Sin darnos cuenta, cuando hablamos, acompañamos nuestras palabras de gestos corporales (movemos las manos) y también gestos faciales. De hecho, estos movimientos (como os expliqué en otro artículo), el tono de nuestra voz y los gestos de la cara dan contexto emocional a nuestro interlocutor y le indican si estamos contentos o enfadados, aunque estemos pronunciando la misma frase. ¿Cómo aprendemos a acompañar con movimientos faciales nuestra expresión? Seguramente me diréis que lo aprendemos cuando somos bebés, mucho antes de aprender a hablar, viendo las expresiones de los que nos rodean, y relacionando el tono de voz y las acciones con rasgos faciales concretos. Cuando estamos contentos y estamos tranquilos, sonreímos. Cuando estamos tristes, lloramos. Cuando una cosa nos sorprende, abrimos la boca sin querer. Cuando estamos preocupados o concentrados, fruncimos el ceño... ¿Pero estos movimientos, estos gestos, son universales en todos los humanos? ¿O son una convención cultural que no tiene relación entre diferentes culturas y países del mundo?
Uno de los trabajos de Darwin que más impactó en el ámbito de la psicología fue publicado en 1872. El libro trata sobre las emociones humanas y de los animales: La expresión de las emociones en el hombre y animales (The Expression of the Emotions in Man and animals). Hasta aquel momento se había considerado que las emociones eran un signo de humanidad, una manifestación corporal de las emociones del espíritu humano, cuerpo y alma. Darwin sitúa las emociones a nivel biológico. Tanto los humanos como muchos animales expresan sus emociones ante una situación concreta. El miedo, el dolor o la alegría no son sólo expresiones humanas. Darwin observa cómo las personas pueden reconocer los sentimientos de otros humanos a través de fotografías (es, de hecho, uno de los primeros libros en los que hay fotografías impresas), también observa que compartimos una expresión física de las emociones con otros mamíferos. Darwin propone que tanto humanos como animales expresamos las emociones físicamente y que la diferencia principal entre humanos y animales es sobre todo con respecto al grado o cantidad, más que de calidad. También propone que la manifestación de las emociones, es decir, la manera cómo expresamos las emociones con movimientos de los músculos faciales, es universal en todos los humanos. Han pasado casi 150 años de este libro seminal, se han escrito muchos libros al respecto, y todavía hay investigadores que actualmente intentan demostrar si realmente existe un lenguaje de gestos faciales universal en todos los humanos, ya que también hay otros investigadores que defienden que las emociones son comunes entre los humanos, pero no es común la manera de manifestarlas. Es decir, llorar cuando estamos tristes, levantar las cejas cuando hay desconfianza, o sonreír amablemente dependerían totalmente del contexto cultural. Si nos hubieran enseñado a sonreír cuando estamos enfadados o a fruncir el ceño cuando estamos contentos, pues lo haríamos así.
Como os podéis imaginar, se pueden hacer experimentos para ver si, en primer lugar, las personas de la misma cultura interpretamos las señales faciales de la misma manera. Después podemos observar si personas de culturas diferentes también dan la misma interpretación. Clásicamente, estos experimentos se han hecho enseñando fotos de caras de personas haciendo muecas diferentes, y pidiendo que las interpretemos. ¿Están riendo?, entendemos que están contentos. ¿Tienen la boca abierta con las cejas levantadas?, es señal de sorpresa. Con el fin de clasificar las respuestas mejor, proporcionan al sujeto investigado diferentes palabras que describen una emoción. Y pueden pedir que asignen una emoción a la cara: angustia, tristeza, dolor, ira, enfado, sorpresa, deseo, triunfo... Este tipo de experimentos pueden estar sesgados, porque cada lengua y cultura puede usar palabras que son diferentes. Hay lenguas que no tienen una palabra concreta para expresar una emoción determinada, pero eso no quiere decir que las personas que hablan esta lengua no sientan esta emoción. Sencillamente hacen un énfasis diferente. Otra manera de hacer esta investigación es pedir a los sujetos voluntarios investigados que hagan muecas, intentando transmitir una emoción: cara de concentrado, cara de feliz, cara de desconfiado... se pueden grabar vídeos o hacer fotos, y después, se pregunta a otros voluntarios si saben reconocer estas caras impostadas, de nuevo, con una asignación en un listado corto y predeterminado de emociones. El problema de este tipo de experimentos es que son "impostados" y fuera de contexto. Podemos reconocer las expresiones faciales más evidentes, pero podemos confundir otras, que tienen más matices.
Algún día iremos por la calle y los ordenadores, gracias a la inteligencia artificial, interpretarán las muecas de nuestras caras, y evaluarán si estamos tristes o contentos, si estamos felices o enfadados, enfermos o sanos...
Pues bien, acaba de publicarse en Nature lo que posiblemente es el experimento sobre la gestualidad de las emociones humanas más completo, utilizando inteligencia artificial (IA) sobre millones de vídeos colgados en Youtube. Esta es una cuestión para hablar otro día, lo que pasa cuando colgamos nuestras fotos a redes sociales y las etiquetamos, o colgamos fotos de cuando éramos pequeños y como somos ahora, es que estamos dando una cantidad ingente de información para los proyectos de digitalización y reconocimiento facial. El reconocimiento computacional de caras por inteligencia artificial requiere entrenamiento usando muchísimos datos. Y se entrenan con nuestras fotos.
Dicho esto, ¿qué han hecho estos investigadores y cuáles son las conclusiones a las que llegan? Los investigadores analizan 6 millones de vídeos grabados en 144 países de 12 áreas geográficas de todo el mundo. Utilizan ordenadores con un método computacional potente de machine-learning llamado de redes neuronales profundas (DNN), con el fin de clasificar las expresiones faciales en 3 millones de vídeos, y evaluar en los otros 3 millones de vídeos el contexto de las imágenes (una boda, fuegos artificiales, un partido deportivo...). Después, estiman las asociaciones entre las dos clasificaciones y determinan 16 categorías diferentes de emociones y demuestran que hasta el 70% de las expresiones faciales se asocian con la misma emoción por todo el mundo. Por ejemplo, la expresión facial de "sorpresa o maravilla" es reconocida muy frecuentemente en un contexto donde hay juguetes, padres con hijos, gente bailando o fuegos artificiales; la expresión de concentración en un contexto de artes marciales; o de duda, cuando hay policía. Por otra parte, hay expresiones que nos cuesta más interpretar: una cara que refleje dolor la encontramos en personas que levantan pesas, o en músicos cuando interpretan una pieza musical. Así, pues, los investigadores creen haber demostrado que hay un lenguaje facial de emociones compartido y universal entre diferentes culturas y que las asociamos fácilmente a un determinado contexto. Otras expresiones son mucho más sutiles y para la correcta interpretación dependen mucho más del contexto y de la experiencia cultural.
En todo caso, esto no ha hecho más que empezar. Algún día iremos por la calle y los ordenadores, gracias a la inteligencia artificial, interpretarán las muecas de nuestras caras, y evaluarán si estamos tristes o contentos, si estamos felices o enfadados, enfermos o sanos, deprimidos o animados... quizás sabrán cómo nos encontramos y sentimos mejor que nosotros mismos.