¿De qué va esta peli? Seguro que podemos añadir más jugo, pero muchas veces podríamos resumir el guion diciendo "Chica conoce a chico", o frase similar en cualquier declinación. El enamoramiento, correspondido o no, es un tema recurrente en la literatura, en la música y en el cine. Es recurrente porque a ciertas edades no hay fuerza más poderosa –bien potenciada por las hormonas– que la atracción por el sexo, una actividad que, desde un punto de vista meramente biológico, está relacionada con la necesidad de la reproducción para la continuidad de la especie y también, en algunas especies, con el establecimiento de relaciones sociales. De hecho, como para la existencia de muchas especies es tan importante la reproducción sexual, incluimos dentro de la definición de especie esta capacidad de reproducirse y tener descendencia fértil (tal como expliqué la semana pasada).
¿Sin embargo, qué hacemos con los casos excepcionales? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para tener especies diferentes? ¿Podemos realmente definir los límites? Pues no hay una respuesta única, porque por ejemplo, si analizamos insectos, consideraríamos que el punto de confluencia y separación de especies sucedió hace millones de años, mientras que en el linaje de los humanos, somos muy más quisquillosos y hacemos muchas más distinciones –muchos golpes sutiles– por ir diferenciando unos homininos de otros. En primer lugar, seguro que si nos preguntan de qué especie somos, diremos Homo Sapiens. Actualmente, sin embargo, quizás empezamos a tener bastantes datos para ampliar el concepto de especie humana y acoger a otros homininos dentro del mismo paraguas. Como ya comenté también en otro artículo, no somos una especie de sangre pura, somos al mismo tiempo una mezcla de magos y muggles (como en Harry Potter) y dentro de nuestro genoma encontramos un trencadís hecho de piezas de ADN de nuestros ancestros: quien no tiene un fragmento de ADN de neandertal, tiene un fragmento de ADN de denisovano, y no de un único cruce, en una sola época, sino que estas uniones se dieron en varias olas de nuestro linaje humano, de forma que no sé si hace falta hablar de uniones interespecíficas (entre dos, tres, o cuatro especies diferentes), o sencillamente, intraespecíficas (dentro de la misma especie). Uno de los datos que argumentan a favor de esta ampliación del linaje humano ha sido proporcionado hace muy poco, cuando se ha publicado en la prestigiosa revista Nature el resultado del análisis del ADN de un hueso humano fósil, de unos 90.000 años de antigüedad según la datación por carbono 14, que corresponde a una chica joven, hija de la unión de una madre neandertal y un padre denisovano. Dejadme que os explique un poco por qué esta historia de "chica conoce a chico" es tan relevante para todos nosotros.
No somos una especie de 'sangre pura', somos al mismo tiempo una mezcla de magos y 'muggles' (como Harry Potter) y dentro de nuestro genoma encontramos un trencadís hecho de piezas de ADN de nuestros ancestros
La historia empieza hace mucho más tiempo, en el macizo del Altai, unas montañas de Rusia central. En estas montañas hay cuevas naturales cerca del río Anui, una de las cuales ha sido frecuentada por humanos y animales desde hace más de 100.000 años, buscando refugio cuando el frío siberiano era muy duro. Los humanos se han seguido refugiando hasta hace muy poco, por lo cual, para excavar y encontrar restos de los diversas ocupaciones humanas, primero había que sacar capas y capas de excrementos de rebaños de cabras y otras bestias. Se dice que en esta cueva, en el siglo XVIII vivía un eremita llamado Denis. Lo que atrae actualmente a los humanos en esta cueva de Altai es la historia de los humanos que lo han ido habitando. Encontramos restos de la ocupación de neandertales y de humanos modernos, pero también se han encontrado restos óseos de humanos antiguos, únicas en el mundo. El análisis del ADN de restos antiguos no es nada fácil, ya que la molécula de ADN se acaba degradando con el tiempo, y solo se conserva en condiciones excepcionales, por ejemplo, de calor o frío extremos, sin nada de humedad. Hay zonas del cuerpo que son más difíciles de degradar, y el interior de los huesos que no se han roto (por ejemplo, la cabeza del fémur) contiene