Hace poco leí un escrito de un habitante de la isla canaria de La Palma en el que comentaba, con una cierta resignación, que ya no eran noticia, aunque la erupción del volcán Cumbre Vieja sigue muy activa y miles de personas se han quedado sin casa, negocios y huertos. Las noticias son efímeras, pero las que se refieren a desastres geológicos tienen un gran impacto para los habitantes de la zona, y también, en otro ámbito, para los científicos que investigan en estas áreas. Cuando sucede un fenómeno natural de esta envergadura, nos sorprende y nos fascina, pero, al mismo tiempo, también nos preguntamos si podemos solucionarlo o, cuando menos, si podríamos preverlo y tomar medidas antes de que pase o afecte a la gente. Y, para eso, hace falta mucha investigación.

Una de las quejas que escuchas a menudo cuando hablas con los geólogos es que son poco conocidos por la mayor parte de la sociedad. Hay pocos alumnos que en bachillerato estudien Ciencias de la Tierra y pocos alumnos que estudien este grado universitario. En cambio, conozco a muchos compañeros y compañeras de la Facultad de Ciencias de la Tierra que son unos apasionados de lo que enseñan y de lo que investigan. Quizás gracias al hecho de que el volcán Cumbre Vieja empezó repentinamente su erupción el 19 de septiembre de este año, sabemos que hay vulcanólogos y vulcanólogas que pueden hablar con propiedad y de forma didáctica de cómo y por qué las islas Canarias tienen un origen volcánico, y que son conos volcánicos que sobresalen sobre el nivel del mar a partir de la superposición de lavas de varias erupciones durante los últimos millones de años, a partir de fisuras en el fondo oceánico, a 4.000 metros de profundidad. Muchos institutos de investigación de geología siguen de muy cerca los movimientos sísmicos y las erupciones de nuestros volcanes. No podemos olvidar que la península Ibérica está en medio del cinturón de fuego, y aunque sus volcanes están apagados y latentes, los de las islas Canarias todavía están activos. Además, en el Mediterráneo, tenemos volcanes que erupcionan bastante a menudo, como el Etna o los de las islas Eolias (donde se encuentra la isla de Estrómboli).

Imagen de la erupción del Cumbre Vieja, extraída de una grabación realizada mediante drones del Servicio de Trabajos Aéreos (STA) del IGME/CSIC (Instituto Geológico y Minero de España)

Es probable que si miráis la televisión, hayáis visto a Meritxell Aulinas, profesora de la Universitat de Barcelona, que ha sido entrevistada en varias ocasiones, incluso en directo desde la isla de La Palma, ya que ella y su grupo son vulcanólogos y se interesan por los materiales magmáticos que, en este caso, el Cumbre Vieja está expeliendo y depositando a su alrededor, tanto por los vertidos de lava como por las explosiones que eyectan piroclastos (rocas de una cierto tamaño), lapilli (tamaño de grava), ceniza y gases a su alrededor (podéis encontrar un vídeo corto de la investigación de la Dra. Aulinas y su grupo en este enlace, y si os interesa, una charla más completa sobre los volcanes de las Canarias y de La Palma, en esta conferencia inaugural de curso).

Por suerte, esta vez no hay muertes directamente relacionadas con la actividad volcánica del Cumbre Vieja, pero sabemos que cuando hay inundaciones, erupciones, avalanchas o huracanes, es muy probable que alguien pierda la vida, porque no se había previsto ni se habían tomado medidas previas a la contingencia de tener que actuar inmediatamente. A los humanos nos gusta prever y prevenir, por eso, es tan primordial la investigación que se hace, para aprender a reconocer patrones y aplicar medidas. Un artículo recién publicado en Science reflexiona sobre esta erupción volcánica (hay muchos geólogos por todo el mundo que lo están estudiando y recogiendo datos) y, por ejemplo, hace mucho énfasis en la actividad sísmica que se ha registrado en La Palma en los últimos años y, muy particularmente, el incremento en intensidad y frecuencia justo 8 días antes de la erupción.

Imagen extraída del artículo de Longpré, Science 2021 doi:10.1126/science.abm9423 con datos extraídos del Instituto Geográfico Nacional

La conclusión es que los volcanes estrombolianos pueden estar inactivos durante unos años (en este caso, la última erupción del Cumbre Vieja fue hace 50 años), pero después pueden ir avisando de su progresiva activación. En este caso, cuatro años antes de este septiembre, el volcán empezó a avisar de la inestabilidad de la corteza y el incremento de la presión magmática. Una vez activo, el volcán puede continuar la erupción durante semanas y meses. Si aprendemos a interpretar las señales iniciales y qué tipo de materiales son eyectados, seremos capaces de estar avisados con tiempo y de prevenir las acciones que hay que emprender para minimizar los daños. Una investigación que es necesaria, no sólo para saber más, sino porque abre paso a la prevención, tan importante en un futuro.