirse. ¿Ahora que ya sabemos que nuestro cerebro necesita "apagarse" y desconectar cómo es que hay personas que sufren insomnio? ¿Hay algún factor genético que explique por qué unas personas pueden dormirse fácilmente, en condiciones normales, y otras están desveladas, a pesar de desear poder dormir? Y aquí hay que decir que no hablamos de la genética de enfermedades que ocurren infrecuentemente y sólo afectan a una familia concreta (estas serían las enfermedades raras, causadas normalmente por mutaciones en un único gen), sino que hablamos del insomnio que afecta a una proporción muy alta de gente –seguro que tenemos a nuestro alrededor a alguien que lo sufre, talmente parece una epidemia–. Hablamos de todos aquellos que quieren dormir y no pueden hacerlo sin medicación. A pesar de que implementar buenos hábitos con el fin de "reaprender" a dormir ayuda en la mitad de los casos de insomnio, estudios en familias y gemelos demuestran que hay factores genéticos relevantes que predisponen a sufrir insomnio.
Los genes implicados en el insomnio también están relacionados con la ansiedad, depresión, diabetes de adulto y obesidad
¿Y cuáles son estos genes? ¿Cómo podemos saber si somos portadores de variantes genéticas que incrementan el riesgo a sufrir insomnio? Para abordar este tipo de enfermedades que no son causadas por un único gen, sino que se deben a combinaciones de muchas variantes genéticas (en las que cada variante sólo añade un poco al riesgo de sufrir la enfermedad), se realizan estudios de GWAS (genome wide association study, o estudio de asociación a lo largo de todo el genoma). En estos estudios, se analiza el ADN de muchas personas afectadas de la enfermedad estudiada (en este caso, el insomnio) comparándolo con el de personas no afectadas. Lo que se busca es encontrar una posición (o secuencia) concreta del ADN que se encuentra más frecuentemente en los pacientes de una determinada enfermedad con respecto a los que no son pacientes, es decir, buscamos aquellas variantes genéticas que incrementan la probabilidad de sufrir esta enfermedad. A este tipo de evidencia se le dice "asociación". Ahora bien, muy importante, hay que remarcar que haber heredado estas variantes no quiere decir que sufriremos con toda seguridad la enfermedad, sino que tenemos más números de la lotería para acabar sufriéndola. Mayor riesgo, pero no determinación absoluta.
Si dormimos más, sentiremos menos dolor y no contribuiremos a favorecer trastornos neurológicos y metabólicos
Pues bien, resulta que después de analizar a 113.006 personas del Reino Unido (fijémonos en que es un análisis de un número considerable de personas), han identificado que variantes en 5 genes concretos claramente relacionadas con el insomnio, ya que son mucho más frecuentes en las personas que sufren insomnio con respecto a las que pueden dormir sin dificultades. Y, lo que es más relevante (y quizás inesperado) de este estudio, se conoce que estos genes están muy implicados en trastornos neurológicos, como la ansiedad y la depresión e, incluso, en enfermedades metabólicas, como la diabetes de adulto o la obesidad. Es decir, los genes que intervienen en la ansiedad, la depresión, la diabetes de adulto y el sobrepeso también están muy involucrados con el insomnio persistente independiente de circunstancias vitales puntuales. Por el contrario, las personas que, subjetivamente, se sienten bien con ellas mismas duermen mejor y no sufren insomnio. De estos resultados (y de otros) podemos deducir que hay que empezar a actuar de forma racional para tratar el insomnio junto con estas enfermedades en aquellas (muchas) personas que sufren insomnio combinado con otros síntomas, que ahora sabemos que no son independientes, sino que reflejan una alteración de las mismas vías genéticas y metabólicas. En otras palabras, quizás nos hace falta una visión más holística e integradora de las enfermedades que sufrimos.
Dormir más es una de las mejores inversiones de salud que todos podemos implementar. Y es gratis. ¿A qué esperamos?
Por último, he dejado el artículo científico que más me ha subyugado. Una aportación que merecería, seguramente, un artículo de opinión por sí mismo. Este artículo demuestra que si dormimos más, sentiremos menos dolor físico. Y aquí estamos hablando del dolor crónico, tan difícil de tratar. Muchos de nosotros (y cuantos más años acumulamos, más nos pasa) nos levantamos, muchos días, resentidos. Pues resulta que si dormimos más o, almenos, tomamos más cafeína, la sensación de dolor puede disminuir considerablemente. De hecho, bastante más que si tomamos analgésicos convencionales. Eso se demuestra en ratones en los cuales se les mantiene despiertos haciendo actividades y que, por lo tanto, se les quita bastantes horas de sueño. Como consecuencia, estos ratones a los cuales hemos dejado dormir poco quedan sensibilizados y tienen una sobrerespuesta al dolor después de ciertos estímulos; sobrerespuesta que disminuye si se incrementan las horas de sueño o se les proporciona cafeína (activando las vías dopaminérgicas). Y ahora sí que tengo que decir que este es uno de aquellos casos en que estas conclusiones las podemos comprobar. En mi caso, si duermo 8 horas durante una semana, muchos dolores y dolorcillos pasan a ser soportables o directamente desaparecen. Cuando vuelvo a dormir pocas horas, no tardo mucho en sentir dolor articular. ¡Ojo! No estoy diciendo que los medicamentos no hagan falta, sino que en muchos casos, lo que realmente hace falta es cambiar nuestro estilo de vida. Conclusión: si dormimos más, sentiremos menos dolor y no contribuiremos a favorecer trastornos neurológicos y metabólicos. Volvamos: ninguna acción es de todo o nada, pero dormir más es una de las mejores inversiones en salud que todos podemos implementar. Y es gratis. ¿A qué esperamos?