restos de células y ADN. Uno de los huesos más fuertes y menos porosos es la mandíbula y los dientes, y justo en la raíz de las muelas encajadas dentro de la mandíbula (como si fuera una pequeña urna) queda muchas veces bastante ADN para hacer análisis genéticos (como ya expliqué en otro artículo). Por otra parte, el ADN que se encuentra al núcleo suele degradarse más que el ADN mitocondrial, que se encuentra dentro de los mitocondrios y del cual tenemos de centenares a miles de copias por célula (como ya expliqué en otro artículo). Sin embargo, pocos grupos de investigación tienen la habilidad, los conocimientos y los recursos para poder obtener ADN antiguo de bastante calidad para ser secuenciado y analizado. Uno de los grupos de referencia mundial en ADN antiguo es el de Svante Päabo (un científico sueco que trabaja en Leipzig). Pues bien, un pequeño trozo de hueso de una falange humana encontrado el año 2008 ya rompió esquemas, ya que el análisis de su ADN mitocondrial ya demostró que era humano, pero ni era neandertal ni humano moderno. La secuenciación de todo el genoma nuclear mostró que efectivamente aquel hueso era de un hominino diferente, que llamaron denisovano (en honor al ermitaño que vivió en aquella cueva). Hoy día encontramos entre el 2,5% y hasta el 5% de ADN denisovano en poblaciones aborígenes de Nueva Guinea, Australia e islas del Pacífico (Micronesia y Polinesia). Demostrar que en el ADN de los humanos modernos de hoy día hay restos de un o más homininos en el linaje humano implica que en algún momento se cruzaron.
El análisis del ADN de restos antiguos no es nada fácil, ya que la molécula de ADN se acaba degradando con el tiempo, y solo se conserva en condiciones excepcionales, por ejemplo, de calor o frío extremos, sin nada de humedad
En una cueva de Rumania se encontraron restos de hace unos 40.000 años, correspondientes a un chico que tenía un antepasado próximo que era neandertal (se supone que un tatarabuelo), que tenía hasta un 11% del genoma nuclear de esta especie, lo cual implica proximidad de relación familiar. Pero la historia que hago mención hoy, sin embargo, parece una prueba irrefutable del cruce humano, porque un pequeño trocito (cerca de dos centímetros) de falange de una chica adolescente de unos 12 o 13 años (se calcula la edad por el grosor del hueso y el estado de calcificación, y se infiere el sexo femenino porque no tiene presencia del cromosoma Y) ha mostrado sin dudas que la mitad de su ADN procede de una madre neandertal, y la otra mitad de un padre denisovano. Sabemos que la madre era neandertal porque el ADN mitocondrial (que solo procede de las madres) se emparienta directamente con el ADN mitocondrial que hemos obtenido de fósiles de esta población y cuando han mirado diferentes genes en cada cromosoma, encuentran que la secuencia de ADN a lo largo de todo el genoma presenta mayoritariamente heterocigosis (por lo tanto, implica que se trata de un híbrido, es decir, una descendiente de dos progenitores muy alejados genéticamente), una variante se emparienta con las secuencias conocidas de neandertal y la otra variante, con las secuencias denisovanos. ¿Por qué murió esta chica? ¿Eran fértiles estos descendientes? ¿Por qué no encontramos más porcentaje de ADN neandertal y denisovano en los humanos de hoy día? Probablemente podrían haber habido casos de selección negativa por combinación de variantes genéticas que no permitían sobrevivir mejor, o incluso podríamos pensar en una menor fertilidad, pero en realidad no lo sabemos. También podría haber pasado que las poblaciones humanas neandertales y denisovanas, que vivieron centenares de miles de años evolucionando por su cuenta, fueran muy limitadas, y que las migraciones de los humanos modernos, con poblaciones de número creciente, en lugar de extinguirlos, los acabaran "integrando". La selección posterior de algunas regiones cromosómicas con genes que confirieran alguna ventaja para sobrevivir, o efectos de deriva génica explicarían por qué después de cuarenta mil años solo quedan remanentes del ADN de estos homininos en nuestro ADN. ¡Y después todavía hay gente en el mundo que se preocupa por una pretendida pureza de la sangre! Como podéis ver, genéticamente, es una bagatela, estamos todos bien mezclados.